La exposición se estancó. El formato expositivo tradicional, el entender la exposición como un producto que precede al anterior y procede al siguiente proyecto expositivo parece casi disgustar al sector artístico. El gusto por la eventualización conlleva que el ritmo expositivo “tradicional” contenga demasiados momentos de inactividad.
La exposición, espacio en perpetuo presente, igual desde el día después a su inauguración, sin novedad ni modificación hasta su cierre (descontando los problemas técnicos de proyectores que dejan de funcionar, vídeos que no se ponen en marcha porque, total, a nadie le importa ya la exposición una vez inaugurada y por allí se pasearán los vigilantes, informadores de sala, algún técnico que pasará de vez en cuando o, en espacios de presentación pequeños, nadie en particular porque no estará previsto que nadie esté en la exposición más que para abrir la puerta a algún molesto visitante) parece haber perdido su encanto.
Después de la interiorización –ya sin ruborizarse- de las prácticas relacionales, de la asimilación absoluta del proyecto en proceso, de lo contextual, de los contactos con las esferas teatrales, musicales o políticas, asumiendo la voluntad de no cerrar discursos y en paralelo a ejercicios de la práctica educativa que buscan de una discusión activa, la exposición “tradicional” parece convertirse en un formato no auténticamente apto para la presentación, o la generación, de la creación artística contemporánea.
Y no pasa nada. Nada grave, vaya. La exposición se parchea para intentar que el espacio a ocupar responda a las expectativas de los artistas, obras, comisarios, educadores, usuarios, agentes paralelos y todos aquellos que participan activamente del entramado que conforma la creación artística contemporánea. El ritmo se acelera dentro de la exposición, los workshops y seminarios se incorporan de un modo casi natural a ella y empieza a ser impensable realizar un proyecto expositivo que no cuente con su programa de actividades paralelas que permitan generar otros momentos de contacto social y de creación de discurso en presente. La exposición dejó de ser un discurso cerrado para ser una plataforma para generar múltiples posibilidades. Falta por ver si estamos preparados para tal velocidad; técnicamente y mentalmente. Técnicamente pensando en que los equipos de trabajo en las plataformas de presentación artística no aumentan en paralelo a los cambios sufridos en los modos de presentación. O sea, la misma gente –los mismos trabajadores- deben asumir mucha más carga laboral para rellenar muchos más momentos de contenido así como su comunicación. Mentalmente porque aún no sabemos si los usuarios aguantarán. Aunque, claro, el punto de partida es que ya no buscamos masas y cifras de público espectaculares, sino que nos interesa más establecer un diálogo de tu a tu y, por este motivo, es mucho mejor trabajar con grupos pequeños de gente con quien interactuar directamente. Algo que puede entenderse como un gesto a la defensiva, ya que si nadie es capaz de tomar parte activamente en la totalidad de este formato híbrido de exposición, desarticulamos la posibilidad crítica frente al cómputo de contenidos.
¿Y qué pasará con los comisarios externos? ¿Si este sistema de trabajo obliga a estar activo durante todo el tiempo de la exposición, cómo se podrán estar pensando las siguientes propuestas desde cierto razonamiento o investigación cuando no hay momento para tal cosa? ¿Es la sala de exposiciones el espacio físico para la investigación? ¿Será el espacio expositivo únicamente “dominable” por aquellos que trabajan desde dentro de la institución, aún con horarios laborales (flexibles, como no)? ¿Vivirá el comisario externo en la exposición? ¿Tiene vida privada el comisario? ¿Nos cansaremos de tanto vuelo arriba y abajo para estos workhsops y sesiones de trabajo que se van multiplicando exponencialmente? ¿Y los artistas? ¿Trabajan su obra en la exposición o antes de la exposición? ¿Qué haremos con toda la documentación generada a partir de la multiplicación de actividades dentro de la exposición? ¿Disponemos de las herramientas necesarias para documentar y evaluar todos estos procesos de velocidad?
Lo que destaca es esta necesidad de ofrecer momentos •”auténticos”, situaciones de verdad, realidades que ocurren frente a nuestros ojos y que vivimos como si la experiencia de visitar la exposición fuera más parecida a la de asistir a un concierto o a una representación teatral. Hasta cierto punto, tiene lógica que esta voluntad para la actividad “en directo” sea casi una respuesta pendular al gusto por los archivos, por los documentos que –en exposición- separan fríamente al espectador del lugar del crimen.
Varias propuestas expositivas conviven en este momento moviéndose dentro de los parámetros de esta activación permanente del espacio expositivo. Encontramos varios ejemplos (son muchos más) que nos sirver para entender el amplio espectro de posibilidades a las que nos enfrentamos. Ejemplos como “El principio de incertidumbre” en el Macba (en el espacio físico de La Capella dels Àngels, una “ampliación” del museo que necesitaba de una definición propia, de una identidad). Bajo el comisariado de Chus Martínez, el espacio físico se ha convertido en un lugar de encuentro, donde la performance y las conferencias de alto voltaje conforman el peso de la programación, con un diseño de espacio que hábilmente elimina el peso religioso del espacio para convertirlo en algo más próximo al ambiente del teatro experimental independiente.
En “Playing the city”, en la Schirn Kunsthalle de Frankfurt, la exposición se convierte en el campo de creación para obras en proceso. El espacio expositivo ofrece momentos, evoluciones de las obras y se convierte en algo más que un laboratorio, ya que no se trata de experimentos para algo que será sino de algo que es en este preciso instante.
Y en la Royal Academy en Londres, la exposición de fin de curso ofrecía, en su parcelamiento curatorial, una propuesta como “Office of real time activity”, donde el ritmo de actividades obligaba a los responsables del proyecto expositivo a estar casi permanentemente en la sala de exposiciones “enfrentándose” a un público asistente que, por fin, se encuentra con alguien con quien dialogar y a quien cuestionar aquello que está sucediendo en ese momento.
Marti Manen
Publicado por A-desk*