El Arte de Acción como proceso internacionalizante
Con “internacionalización del arte en tiempo real” me refiero a un proceso que se encuentra más activo que otro, pues no concibo la internacionalización como un proceso estático, posible de identificar solamente con la circulación de obras en galerías, museos o ferias; ni un buen registro, ni un buen catálogo, ni una ‘correcta’ inscripción en la historia.
I. ¿Qué entendemos por internacionalización del arte?
Hay varias formas de comprender este proceso, sin embargo en Chile todavía se entiende como un cliché: estado que alcanza un artista a partir de su circulación en ferias internacionales, su pertenencia al staff de una galería extranjera y que alguna, aunque sea una, de sus obras, se encuentre en alguna colección fuera de Chile. Esto sumado a que con suerte lo incluyan en alguna publicación del tipo “100 artistas del siglo XXI”.
La economía entiende la internacionalización como un proceso mediante el cual se habilita un producto para que se pueda adaptar y consumir en diferentes contextos. Si asociamos esta forma de comprender la internacionalización al estado anteriormente mencionado que alcanza el artista, podríamos entender “la internacionalización del arte” como: un producto adaptable a diferentes regiones; un estado de iluminación por parte de su creador; sistema de estrategias que permiten insertarlo en un mercado internacional a través de intermediarios; un buen cóctel y una buena publicación para que a todos les quede claro que la inversión que se ha hecho ofrece un producto profesional de alta calidad.
Por otra parte, están los valores agregados de la ‘fama’ y el ‘éxito’ como abstracción. Esta manera de entender y vivir la internacionalización me parece, en definitiva, la más estática de todas, la menos ‘viva’, la más reprimida, conservadora y la que más sensación de irrealidad contiene. No ahondaré en todas las formas en que podríamos entender la internacionalización del arte, pero sí la contraparte de la que acabo de mencionar, pues considero importante desaprender esa forma tradicional de entender este proceso. Esta otra manera de entenderla, he decidido llamarla “internacionalización del arte en tiempo real”.
Más específicamente, cuando señalo “internacionalización en tiempo real”, me refiero a un proceso que está más vivo que otro. La internacionalización no es un proceso estático, posible de identificar solamente con la circulación de obras en galerías, museos o ferias, ni un buen registro, ni un buen catálogo, ni una ‘correcta’ inscripción en la historia. En este tipo de internacionalización, sin duda, interactúan personas y existen intercambios ‘productivos’, pero principalmente bajo la lógica de lo políticamente correcto: el contrato, las tensiones del mejor postor, el descubridor, el conocedor de arte, las subastas, el multimillonario, el artista periférico y exótico, la buena educación y todo ese estrés que significa para algunos saber dónde está la fiesta después de que acaba la exposición o cuántos caben en el taxi.
Entonces todo quedó ahí, en esa neurosis histérica que significa la gran ficción de “internacionalizar el arte” a escala mundial. Y después viene el siguiente paso: “la verdadera internacionalización”, esa que te inventaste en tu cabeza, porque en este primer modo de entenderla son otros agentes que se encargan de internacionalizar a los artistas, por lo cual no es un fenómeno que se viva con naturalidad como algo propio ni que provenga de una voluntad de autodeterminación.
II. ¿Qué entiendo por internacionalización del arte?
Por el contrario, entiendo la internacionalización como un proceso que va acompañado de instancias de intercambio que nos conectan con lo vivo, que sin retórica es un sistema precario, doloroso, orgánico, rizomático, trans-hipersexuado, terrorífico, híbrido, insurrecto y que por lo demás es voluntariamente visible en ese devenir. Una reflexión que me ha surgido respecto al modo de entender y vivir la “internacionalización en tiempo real del arte” es que esta misma conlleva una mayor internacionalización del propio artista, pero no como marca, y tampoco hacia un afuera, sino hacia un adentro. Si hay algo dentro de las disciplinas del arte en Chile que me parece que ha vivido y vive un proceso de internacionalización en tiempo real es la performance o Arte de Acción. Gracias al encuentro AUT (Activación Autónoma Temporal) , coordinado por Gustavo Solar junto a un equipo de trabajo, recientemente realizado en Santiago, he vuelto a tomar conciencia de este fenómeno. Lo que sucedió con el Arte de Acción de los años ’80 en Chile, específicamente con el grupo CADA, guardando las distancias, por supuesto, se corresponde con lo que sucede actualmente en el Arte de Acción, o performance, en este país, en términos de proceso de internacionalización.
En los últimos años ha surgido un movimiento importante en Latinoamérica de artistas nómades del arte de acción que más allá de hacer de su obra y su nombre algo internacional hacen de la propia experiencia un proceso internacionalizante. En el arte de acción no viaja la obra, a menos que sea una video-performance y el autor no pueda estar presente, pero, en la mayoría de los casos, es el artista quien debe presentarse –aquí vuelvo a la idea del artista sumergente que traté en otro texto publicado en esta revista.
En estos encuentros latinoamericanos los artistas accionan juntos, comparten el día a día, cocinan, comen, beben y hasta comparten cama si es necesario. Lo cual me devuelve la idea de que el Arte de Acción es la (in)disciplina más generosa y libertaria que existe dentro de las artes; es una práctica trans: transgeneracional, transgénero, transfronteriza, transdisciplinaria, transclase social.
Algunas ideas relacionadas a esto han sido mencionadas por los propios artistas participantes de AUT. Luis Almendra, en un tono irónico, comienza presentándose así: “Hola, mi nombre es Huachistáculo, soy un artista de renombre interrrrnacional [sic]“. Por su parte, Samuel Ibarra habla de “una búsqueda de ampliar el sentido de los espacios de la performance, desde una lógica relacional”, y Gustavo Solar de una “telepatía primitiva” presente en estos encuentros. En este modo de internacionalización en tiempo real es el propio artista quien decide llevar a cabo este proceso en conjunto con quienes considera sus pares.
Alguien se internacionaliza, no solamente porque se haga conocido internacionalmente, sino en la medida en que el proceso le permite separarse de sus creencias estancas: desaprender, desestructurarse para reestructurarse desde otro lugar, sensibilizarse, para finalmente convertirse en otro, fuera de su noción tradicional de frontera país, género, raza, clase. En este sentido, el arte de acción y los encuentros que lo agrupan son pura economía social y colaborativa. Es aquí donde se teje un proceso más efectivo/afectivo de internacionalización.
¿De qué sirve internacionalizar el arte si no viene acompañado de esto? Activación Autónoma Temporal (AUT), toma su nombre de la TAZ, de Hakim Bey, y la siguiente cita del libro responde a la pregunta anterior: “La tarea de la organización inmediatista puede ser resumida como el ensanchamiento de un círculo de alteración. Cuanto mayor sea la porción de mi vida que pueda ser arrancada del ciclo Trabaja/Consume/Muere, y (de) vuelta a la economía del ‘encuentro’, mayores serán mis oportunidades de placer. Un hecho conocido en todos los momentos insurreccionales –todos los momentos de despertar– de intensos disfrutes arriesgados: el aspecto festivo del Levantamiento, la naturaleza insurreccional del Festival.” Hakim Bey (en cita tomada del blog de AUT)
III. Sobre el mercado del Arte de Acción en Chile
Muchos artistas, cuando alcanzan la internacionalización –entendida de la primera forma expuesta en este texto–, aún siendo jóvenes, pareciera que no pueden bajar de categoría, por lo tanto, deciden no estar en lugares de medio pelo y no circular por espacios ni vincularse a otros artistas que producen desde un sistema precario. Sin embargo, otros artistas famosos no tienen problema con circular entre la amplia gama de espacios, encuentros o exposiciones. O bien están dispuestos a pasar de una bienal importante a un encuentro en un espacio independiente de un pueblo. Aquí hay una decisión política que da cuenta a qué sistema quieres pertenecer, por qué espacios quieres circular, de qué modo quieres trabajar, compartir, y finalmente da cuenta de qué forma entiendes la economía del conocimiento.
En esta economía del conocimiento hay agentes que tienen un rol muy importante en la circulación de ciertos tipos de saberes: los coleccionistas. Me referiré brevemente al mercado del Arte de Acción en Chile a partir de información que me entregaron otros actores.
Consulté con algunos artistas de acción si un coleccionista en Chile le había comprado un registro fotográfico o en video de sus acciones, y todos dijeron que no. La mayoría tenía su propio punto de vista respecto a la ausencia de adquisición de este tipo de obras. También consulté sobre la existencia de esta clase de registros en centros de documentación o archivos públicos y, por ejemplo, en el CEDOC, existen registros de performances, pero no se les paga a los artistas sino que son donaciones de ellos mismos.
Por su parte, Eli Neira comentó: “ese es el gran drama del performer chileno. En 20 años de estar metida en el arte, primero como periodista y luego como artista, jamás he visto ni sabido de ser humano en este país que compre una performance… el estado del mercado del arte tiene que ver también con que en Chile la educación del arte es como el hoyo [sic] y eso también repercute en que no hay en Chile medios especializados, solo un diario tiene un suplemento de arte y que es malísimo, y es todo un círculo que incluye la formación, los medios, el acceso a la información y finalmente a la diversidad del arte”.
Samuel Ibarra me recomendó hablar con Sergio Parra, quien aportó con ideas que fueron centrales para entender el contexto del mercado del arte. Este último me comentó que él sí ha comprado registros de acciones, pero principalmente de artistas de acción de los años 80 y 90. Parra hizo hincapié en lo siguiente: “en el tipo de obras que adquiero influye mucho una cuestión biográfica. Por ejemplo, con Las Yeguas del Apocalipsis tengo una relación cercana porque soy parte de esa generación y vi sus performances, por eso tengo “Las dos Fridas”. Yo no compro nombres, no compro marcas, no soy como esas personas que coleccionan carteras y tienen una Louis Vuitton, por ejemplo, compro obras para convivir con ellas y para, al momento de exhibirlas, decir algo específico; hay una decisión política detrás de esto. Quizás ahora hay muy buenos performers en Chile, pero no tengo ningún tipo de relación biográfica con ellos”.
Lo más estimulante de la conversación con Parra fue darme cuenta que su punto de vista respecto al coleccionismo, de algún modo se relaciona con la internacionalización que he llamado “en tiempo real”. Esta visión reafirma la idea de que el Arte de Acción es una cuestión vinculante, intrínsecamente relacional y genera “telepatías primitivas”, citando a Gustavo Solar.
IV. A modo de cierre: ¿cómo entender la performance?
La performance –sin desmerecer, sino todo lo contrario– podría no ser considerada una práctica artística, sino una práctica trans-arte o post-arte que en su devenir des-categorización nos regresa a nuestra vinculación con lo vivo. En gran medida por eso en Chile no se compra, porque todo lo que no se entienda como generador de acumulación de capital al interior de la lógica del coleccionista tradicional, no tendrá valor de inversión. Y la gracia de esto es que AUT y muchos de los encuentros latinoamericanos de Arte de Acción continúan estando OUT de esa internacionalización conservadora.
En palabras de Gustavo Solar: “lo que hemos hecho es una curaduría por sobre una curaduría teórica, conceptual y racional. Hay una curaduría intuitiva, que promueve justamente críticas y reflexiones a ese lugar también, un lugar que a veces es muy colonizador, ese lugar de la imposición del texto, del discurso, de la plataforma teórica cerrada, hemos generado una curaduría vinculativa, somos todos cuerpo/textos y la idea es interrelacionarnos, poder leernos y desde ahí también ser un termómetro de la realidad contingente de nosotros: la presencia, las pasiones, los afectos… y bien, creo que ha sido muy mágico porque trasciende ese aspecto de la experiencia estética como tal, no queda solo en eso, realmente aquí están ocurriendo emergencias, distintas formas de subjetivación, son las pequeñas revoluciones, la política molecular.”
Rosa Apablaza*
Aportaron información e ideas
Gustavo Solar
Eli Neira
Perpetua Rodríguez
Sebastián Valenzuela Valdivia
Samuel Ibarra Sergio Parra
* publicado en Arte y Crítica