El caso de Anna Odell ha sido el tema favorito de los media en Suecia durante los últimos meses. Todo bastante fuera de lugar.
Explicación rápida: Anna Odell es una estudiante de una de las facultades de Bellas Artes de Estocolmo. Su proyecto final de curso consiste en una crítica al sistema sanitario en relación a los intentos de suicidio. Esperando en un puente sin zapatos, busca la reacción de la gente hasta que la policía se la lleva al hospital. En el hospital la atan a una cama y la sedan. Al día siguiente, ella informa de que todo ha sido una ficción para su trabajo artístico con la intención de denunciar el mal trato en el hospital en casos de intentos de suicidio. El proyecto está a medias, faltan unos meses para la exposición de fin de curso. La prensa se entera de lo que ha pasado. Aparece en prensa. Aparece muchísimo. La policía denuncia a la artista. El hospital también. El rector de la facultad critica a la artista. En la facultad se ponen muy nerviosos y contratan a un abogado para analizar las obras que se presentarán en exposición para ver si se pueden exponer o no. La prensa ataca duramente a la artista, pide responsabilidades a la facultad y se desata el debate sobre los límites del arte, los límites de la libertad de prensa (los periodistas hacen a veces lo de hacerse pasar por otros para investigar). Al mismo tiempo, se presenta la exposición de Santiago Sierra en Magasin3. A algunos periodistas les parece raro que sea «provocativo» desde dentro de la institución y piden acción directa. No se relacionan las dos cosas en ningún momento. Pasan los meses y Anna Odell decide no hablar. «Lo que tengo que decir ya se verá en la obra». Se inaugura la exposición. La pieza cuenta que hace unos diez años Anna Odell intentó suicidarse y que le trataron fatal en el mismo hospital. También en la pieza ella pregunta a un abogado qué puede hacer y qué no puede hacer como artista. El debate se va absolutamente de madre y los temas que Anna Odell quiere tratar (los límites de decisión personal y el poder en los hospitales) no se tocan. Llega el momento del juicio. Le cae un a pena menor. Estamos hablando de una estudiante de arte que ha sido portada de todos los tabloides, motivo de millones de artículos y carne de escarnio público.
Y todo el mundo opinando, en cafeterías, peluquerías, trenes y donde sea. Pero… ¿Se trata de un debate de calidad? ¿Se trata del debate que Anna Odell quería provocar? ¿Se puede provocar y controlar un debate?
Marti Manen
Originalmente en a-desk*