“Señoras y señores sean ustedes invitados al Museo”
Como vivo en el barrio Getsemaní, y camino por sus calles, una mañana cuando atravesaba la Plaza de la Trinidad, ví una de esas pancartas como de Bingo o fiesta popular, que me invitaba (“señoras y señores… sean ustedes invitados al museo”) a la inauguración de una exposición en el Museo de Arte Moderno de Cartagena.
La propuesta del colectivo de artistas Equilátero es otra de esas buenas intenciones que pululan en la escena de las artes plásticas nacional. El metatema es el mismo: la desaparición del objeto de arte y la argumentación de la importancia de los procesos creativos, y de las prácticas sociales que resultan de los procesos, como la verdadera obra de arte. Para el colectivo de artistas trasladar la obra adentro y afuera del museo resulta “artístico”. El reclamo de otros espacios de exhibición no-convencionales como contra argumento no funciona para ellos, pues resultaría contradictorio, ya que exigen demasiado del público. Prerrequisito: que lo popular, las personas de estratos populares (Getsemaní) fueran al museo y, los visitantes del museo, que eran los mismos Getsemanicenses invitados, fueran a Getsemaní.
“Quisimos principalmente llamar la atención sobre la multiplicidad de posiciones que existen en tiempo y en espacio, en torno a los conceptos de gusto y estética, así como la sana pluralidad que deben existir en una sociedad postmoderna, en la cual tenemos el deber de adentrarnos sin prejuicios y explorar las verdades y realidades del “otro”; por ello estamos trasladando las salas de Getsemaní al museo y el museo a las salas de Getsemaní; no para validar lo que tiene de artístico el proyecto, sino para ampliar el concepto de sala de exhibición”*
Decirlo o escribirlo no hace que el problema desaparezca. Las personas dicen una cosa y hacen otra. ¿Se están construyendo en las prácticas sociales esos “espacios” que reclaman? O están como la casita roja, en el lugar equivocado. ¿Cómo exhibir éste tipo de proyectos si las instituciones oficiales no cambian, no se abren, no se transforman?
Subí al segundo piso donde se exhiben los trabajos de los artistas contemporáneos en el MAM. Las paredes falsas blancas exhiben unas planchas bidimensionales cargadas de texto y diagramas explicativos, había también objetos descontextualizados, por ejemplo, una cortina de baño capaz de despistar al más “contemporáneo” de los espectadores.
Es un problema ético, las prácticas curatoriales no corresponden a los proyectos artísticos que los mismos artistas organizan. ¿Cómo pueden transformar los artistas las instituciones que exhiben sus trabajos? Para empezar, no exhibiendo en ellos.
La obra de arte no es solamente la que se multiplica, son los espacios para la exhibición y entonces, el público y los productos artísticos. El museo se tiene que desarticular y multiplicar en venas arterias, videotecas, bibliotecas, talleres, proyectos culturales innovadores, acordes con el contexto socio-cultural; una cosa es Bocachica, otra, muy distinta, Harlem en Nueva York, Getsemaní en Cartagena, Pasacaballos, Olaya, Nelson mandela, Venecia en Bogotá. El museo, como la iglesia Católica y las grandes instituciones, tiene que adaptarse a su tiempo, y no el tiempo, los artistas, al museo.
Resulta anacrónico y pre-moderno: por las prácticas curatoriales que exigen los mismos proyectos artísticos, éstos a su vez, exigen otros espacios de exhibición y otros soportes. Pero las instituciones, por la naturaleza de los proyectos, tendrían que ser menos rígidos, mas blandos. Mejor dicho, no se le puede pedir a un árbol de mangos que de limones. El resultado: una aglomeración de obras de arte colocadas, allí. ¿O se están delineando los límites cada vez más alienantes entre el high art y el arte popular?
Antes de Arte Para La Sala había otra exhibición: la de Miguel Rodríguez (no es narco-arte, no) es un escultor no-artista, autodidacta, que además ha sido el vigilante del Museo de Arte Moderno por diez años y quien, se había dedicado durante los fines de semana a esculpir figuras de la fauna caribe en troncos que encontraba en las playas. Conmovedor. Pero de esa otra buena intención solo queda la anécdota para el periódico (y de hecho la cobertura de los medios fue impresionante, la historia salió en El Tiempo y El Universal página completa, porque ese arte si se entiende – el de superación, el de los que "no tienen voz").
El museo en vez de rediseñarse, de repensarse como museo, sigue acumulando arte-para-la-sala, exclusivamente. Apoyar proyectos como el del Colectivo Equilátero no transforma al museo por que sí, por el contrario, lo reafirma como institución oficial, estructura sólida e inamovible (el museo se exhibe en el museo y es su pieza de museo favorita). Y mientras tanto, los artistas que se autodenominan contemporáneos se expresan y se presentan (quizá sin querer) en un discurso intelectual academicista difícil de entender o, simplista porque resulta difícil de explicar. Entonces nos presentan diagramas, mapas, que nos cuentan otra vez, que el arte de verdad está en la vida cotidiana. ¿Estamos ante el verdadero arte falso? Paradójico.
Desde el punto de vista de la señora del barrio Getsemaní (me atrevo a suponer su mirada, que es por metonimia, mi mirada) que está acostumbrada al ruido del picó (equipo de sonido con parlantes gigantescos a todo volumen instalados en un lugar público) y a la fiesta de primera comunión de barrio, me pregunto: ¿por qué nos invitan a exhibir nuestra sala de la casa en el museo, cuando el arte “de verdad” está según ellos, en el barrio? Un verdadero desaire. Un recorrido innecesario que se des-escribe. El balcón, el ventanal que sirve de marco para la obra de arte que ellos reclaman, y el mapa con el recorrdido fueron suficientes para mí.
Sin embargo, nos explican los artistas:
“A partir de los años 60, ideas libertarias originadas desde los mismos centros de referencia cultural mundial sacuden nuevamente el horizonte político socio-
cu
ltural (mayo del 68). Los estudiantes parisinos reclamaban la democratización del arte: debía dejar de ser solo un adorno, un lujo que brindara estatus a la élite; para ello debía salir del museo a la calle, confundirse con la vida real…”*
En esta ocasión los artistas de la vida se confundieron con el museo, ¿para qué ir al museo si en el barrio estaba la obra, el original? Contradictorio: la invitación resultó una disrupción entre lo popular y lo elitista. Una dislocación, porque lo que parecía una invitación a un evento popular, era en realidad la invitación a ver una explicación en un museo. Resultó simpático hacer el recorrido que indicaba el mapa por el barrio, de sala en sala… ese recorrido lo hacemos todos los días cuando caminamos por ahí, aun no comprendo porqué es necesario decirlo, explicarlo, nosotros entendemos, de verdad que sí. El público no es bruto, el bruto es el pintor.
Maria Posse
*citas extraídas textualmente del mapa-texto-instructivo que nos entregaron a los invitados a la exposición.
Antología a la desinformación como critica de arte
Hay varios puntos, en la descripción y consecuente análisis que Maria Posse hace de la exposición Arte PARALASALA Getsemaní/Documentación y Procesos exhibida en el MAM de Cartagena, que necesitamos aclarar porque son equivocados y falsean el conjunto de lo que ella trata de demostrar respecto a la obra.
En primer lugar ella considera que esta exposición va únicamente dirigida a los habitantes del barrio Getsemaní, lo cual no es el caso. Un cruzacalle instalado en el mismo barrio invita efectivamente a la comunidad empleando un texto que en realidad no corresponde a la frase mencionada por ella; se empleó como estrategia de información popular teniendo en cuento el contexto; se constituyó como una mínima cortesía, un detalle para los que no reciben tarjetas ni acostumbran visitar los museos. Por otro lado existe una diferencia entre estos vecinos getesemanicenses en general y las 11 familias participantes del proyecto y dueños de las salas escogidas por el colectivo, quienes facilitaron objetos personales para la parte de la instalación. Pero ni la exposición se resume en una instalación de objetos, ni nuestro espectador se limita al público del barrio Getsemaní. Como es a penas lógico, hemos pensado la exposición para un público más amplio: El que generalmente visita el MAM Cartagena; y es a este que van destinados los mapas acompañados de un texto que se pensó como una breve introducción histórica a las prácticas artísticas contemporáneas. Este texto no es la explicación de la exposición como lo deja entender la Sra Posse. La explicación ( fotografías del nivel de indagación y de creación) se encuentra en otro lado. Este texto es un acompañamiento didáctico para el público a quien recomendamos ir a conocer nuestras obras (serigráficas) en el contexto que las inspiró. No es que lo consideremos "bruto", pero si muy necesitado de información. No nos interesa seguirnos dirigiendo unicamente a la habitual élite conocedora (los mismos artistas y académicos, entre ellos la Sra Posse), sino abrir el círculo y ganar audiencia.
Siendo Arte PARALASALA un formato de investigación/creación de corte relacional extendido hasta el momento a dos versiones: Bocachica y Getsemaní, este pretende generar una aproximación de contextos. En el caso de Getsemaní el trabajo se inició por parte del Colectivo Equilátero con algunos vecinos del barrio buscando nutrir su quehacer artístico y controvertir el fenómeno del producto cultural elitista, al que solo se tiene acceso como consecuencia del poder adquisitivo, lo que termina negando otra aseveración de la Sra Posse cuando afirma que Arte PARALASALA se relaciona con el fenómeno de la desaparición del objeto de arte: En efecto, así como los participantes del proyecto nos entregaron sus objetos más preciados para colocarlos en el museo, nosotros les obsequiamos y colgamos en sus salas unas fotoserigrafías inspiradas en ellos, en un intento de ampliación del concepto de sala de exhibición.
En cuanto al asunto "contradictorio" de la exposición en el museo, si bién es cierto que nuestro proyecto artístico podría haber existido sin la necesidad del museo, en nuestro criterio esta nos pareció la oportunidad ideal para que el público no participante del proyecto experimentara otra forma de exhibición artística. A esto nos referimos cuando finalizamos el texto del mapa con la frase: "Ir al museo para invitarlos a Getsemaní: Una estrategia de aproximación de contextos". Paralelamente nos encantó la idea de llevar al museo a los dueños y los objetos "esteticos" escogidos, para así revestirlos del valor que asigna la institución. La verdad es que la experiencia valió la pena y que nos sentimos orgullosos de haber dado visibilidad, no solamente a cierta estética u objetos, sino también a unos seres humanos que no tenían mucha idea del valor de su cotidianidad. De toda evidencia se mostraron honrados con este reconocimiento y también, Sra Posse, interesados en la cultura museográfica.
El museo fue para nosotros en este caso el lugar donde hacer público el trabajo realizado: Lo utlizamos como puente, como lugar de difusión, como punto de encuentro y de cruce. Si el museo siguiera, como lo sugiere la Sra Posse, mostrando solo "high art", y lo relacionado con lo popular se realizara siempre en otro tipo de lugares (y no es estar en contra de la multiplicación de los lugares de exhibición y difusión de la cultura), nunca se lograría relacionar estos sectores, que es parte de lo que interesa.
Creemos con este trabajo haber cumplido con nuestro propósito inicial de cotejar distintas estéticas y prácticas artísticas, algo muy necesario en una ciudad tan atada a lo convencional como es Cartagena de Indias.
El proceso al cual recurrimos es más complejo que contradictorio. Si apela a una aparente conciliación, es por estrategia relacional. No estamos atados a teorías o corrientes superadas, sino relacionados con nuestro contexto particular.
Arte PARALASALA nos deja libres de investigar todo tipo de estética. El Colectivo Equilátero es un grupo de investigación sobre estética y contexto.
Los animamos a que nos envíen sus opiniones al correo electrónico paralasala@gmail.com y para fín de año podrán consultar información de proyecto en nuestra página web.
COLECTIVO EQUILÁTERO: MANUEL ZÚÑIGA, CAROL VENTURA, ADRIANA ECHEVERRIA
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Hechos además de intenciones:
El día de la inauguración se hicieron presentes en el MAMAC 50 personas provenientes del municipio de Bocachica: niños participantes del proyecto CARACUCHA y sus madres y padres para ver y hacerse visibles ante la comunidad artística de la ciudad y visitantes usuales del museo por medio de la versión ARTE PARALASALA BOCACHICA. Partieron del muelle de las criticonas en dos lanchas escoltadas por guardacostas hasta el muelle de la bodeguita en Cartagena. De que otra manera hubieran podido conocer el museo? De que otra manera el museo hubiera podido recibir esta comunidad?
De Getsemaní, de las 12 salas visitadas se acercaron al museo 8 familias, sumando un total de 30 personas del barrio que en la mayoría de los casos estrecharon lazos de vecindad y redimensionaron el valor de su contexto bajo su presentación museal y terminaron de comprender la relación que pueden tener con el arte y los artistas. Estas palabras no son verborrea, existen testimonios filmados de sus reacciones capturadas en la exposición y que estan a la orden de quien quiera apreciarlos.
El lunes 9 de octubre nos enteramos que un grupo de directivos y docentes universitarios de Bogota, que se llevaron los mapas de visitas PARALASALA en Getsemaní, fueron hasta el barrio y se acercaron a todas y cada una de las salas del proyecto, donde fueron recibidos como visita por sus anfitriones, así como ellos hicieron inicialmente con nosotros (Equilátero) y nosotros hicimos con ellos y con todos al recibirlos en el museo.
Nota: La frase de invitación en el mencionado cruzacalle del barrio decía en realidad:"Señor, Señora, donde recibe usted la visita?".
Lejos del centro
Descentralizar. Descentralizar el discurso y también el arte.
Veamos la contradicción: éxito – fracaso adentro – afuera arte popular – arte elitista el museo es bueno (valida el trabajo de los artistas) – el barrio es malo (allí se confunden las cosas con la vida cotidiana y la gente hace arte sin saber).
Pareciera que la intención es clara pero no la comprendo. Hacer arte no-institucional con y desde las instituciones puede ser peligroso, o lo que es peor, un sabotaje, sin serlo. Lo que quieren ustedes es desmantelar, para mirar de otro modo, mostrar el cómo para repensar el qué. El problema puede ser mío; es mío. Me parece innecesaria la vuelta. Demasiada filosofía para mi gusto.
Es tentador trazar el recorrido, pero peligroso. Los cambios ocurren rápido y las instituciones no se repiensan a esa velocidad, mucho menos se restructuran. No vamos a coincidir nunca. Entonces las cosas parecen lo que no son. Ese debate (el debate sobre qué es arte, y qué no) deja de ser interesante. En eso estamos de acuerdo, creo, espero. Los soportes son múltiples, todo vale. No queremos perdernos en el juego de la representación.
Una contradicción, porque es algo así como ponerse smoking con zapatos tenis. Algo no está bien. Es una vuelta innecesaria. Mi temor (que es solo mío) es que parezca una moda incomprendida, inútil. Un gesto del arte contemporáneo, otra idea. Una actitud de rockero rebelde, una apariencia. ¿La invitación no es a borrar las líneas que separan el arte y la vida? Así las cosas, las líneas ahora parecen un muro con alambre de púas.
Problema, el de la centralización; a mayor centralización, mas marginalidad. Centralización de la información también, de los conceptos. Arte crítico al fin y al cabo. Los habitantes de Getsemaní se pusieron su mejor pinta para ir al museo, pero murieron allí. ¿Cuándo volverán? ¿Qué tiene el museo que no tenga el barrio?
Nadie ha dicho que sea fácil.
Sin ánimo,
Maria Posse