He visto las imágenes de los performances de Tania Bruguera. A estas las preceden los comentarios, opiniones y juicios de todos aquellos que fueron y vieron la obra de la artista, al igual que de aquellos que lo vieron por captaciones y transmisiones. Como es de esperarse, internet, al igual que el museo y que los otros cubos (e hipercubos) blancos, no es neutro ni objetivo, por lo cual he decidido leer la mayor parte de las documentaciones publicadas, con el fin de perfilar mis lecturas y preguntas generadas por la pasada de la raya de la artista cubana en Bogotá.
Primera pausa. Qué espera usted de la mano del artista (extranjero)?
Apropiándome e interviniendo el título de la obra de Humberto Junca, mis primeras reflexiones se posan sobre la pertinencia de obras POLITICAS hechas por artistas extranjeros, cuando los contextos locales no les tocan directamente. Antes de Tania Bruguera (el satánico menage-à-trois guerrilla, paramilitares y droga), estuvo Pierre Pinochelli (el diabólico trio farc-autodefensas-Ingrid Betancour), y Gianni Motti (sus mensaje telepáticos dirigidos contra Ernesto Samper para que dimisione de la presidencia). Estos tres ejemplos de obras, y de las reacciones despertadas en el público, desembocan en el mismo punto: un rechazo de los colombianos por una intromisión en la vida del país.
Estas tres obras, fuera de ser ejemplos de intervenciones artísticas muy pobres (simples reciclajes simbólicos hipermediatizados de coyunturas sociales, reducciones formuladas por el furor de lo anecdótico y de lo informativo de último momento), me enfrentan a preguntas como: Es legítima la exclusividad de estos temas para los artistas nacionales? O, refomulando, por qué los espectadores (artistas o no) reaccionan solo con las intervenciones internacionales y no con las nacionales?
Es típico ver que frente a las adversidades siempre se levanta ese falso y envidioso espíritu de nacionalismo. Es el sentimiento de rechazo cuando se confronta y reconoce la imagen estereotipada del conflicto colombiano en el resto del mundo. Al mismo tiempo me pregunto si no es la reacción que despierta aún ese complejo de inferioridad del colombiano frente al extranjero reconocido (de éxito). Hay que recordar o informar que una de las estrategias de Tania Bruguera, utilizadas en sus últimos performances, ha sido de hacer reaccionar el público para que este sabotee su obra. Estas reacciones solo han afirmado la metodología de una obra poco interesante que busca inscribirse en la historia del arte por el heroísmo de su creadora.
Queda por preguntarse por qué la curaduría del evento aceptó este proyecto, sabiendo las suceptibilidades que iba a despertar. Se buscaba un efecto pantalla para llamar la atención de la gente? Por qué su reación de desaprobación después del acto llevado a cabo? O aún mejor, hubieran sido capaces de hacer lo mismo con un artista colombiano?
Segunda pausa. Legalidad versus Legitimidad.
Si la mano del artista hace arte, podremos llamar esta acción artistear. Pero cómo artistear y en dónde? Sabemos que toda artisteada tendrá una justificación bien o mal alimentada por su creador. Provocar un encuentro entre une representación de la guerrilla, una de las fuerzas paramilitares y LA COCAINA, en otros términos, reunir los criminales internacionales latinoamericanos por excelencia sin explicar sus vínculos, en un ámbito constructivo, de diálogo y de formación como la Universidad, tiene la insulsa intensión de pasar la raya, el límite, gratuitamente. Es una reducción más del pensamiento artístico al poner objetos ilegales en exhibición (incluyendo en objetos los discursos de los sujetos). Hacer de esta ilegalidad, un consumo visual, cultural, olfativo, entre otros.
Creo que hacer un ready made con estos elementos amputados de un contexto desconocido es muy decepcionanate por parte de un artista de Reputación internacional, pero al mismo tiempo no me sorprende, cuando vemos en Europa y en América, el insaciable hambre de la esfera artística por exponer obras sensacionalistas y que ponen en primer plano los conflictos sociales de los países menos favorizados, o los problemas políticos internos de estos (corrupción, nepotismo, tiranías, dictaturas, asesinatos, etc). La artista cubana ha sabido jugar con sus orígenes, para posicionarse como alguien que tiene el peso moral y la pertinencia para hablar de estos temas, si tenemos en cuenta sus orígenes. Pero creo que hay que ver más lejos y hay que preguntarse si el mundo del arte ha reemplazado la exhibición del arte aborigen por quella del arte de los desfavorecidos, y que muchos artistas sacan provecho de esta desigualdad jerárquica y humana como estrategia de mercado.
Ahora, pasando del otro lado y sirviendo de abogado del diablo, o peor aún, de sembrador de cizaña, cuestiono la posición de los organizadores del evento. Ellos, con el pleno conocimiento de la obra en mención, intentaron excusar (o hacer comprender o simplemente advertir) la legitimidad de la obra y del artista antes de abrir las puertas. Después, de forma bastante hipócrita condenaron en frente de todos el performance, sirviéndose de la excusa de la legalidad del contexto. Utilizan un artista para atraer gente y después niegan las artistadas que ellos han patrocinado? Es cierto, la producción de droga ha generado muertes, conflictos bélicos, desplazamientos humanos, mulas, arrestos, etc, etc, pero estas razones no justifican la actitud del comisariado del evento, el cual quedó, como se dice popularmente, tirando la piedra y escondiendo la mano.
Frente a la encrucijada legitimidad artística y legalidad normativa, las instituciones (organizadores de eventos, galerías, museos, independientes, underground, etc), podrán algún día dejar de lado la excusa de la legalidad para poder dar un espacio ajeno a los prejuicios morales y cívicos, y aceptar proyectos sin que el razgamiento de vestiduras se imponga frente a la calidad de la obra o de su lectura. Y si se llegara a esta utopía, los artistas podrían aceptar el desafío de hacer artistadas menos sensacionalistas o amarillistas?
Pero, siguiendo los comentarios de Andrés Matute, mas allá de mi apreciación negativa de la obra, asimismo de la posición del público del performance y de la institución organizadora durante el mismo, son los efectos de ésta, y esta serie de cuestionamientos las que marcan una eficacia del proyecto: la obra que sale de sí misma, y de su autor, un accidente del o en el proceso.
Carlos Franklin