Tal parece que con el señor Abril volvemos a las teorías maniqueas, casi macartistas,de Mouffe de que, en efecto, existe un arte de «derecha», que apoya el «statu quo» y uno de «izquierda» que tiene la capacidad de erosionarlo.
Desde luego cada uno cita, o manosea, el Benjamin que le conviene o tal vez el único que conoce y le enseñan en la facultad. No se si este señor conoce el Walter Benjamín de «El autor como Productor» (1934) cuando nos recuerda que «el aparato de producción capitalista no solo es capaz de asimilar, sino sobre todo de propagar una cantidad impresionante de temas revolucionarios sin jamás poner en riesgo su existencia» y es en ese sentido que para el efecto, es tan decorativo un bodegón de papayas como una marcha campesina de Sebastiao Salgado o el rostro del niño ruandés de Alfredo Jaar que de hecho dan al sistema la reputación de tolerancia crítica que las papayas no le dan y da al concepto de decoración un aura moral que aquellas no tienen y que hacen que el sistema al promocionarlos se cure terapeuticamente de sus culpas. No sé pero hasta donde entiendo, el «arte político» no cuelga de las paredes de las ONGs, de las fábricas o los sindicatos sino de las oficinas de los presidentes corporativos. Es decir, el destino más anti-benjaminiano posible.
Tampoco sé si éste señor conoce el Walter Benjamin que habla de «La lucha contra la miseria como objeto de consumo y parte del cabaret cultural». O el que habla del «confort de lo inconfortable» que valida lo marginal como objeto de decoración y de que «la lucha no es entre el capitalismo y la mente.»
Desde luego ni modo de que el solemne fantasma parlante nos recuerde que «El compromiso político por mas revolucionario que parezca funciona de modo contra-revolucionario cuando la solidaridad con el pueblo es solo estética.»
Pensar que existe actualmente un arte que hace mella en el sistema por su naturaleza puramente estilística y asumir una teatralidad pertinente que por lo visto ya es materia en las facultades de Artes, parece ser más que una actitud política, una actitud esotérico-conceptual y sentimental : es decir Religión. El hecho de que siga siendo un misterio teológico no solo la formación política sino la «agenda» política de los artistas y docentes y su máxima definición de política como «vinculación solidaria a lo social desde lo estético» que tiene que ver más con la fracasada «Teología de la liberación» de Freire que con otra cosa, así lo confirman.
Ya no estamos en las épocas de Nirma Zárate. Hoy en día favorecer el «arte político» o no no es ya más una cuestión política: es simple y llanamente una cuestión de preferencias del GUSTO que necesita (Kant) ser impuesta autoritariamente.
El arte y la «actitud» políticas son solo preferencias burguesas (y por contagio pequeñoburguesas) del Gusto promocionadas con un bello y prestigioso discurso moral de izquierda para imponer al mercado un producto. La «Marcha campesina» digamos, por sobre la competencia de «Las papayas». Pero dicho producto, el arte que «no es pasivo de cara al sistema», de «izquierda», utiliza el mismo principio publicitario (principio de Seguela) de cualquier desodorante Axe:
«La profesión de la publicidad es darle talento al consumo. Tiene que borrar el aburrimiento de la compra cotidiana, vistiendo de sueños los productos que, sin ella, no serían más que lo que son… En cada consumidor hay un poeta que duerme. Ése es al que la publicidad tiene que despertar. Nuestra profesión hace entrar humo por un lado del túnel, y ver salir una locomotora por el otro lado.»
Y claro, fungir de Savonarola con las taxonomías tendenciosas de Mouffe se volvería en la praxis de mercado….¿cómo lo llama Danto: …colaboracionismo cultural ?
Carlos Salazar