Ahora llueve terriblemente sobre la ciudad de Bucaramanga, son las 19 horas con 29 minutos, pero esta mañana el aspecto de la ciudad bonita en realidad invitaba a recorrerla, todo sol y calor, de ese que acostumbramos a añorar. En la madrugada de este día sábado contrastadísimo, cuando me dispuse a sacar a mi perro » roco» a su habitual recorrido lúdico letrínico por la concha acústica, el parque más cercano, tuve un poderoso impulso de escritura sobre las obras que hacen parte de nuestra curaduría «región Imaginada» para el 12º Salón Regional de Artistas, ya que a decir verdad, lo tenía todo, toda la crítica fresquita y, por ende, sabía que iba a decir de cada obra, pese a toda la interferencia de la multitud y el show mediático de caracteriza las inauguraciones artísticas.
Ese impulso tan sentido de escritura crítica casi justiciera, me lo reservé hasta tanto, no pudiera, a través de una revisión cuidada y diagnóstica del salón, incursionar con detalle sobre cada obra- hay que aclarar que vivo fuera de la ciudad y disponía de esta tarde para visitar las exposiciones-. Mi pretensión era inocente y si se quiere académica: ver las obras y escribir, obra por obra, lectura por lectura mis impresiones sobre lo que seleccionamos por fotos y el resultado de la obra montada y puesta en escena. Nada de esto se pudo hacer por la segunda de las protervias que al final del texto comentaré.
Primero, la primaria y en ese orden de ideas haré referencia a la primera de las protervias que surgieron en este 12º Salón de Artistas Regionales. Se trata de la obra del artista Jorge Torres Gonzáles, instalación del exceso, atropello de posibles buenas ideas, performance débil y desfigurado, pero rescatable en ella la declaración que el artista rabiosa, estridente, lúcida, tremenda y libertariamente dijo: «TODOS LOS DIRIGENTES DE ESTE PAIS SON UNOS HIJUEPUTAS». Yo, me reservé esta valiente declaración como un acto de resistencia puro al cual le asiste toda la razón y en todo sentido; su idea de voz retumbó en mi celebro con una fuerza tenaz, develando en mi propia interioridad el desgaste que implica vivir en un país con tanta inequidad y abuso de poder, en este caso vinculado al manejo del hambre nacional e internacional. El poder sirve por su abuso, ese fue el mensaje intrínsico del grito perforador del artista, y este poder, chiquito y pobre lo ejercemos todos los colombianos frente a todos los colombianos. Pero lo feo y lo chiquito se convierten en manos de directores de museos y malformados asistentes de museología en ridícula expresión de guetos e histerias mesiánicas. Desde aquí, doy paso a la segunda de las protervias prometidas.
La segunda protervia, duplo exegético de la nada en la certidumbre ramboide de Torres, se materializó cuando nos acercamos, el artista Emel Meneses y Yo, al Museo de Arte Moderno de la ciudad de Bucaramanga, una de las sedes del 12º Salón regional de Artistas, con la intención de visitar la exposición en pleno día y horario laboral. La sorpresa fue que el celador del Museo no nos dejo entrar a ver las exposiciones. Para mí y creo que para buena parte de los Bumangueses y turistas que visitan la ciudad, la idea de un museo debe ser sinónimo de un lugar apacible, abierto, generoso, confortable, amable, luminoso, espacioso, planificado y lleno de cosas que ver; es decir, un museo representa en el subconsciente colectivo un espacio a descubrir frente a la opacidad y absurdo de la vida cotidiana. El museo es un organismo viviente y en constante interacción con la sociedad, de lo contrario no queda de él sino un contenedor, que contiene, una nada no ontológica, que ni siquiera es contingente del vacío. Ya, en una de mis visitas a Bucaramanga, creo haber renunciado a la idea de visitar el Museo de Arte Moderno por empezar a asociarlo con un lugar que siempre se encuentra cerrado con rejas altas y grises, de candados grandes y obras, sí obras, que nadie puede a la final observar. Este Museo con exceso de miedos y desconfianzas, ya no cumple la función primaria y poética que nuestra nostalgia sin memoria le ha depositado; No pudimos, simplemente, artista participante y curador de la muestra, entrar en esta oportunidad al Museo, la directora señora Lucila Gonzáles había ordenado a un asustado y escuálido vigilante que, nadie, a excepción de la señorita Diana Martínez (la actual coordinadora de Artes Plásticas del MAMB) podía ingresar al recinto. No bastaron las insistentes llamadas a Diana, para que ella a su vez llamara a Lucila a pedirle permiso, la cual fríamente y por teléfono no autorizó nuestro ingreso; no bastó el argumento de mi regreso inmediato a Pereira, total, ahora me veo forzado a escribir mi diagnóstico y reflexión critica de las obras, otra vez a través de fotografías, como si se tratara de un anunciado secuestro de la imagen, de las obras. Si Jorge Torres declaró que todos los dirigentes de este país son unos HIJUEPUTAS, yo declaro abiertamente y sin rodeos que me sentí humillado, ultrajado, maltratado y menospreciado por el Museo de Arte Moderno de Bucaramanga. Me pregunto Diana, si en esas desesperadas llamadas que le hice para entrar al Museo le hubiera dicho, que venía acompañado de Javier Gil u otro personaje que nos suene de afuera, del Mincultura, el destino de mi visita hubiera sido otro. Parece una tontería esto que nos pasó, y que la vaina no da para tanto, pero yo por lo menos estoy «mamado» de tanta paranoia, intransigencia, maltrato y puertas cerradas. La segunda protervia amigos, la dije con rabia en el taxi que me llevaba a casa: ESTO ES UNA MIERDA.
Oscar Salamanca.