La Otra, Odeón, Sincronía y, la madre de todas, ArtBo. Cuatro eventos de arte que tendrán lugar al mismo tiempo en Bogotá, dentro de tres meses. ¿Qué está pasando aquí?
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En la Cámara de Comercio de Bogotá hay cautela con lo que se dice. Demasiada. Y algo de desinformación. Una suma no muy afortunada teniendo en cuenta que la Feria Internacional de Arte es en tres meses. Por cuenta del silencio reina la especulación, lo que tampoco es una buena señal. Tras la renuncia de Andrea Walker a finales del 2011, no se definió quién tomaría las riendas de la octava versión de ArtBo, por lo que hace un par de meses los galeristas internacionales ya estaban empezando a preguntarse qué estaría pasando y si debían participar este año ante tamaña incertidumbre. Por eso, cuando sonó el nombre de María Paz Gaviria, las aguas se calmaron. El que la hija del reconocido coleccionista de arte contemporáneo, el expresidente César Gaviria, fuera la elegida por la CCB para cumplir este rol fue bien asumido por la comunidad artística. Es historiadora del arte y desde niña ha recorrido las ferias y museos del mundo. Conoce como pocos el mercado del arte. “Me parece espectacular que una persona como ella esté a cargo. Está en el circuito, va a las ferias internacionales, es amiga de los coleccionistas y de los galeristas y tiene carisma. Yo misma la vi en acción en São Paulo y fue una maravilla”, decía entusiasmada el lunes pasado Catalina Casas, directora de la galería Casas Riegner y una de las mayores dinamizadoras del arte contemporáneo colombiano en el mundo.También Jairo Valenzuela la vio en Art Basel (Miami), recorriendo con conocimiento de causa los pabellones y hablando con quien tocaba. “Me invitó a que volviera a participar este año en ArtBo y lo estamos pensando seriamente, pues ha cambiado el enfoque de la Feria y ella sí sabe lo que representa cada galería acá en el país”, dijo, también en entrevista la semana anterior, el fundador de Valenzuela & Klenner.
Cuando se coló la noticia, apareció en todas las secciones de secretos de los medios. Y nadie lo desmintió. María Paz Gaviria entregó tarjetas de presentación, habló con los galeristas y aparece en la página de la feria internacional de arte como “ArtBo Director”, junto a su correo electrónico. Hizo la tarea como le tocaba.
Pero algo pasó.
En la restructuración de la Cámara de Comercio el cargo de Andrea Walker, que fungía como directora de comunicaciones y del programa cultural (dentro del cual está ArtBo), lo entró a asumir María Elvira Quintana, pero ahora con el título de “Directora de Relacionamiento Institucional”. Quintana trabajó durante años en asuntos culturales de la Cancillería. María Paz Gaviria, por su parte, según la oficina de comunicaciones de la CCB “hace parte del equipo de ArtBo como asesora y ella es la encargada de ir a otras ferias y del relacionamiento”, lo que querría decir que, con título o no, sobre ella recae la responsabilidad de llevar a buen término ArtBo. Consuelo Caldas, presidenta de la Cámara de Comercio de Bogotá, es la única voz que hablará al respecto y no lo hará hasta dentro de una semana. Ni siquiera la directora del programa cultural tiene permiso para hacerlo.
Más parece un problema nominal que estructural. Pero más allá de la anécdota, es extraño que a tres meses de su inauguración la cabeza de todo un engranaje comercial y de relaciones públicas no esté autorizada a dar entrevistas.
ArtBo es una feria joven, pero en los siete años que lleva funcionando han madurado todos los actores que hoy permiten decir que Colombia entró en la escena internacional del arte. Gracias a ella hay varias ferias paralelas en la ciudad y este año habrá dos más, así como una bienal de arte, durante los días de su realización, del 18 al 22 de octubre.
Aquí está pasando algo
Fue una intuición, un pálpito. La galerista española Elba Benítez, una autoridad en la promoción del arte contemporáneo en su país, vino a Colombia por primera vez apenas hace dos años, si bien lleva dos décadas fijándose en el arte producido en el continente, y creció en Venezuela. “La verdad, desde afuera se oía hablar de artistas colombianos y decir que el panorama artístico aquí estaba cobrando visibilidad, así que decidí participar la primera vez en ArtBo en el 2010. Me dije, veamos cómo nos va”, respondió desde Medellín, adonde llegó para conocer el Museo de Arte Moderno.
Y le fue bien, muy bien. Hoy hace parte del comité de selección de las galerías participantes en ArtBo y está convencida de que esa intuición que tuvo el primer año que vino es cierta. Aquí en Colombia se está gestando algo que está cambiando el panorama del arte contemporáneo de América Latina.
Pero claro, eso no nació ayer. Solo que hoy estamos recogiendo sus frutos. Habría que mirar muchos años atrás, cuando en 1987 Jenny Vilá abrió en Cali su galería, Fernando Pradilla fundó la galería El Museo en Bogotá un año después y Jairo Valenzuela creó Valenzuela & Klenner, claramente “de arte contemporáneo”, en 1989. Ya Alonso Garcés había fundado la galería Belarca en 1966 y en 1972 Alberto Sierra La Oficina en Medellín, por las cuales pasaron todos los artistas que hoy son nuestros referentes modernos. Luego, Garcés junto con Aseneth Velázquez fundó Garcés Velázquez, otro ícono de lo que en ese momento exponía “el arte actual”. Y, no podría escapar de este panorama somero, el Museo de Arte Moderno de Bogotá, cuya época dorada, los setenta, marcaron la pauta de lo que estaba sucediendo.
Así pasaron los años, entre inercias, discusiones sobre la pertinencia de los salones nacionales de artistas y el difícil tránsito del arte moderno al contemporáneo. También nacieron programas que serían fundamentales para este recuento como “Nuevos nombres” del Banco de la República, creado por Carolina Ponce de León. Por allí pasaron al inicio de sus carreras quienes hoy resaltan en la escena internacional, Doris Salcedo, María Fernanda Cardoso, Johanna Calle y Rafael Ortiz, entre otros.
Y se fueron sumando actores, agentes, como los denomina Catalina Casas, que hicieron que hoy Colombia sea reconocida en el mundo del arte: “¿Cómo no señalar la visión que tuvo la colección Daros que desde hace tantos años está adquiriendo obra producida en nuestros países? ¿O la visibilización que le dieron al arte local figuras como Doris Salcedo u Óscar Muñoz? ¿O la importancia de Lugar a Dudas y del Festival de Performance en Cali? ¿O el que el mexicano Cuauhtémoc Medina, desde la Tate, le haya dado espacio a nuestro arte y que hoy ese lugar lo ocupe José Roca? ¿Y quién puede negar que María Belén Sáez, desde el Museo de Arte de la Universidad Nacional, no está cumpliendo un papel clave hoy?”. La lista de razones por la cual hoy suenan los artistas colombianos es enorme. Ella misma no se va a nombrar, pero sin duda la galería Casas Riegner ha marcado la pauta en estos años, como también lo hicieron AlCuadrado, Nueveochenta y hoy La Central, al tener claro que debían mostrarle al mundo la producción de los artistas del país, sacándolos a ferias como Art Basel (Miami y Basilea), Arco (Madrid), São Paulo, Maco (México D.F.), ArteBa (Buenos Aires) o Frieze (Londres). Resultado de ello es que, por ejemplo, Alberto Baraya haya sido invitado a participar en la Bienal de São Paulo, Nicolás París a la de Venecia, Doris Salcedo, Johanna Calle y Gabriel Sierra a la de Estambul y José Alejandro Restrepo a la de Lyon. O que obras de Mateo López, María Teresa Hincapié, Johanna Calle, Álvaro Barrios o Beatriz González, hagan parte de importantes colecciones como las del MoMa, la Tate o Inhotim.
Tampoco es de poca monta que personalidades del mundo del arte como Hans Ulrich Obrist, Rodrigo Moura, Tanya Barson, Adriano Pedrosa o Glenn Lowry hayan venido a Colombia a sentir eso que todos sienten. O que Ana Sokoloff se venga los días de feria con grupos de coleccionistas internacionales.
Es verdad, acá está pasando algo.
Paraferias
Por eso, el que mientras ArtBo sucede en Corferias la ciudad se alborote y ponga a pensar en arte a la gente, no puede ser sino buen síntoma. En el 2007, Jairo Valenzuela dio el primer paso para que esto pasara. Rebelde por naturaleza, le pareció que su propuesta no cabía en los estándares de la Cámara de Comercio. Un puestecito de ventas tipo “agáchese”, no se entendió. “Al comienzo, ArtBo era un espacio demasiado ambiguo, sin pies ni cabeza, por eso hicimos La Otra, para cerrar la brecha entre un espacio sin ánimo de lucro y propuestas de galerías alternativas”, explica el galerista. Rescatando un edificio abandonado, la litografía del Bosque Izquierdo, el experimento funcionó y fue mutando de la mano de su espíritu nómada. No solo cambió de sede (al edificio de Panauto y al Continental), sino que modificó el concepto de venta de obra a exhibición de proyectos in situ. Por eso, este año se lanzará a una cuarta iniciativa: La Otra: bienal de Bogotá. “Será una exposición muy aterrizada, consciente de la situación del mundo para no caer en el glamour de los grandes eventos y en donde el arte dialogue con las comunidades sobre las problemáticas de América Latina y reflexionemos sobre lo que se puede aportar”.
Adicionalmente, dos eventos más engalanaron la oferta cultural del año pasado: una nueva feria, Odeón, y la inauguración de los estudios Las Nieves, talleres de artistas patrocinados por la importante promotora del arte Celia Birbragher, y que durante esos días de octubre se le abrieron al público e hicieron parte de rutas por los muchos espacios independientes de Bogotá.
La feria de arte Fundación Teatro Odeón, en el antiguo teatro TPB, en el centro de Bogotá, fue todo un éxito. Armada en un tiempo récord de tres meses, sus organizadoras, en cabeza de Tatiana Rais, convocaron a ocho galerías nacionales y cuatro galerías internacionales así como a artistas nacionales emergentes para que hicieran intervenciones in situ (este año tendrán siete stands más). Estefanía Sokoloff, consultora en arte y participante de esa feria, sacó un balance positivo y dice que volverá a tener su stand este año: “Muchos factores intervinieron en este balance: la novedad de una propuesta fresca; un espacio muy especial que se daba a conocer y una dinámica de ciudad, coleccionistas invitados y gente que cada día se entusiasman más con este tipo de eventos”.
Por su parte, Mónica Zamudio, de Laagencia, exalta el impacto de las ferias en Bogotá. “Es muy positivo. Nuestra percepción desde Laagencia, como espacio de arte de proyectos independientes, tiene que ver con las ventajas que trae un evento de tal escala para la ciudad: la circulación de artistas, de curadores, coleccionistas y críticos es algo que favorece tanto a los espacios como a los mismos artistas. Las relaciones se han afianzado entre galerías y artistas, entre espacios alternativos y museos. El público crece tanto como las actividades culturales, propuestas y por supuesto las buenas fiestas”.
Y para completar, este año se suma una feria más. La galería La Localidad, en Usaquén, convertirá su espacio en la segunda quincena de octubre en la sede de Sincronía, un proyecto en el cual los artistas aceptados por convocatoria (que no tienen galería que los represente o que si la tienen no han sido elegidos para exhibir sus trabajos en ArtBo) venderán su obra sin intermediarios, un concepto sui generis liderado por Eduardo Serrano, quien, pese a lo llamativo del formato, revive un fantasma que siempre ha rondado las ferias: la venta directa. “De lo que se trata el arte contemporáneo es de romper esquemas, así que ¿por qué una feria tiene que ser de galerías?”, responde Serrano al sugerírsele que todas las ferias del mundo funcionan así, por el aval que estas le dan a sus artistas y como un sello de garantía de la inversión a sus clientes. Amanecerá y veremos pues todavía no hemos visto la primera versión de esta propuesta.
Por lo pronto, es claro que lo que está pasando en Bogotá es una construcción de público y de mercado y que en el negocio de la creatividad no cabe la improvisación. Enorme reto le queda a ArtBo, feria líder de todo este despertar de las artes del país de cara al mundo.
Dominique Rodriguez Dalvard
publicado en Arcadia