Imagen tomada de kienyke, que a su vez se tomó de galeria nueveochenta. Fernando Uhía, “Fútbol, tenis, carros y otras cosas de hombres”. Bogotá. 26 de enero-3 marzo de 2012
Hay 69 pinturas en una galería comercial, una crítica denuncia estar frente a una estafa diciendo que las pinturas le “resultan mecánicas, cuando es evidente que se repiten los efectos; un gesto aprendido con un golpe de muñeca específico”, al entender que está en medio de un espectáculo con poca intervención manual. En ese escenario se encuentran X y Y, quienes entran a asumir su papel de Tola y Maruja:
X: “¿Fue a la charla de la semana pasada?”
Y: Sí.
X: ¿Qué tal estuvo?
Y: Bien… El conferencista releyó las fichas técnicas.
X: Excelente administración de la labor profesional. Si le gastó tiempo a un texto, lo relee cada vez que pueda ¿Y ya fue a esa exposición?
Y: Sí. ¿Quiere que hablemos sobre ella?
X: Hoy no. Más bien vaya y lea el clásico jamás revisado de Bourdieu en Bogotá (en especial su capítulo sobre la “illusio”, para que mantengamos un diálogo abstruso (para muchos) pero útil (para pocos) sobre ella). En cambio, hablemos de esta.
Y: Bueno. La primera vez que vine me demoré poco. La reiteración se me hizo exagerada. Las obras hacían un alarde de uso del tiempo libre que encontré extraño en un profesor como ése artista.
X: ¿Eso le resulta extraño? A mí en cambio me pareció bastante interesante: un sujeto que hace obras de arte y dicta clase, que recibe sueldo de una universidad privada y pinta, que armó un libro sobre educación en centros universitarios, que ha construido parte de su carrera reflexionando sobre el hecho de pintar en la actualidad y que a partir de ahí ha consolidado una de sus materias más exitosas. De hecho, creo que es sociológicamente útil analizar este caso y otros similares para extraer ciertas tipologías del desempeño profesional entre los artistas mayores de cuarenta años en Bogotá.
Y: ¿Para qué?
X: Para tratar de entender la retórica actual de conciliación de ambas actividades en un practicante del campo y compararla con la de quienes ven en la docencia una renuncia a la producción. Incluso para compararla con la de otros artistas que en décadas anteriores seguían el mismo procedimiento.
Y: … Dejar de producir obra –o producirla a medias y mal cada vez que hay una invitación a una semibienal local -, mientras se asegura la salvaguarda económica.
X: Eso.
Y: Pero, en fin, el hombre pintó y expuso esto. ¿Qué dice de lo que ve?
X: Pinturas con diferencias de tamaño según el poder adquisitivo. Buen gesto. Cínico: si tienes recursos te compras una tabla grande, si vas a pagar con un préstamo adquieres una mediana, si tienes sueldo de gerente de microempresa, optas por las más pequeñas y si eres profesor de artes visuales, miras con envidia y haces una crítica.
Y: Miserable.
X: Pero juicioso. En fin, no sólo es una cuestión de dimensiones. También hay algo que tiene que ver con la realización de esas piezas. Son de alta calidad, repetitivas y siguen una misma fórmula. Es decir, serializan la labor, la hacen casi industrial. Me explico: en algún momento de su carrera, Fernando Uhía hizo los technoesmaltes con una pintura gruesa, que dejaba rastro; ahora los pinta con laca y la superficie es lisa, como un espejo donde no se refleja la actividad artesanal. Creo que eso fue lo que más le enojó a la crítica: pinturas sin un autor reconocible.
Y: Y lo peor es que si se trata de asignarle la responsabilidad a alguien –o a algo-, habría que hacerlo con la ley de gravedad. ¡Esas pinturas se hacen solas!
X: Bueno, esa es la ficción, y en eso sí tendría razón la crítica estafada. El hombre se inspira viendo un programa de televisión, durante las propagandas va y riega pintura sobre una tabla inclinada, vuelve a sentarse frente a la pantalla mientras deja secando el chorrión y luego regresa y repite la acción. Mediático.
Y: Supermediático. De hecho, lo es en dos sentidos: en el de la relación pintura/medios de comunicación y en el de conocer el medio para trabajarlo mejor.
X: Creo que ahí está una de las explicaciones del alto número de obras. ¡El hombre aprendió a pintar reduciendo las horas-hombre que suele necesitar un cuadro aprendiendo a ver cómo cae una gota de laca!
Y: Eso, por una parte. También está el hecho de que una de las especialidades de Fernando Uhía es la de explorar y luego explotar una indagación durante bastante tiempo. Mire lo que hizo con las pinturas con textos de críticos de arte, con las apropiaciones de imágenes. Creo que su obra en general apunta a eso: detectar un filón, sacarle el mayor provecho y abandonarlo.
X: Pero si su tesis fuera cierta, el caso del premio Luis Caballero o el de los Paragüernicas hubieran marcado su rumbo.
Y: Sí, pero en el primero, el hombre parecía estar explorando un medio por el gusto de hacerlo; mientras en el segundo apostó y perdió.
X: ¿Qué perdió?
Y: La posibilidad de seguir intentando por ese camino.
X: ¿O sea que nunca más en su vida podrá volver a intentarlo con grabadoras ni con Los Simpsons? Algo autoritaria su postura, Maestro.
Y: Sí, claro que puede. Puede hacer lo que le dé la gana. Lo decía más en términos de sus implicaciones en el mercado. Es decir, veo que le puede pasar lo de las marcas que terminan siendo administradas por juntas de socios más que por sus creadores: cuando hay una movida que afecta la cotización en la bolsa, decapitan a los gestores de la idea.
X: ¿Y eso le podría pasar a este autor?
Y: Es una opción. Vea: el éxito que tiene ese trabajo podría afectar la llegada de nuevas propuestas.
X: No lo creo tanto. Mejor dicho, sí y no. Sí, porque el mercado del arte en este país es ultraconservador –casi más que sus dirigentes-, diminuto y, para rematar, cumple con uno de estos síntomas de manera periódica –y a veces simultánea-: tiende a crecer, tiende a inflarse, tiende a parecer funcionar de manera autónoma, tiende a reclamar una escena que no ha construido, tiende a debilitarse, tiende a la sobrevaloración. No, porque la galería que actualmente representa al sujeto se mueve por fuera, y en el exterior este tipo de indagaciones suelen ser bastante valoradas, máxime si provienen del contexto colombiano.
Y: ¿Third World Art? ¿Latin american Art?
X: Colombian Art: una búsqueda de implicaciones teóricas en el trabajo; muchas horas de lectura detrás de cada serie; una clara alusión a querer dejar de lado el “sufrimiento y la piedad” de los artistas que se lamentan por los males que afectan a la población que vive en las zonas rurales; un interés por querer parecer divertido, pero concernido. Lea esta publicación y me entenderá.
Y: ¿Ese librito, para qué?
X: Para que entienda dentro de qué contexto se está moviendo el artista de que hablamos. Es decir, para que comprenda cómo se configura el campo artístico colombiano a través de medios de difusión no necesariamente provenientes de las artes visuales y note qué tipo de percepción se construye sobre sus autores. Para que sepa que dentro de nuestra amada patria a un autor se le valora más por el dictamen periodístico que por la comprensión de sus propuestas. Es decir, que junto con el éxito viene la camisa de fuerza del estilo y ésta es casi imposible de abandonar.
Y: Lo está poniendo como la víctima de una conspiración. De hecho creo que es “sociológicamente más importante” examinar eso que dice de los periodistas reemplazando a los investigadores.
X: No, no es una conspiración. Es un modo de configuración del campo. Y sí, creo que se ha estudiado poco, muy poco la verdad, el efecto que genera una reseña periodística en la carrera de un autor o una autora en este país. Por eso es que me interesa más ver la repercusión que su obra tendría en el exterior que aquí.
Y: ¿Geopolítica de la validación artística?
X: No. Fogueo internacional.
–Guillermo Vanegas