Retomando la discusión publicada en varios medios escritos sobre el caso de censura de una de las obras que conforman la exposición Displaced: arte contemporáneo de Colombia, quiero hacer algunos señalamientos que considero imprescindibles en esta discusión y en los cuales no se ha insistido suficientemente. Lo hago con el convencimiento de que los funcionarios públicos, incluyendo los Embajadores están obligados ante los ciudadanos y ante la opinión a dar explicaciones por actos que dejan entrever un uso del poder que no corresponde a una práctica democrática. En el caso en mención, no solo se tergiversan los objetivos y contenidos de una obra de arte, Los rebeldes del sur de Wilson Díaz, sino que se desconoce el valor de la producción intelectual en general. Se vulneran de igual manera los derechos de Maria Clara Bernal y Karen Mackinnon, curadoras de la exposición, así como se pone en entredicho la seriedad y rigurosidad de la Universidad de Los Andes y de la Glynn Vivian Art Gallery, instituciones que apoyaron la exposición.
La obra en video Los rebeldes del sur registra un hecho, acaecido en el 2000 en la “zona de distensión” instaurada por el gobierno del presidente Andrés Pastrana.[1]
El trabajo de Díaz documenta un hecho que no sólo posee un valor histórico en sí mismo sino que buena parte de su importancia radica en el hecho de que la mirada del artista, es capaz de señalar aspectos que han permanecido ocultos. Como lo subraya Michele Faget en el texto del catálogo de la exposición, “En mi opinión, la fuerza y relevancia de la obra de Díaz emana de la economía de medios y el rechazo de la representación épica en favor de documentos simples que, modesta y perceptivamente, sacan a relucir todos aquellos detalles sutiles que son frecuentemente relegados al telón de fondo de la historia pero son los únicos medios reales para entenderla”.[2] Siempre he sostenido que un proceso de este tipo no puede ser sino positivo. Nos da la oportunidad de ver al otro y admitir su existencia. Desde esta perspectiva es un paso primordial para cualquier proceso de comunicación. Esto obliga a pensar y a realizar un esfuerzo por entender lo que nos es ajeno.
Los colombianos recordarán el “Despeje” y su “zona de distensión” como un proceso histórico sin precedentes. Más allá de sus resultados, esta política gubernamental facilitó por un lado un acercamiento de las partes involucradas en el conflicto, estableciendo canales de comunicación que nos permitieron, observar y escuchar algunos de los planteamientos del grupo guerrillero, así como pensar y hacernos una idea más cercana de sus planteamientos.
Constantemente se aduce en diferentes estamentos de la sociedad que uno de nuestros principales problemas es la incapacidad de recordar y valorar lo ocurrido para así darle a los hechos una justa dimensión. Nuestros gobernantes y buena parte de la sociedad se dedican con gran insistencia a negar o minimizar los aspectos de la realidad con los cuales no se está de acuerdo. Esta posición defensiva no solo denota un gran temor ante lo desconocido sino también una incapacidad de establecer canales de comunicación y vínculos relevantes con lo que es externo. Representa no sólo una posición obtusa sino peligrosa en un país como el nuestro donde está presente la contradicción, la desigualdad y la indiferencia.
Nuestra realidad demanda grandes esfuerzos de entendimiento y estos esfuerzos incluyen el observar y pensar de la manera más cercana posible los fenómenos que nos rodean. Frecuentemente preferimos mirar para otro lado, relativizar o tergiversar los hechos o incluso negar la existencia de los mismos. En este proceso se pierde la capacidad de entender y enfrentar la realidad y sus procesos históricos, desconociendo sus raíces, causas y protagonistas.
Resulta preocupante que el Embajador de Colombia en el Reino Unido, Carlos Medellín censure la presentación de la obra Los rebeldes del sur dentro de una exposición internacional. Este hecho resulta doblemente alarmante porque el Embajador actúa con un procedimiento más afin con el de un régimen totalitario que actúa bajo la sospecha, sin informarse, asesorarse y/o cerciorarse de si su actuación está dentro del estado de derecho. Los argumentos que ha dado el Embajador Medellín evidencian no solo su incapacidad en diferenciar que el contenido de una obra es diferente de los motivos que aparecen en ella. Esto no es grave en sí mismo. Lo que es imperdonable es asumir como verdad su interpretación de la obra. Y más grave aún justificar la sustracción de la misma argumentando la defensa del respeto. En sus palabras “Por ningún motivo es censura. No entramos en consideraciones técnicas ni artísticas, sino en una consideración sencilla de respeto”[3] El sustraer una obra de una exposición equivale a arrancar de un libro un capítulo del mismo. No veo como puede esto ser un acto que propicie el respeto. Por el contrario, se trata de una acción autoritaria que utiliza el argumento del bien común en términos abstractos para justificar una acción reprochable.
Siempre hemos sabido que las Embajadas no están para hacer exposiciones, así como el Ministerio de Cultura no está para hacer cultura. El Ministerio de Relaciones Exteriores entendió esto perfectamente cuando decidió apoyar un trabajo serio y riguroso desarrollado por las dos curadoras a cargo de la exposición Displaced ¿Cómo es posible que el Embajador esté diciendo que la obra de Wilson Díaz contiene imágenes de promoción de las FARC? y que además mencione que la obra se retiró de la exhibición “porque el Gobierno de Colombia no puede promover ni soportar una exhibición de una organización al margen de la ley”?[4] No es la Universidad de Los Andes, y la Glynn Vivian Art Gallery de Swansea Instituciones legalmente constituidas?[5] ¿Cómo es posible que un Embajador de explicaciones tan vagas y no asuma lo que a claras luces es un exabrupto desde cualquier punto de vista?
Finalmente, sugiero al lector que vea la obra Los rebeldes del sur de Wilson Díaz y se haga su propia idea. Esta se puede apreciar en…
Juan Fernando Herrán
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[1] (para conocer mayores detalles sobre la manera como la obra fue realizada ver https://esferapublica.org/nfblog/?p=1079)
[2] (Displaced: arte contemporáneo de Colombia; Ediciones Uniandes, Bogotá, 2007; pág. 80)
[3] (ver http://www.eltiempo.com/politica/2007-11-19/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3821075.html)
[4] (ver http://www.eltiempo.com/politica/2007-11-19/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3821075.html)
[5] (ver http://www.eltiempo.com/politica/2007-11-19/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3821075.html)