Ante una situación relacionada con el plagio académico varias voces recomiendan entregarse a la lectura que hace la Revista Arquitrave sobre el caso de la profesora Luz Mery Giraldo y su condena ante ley.
Sugiero no limitar la lectura a lo que dice la revista y leer también el documento en PDF que acompaña la sentencia por “violación a los derechos morales de autor”; esto con el fin de ver si el Tribunal de Distrito Judicial de Bogotá ha sido capaz de precisar el problema o si existen zonas que la ley, por ceguera, pereza o incompetencia, no ha podido ver; por ejemplo, el dictamen dice: “El despacho omitió analizar y pronunciarse sobre pruebas, tales como los trabajos y publicaciones que ha realizado la procesada, el estudio comparativo entres los textos de ésta anteriores a la tesis de la denunciante”.
También, el texto “Plagio y medios” de Magdalena Holguín, publicado en Semana(http://www.semana.com/wf_InfoArticulo.aspx?idArt=111044),
hace un análisis que merece ser tenido en cuenta y, por ejemplo, dice sobre el fallo: “está lleno de presunciones que perjudican a la acusada, entre ellas el hecho de que no se tengan en cuenta las declaraciones y las pruebas que la favorecen. Los testimonios a su favor se desestiman argumentando que los declarantes eran colegas o alumnos suyos, y el concepto del otro perito, que la exonera, tampoco es analizado.”
Si el interés persiste sugiero leer “El mundo poético de Giovanni Quessep” de Rosa María Londoño y cotejarlo con el texto “Giovanni Quessep: el encanto de la poesía”, firmado por Luz Mery Giraldo, que apareció publicado en la Revista Casa Grande, en 1997. Y analizar en detalle las semejanzas, similitudes y diferencias; al parecer todos andan felices o infelices con el fallo, pero en ningún lugar se encuentra un análisis detallado de crítica literaria que coteje ambos escritos.
Tener como única fuente de consulta lo que dijo la ley es un acto de confianza en nuestras instituciones… los que apoyan ciegamente la sentencia seguro conciben el sistema legal colombiano como un ente justo, imparcial y eficaz (así el fallo de este juicio haya tardado más de 10 años en llegar a una resolución).
Con respecto a la Revista Arquitrave la recomiendo, pero no tanto por sus diatribas legales, semejantes a las peroratas de los que hacemos crítica institucional en otros foros de Internet, sino por sus contenidos. Y también recomiendo a su director, Harold Alvarado Tenorio, pero no tanto como denunciante de plagios y exponente de los roscogramas del gremio literario (nadaistas incluidos), sino como plagiador, y por cierto muy inteligente; sobre el “plagio inteligente” el documento del Tribunal de Distrito Judicial de Bogotá dice: “Los doctrinantes de estos derechos hablan de «plagio», que puede ser burdo (cuando la obra se reproduce en su integridad de modo idéntico al original) e inteligente (cuando le reproducción es parcial o cuando se le acompaña de agregados que pretenden mimetizarla para que pase desapercibida la reproducción integral)”.
Harold Alvarado Tenorio es un “plagiador inteligente”, un creador, y él lo sabe y lo asume en un texto publicado en la Revista Número, titulado “De como escribí un prólogo de Borges” (http://revistanumero.rcnnet.com/Default.aspx?tabid=113). También, no sobra leer el texto que revivió esta situación, “Alvarado Tenorio, autor de Borges” escrito por Héctor Abad Faciolince publicado en Cromos (http://www.cromos.com.co/cromos/Secciones/Articulo.aspx?idn=1434). Y si todavía quedan ganas de seguir leyendo, se puede revisar el texto “Un impostor llamado Harold Alvarado Tenorio” por Harold Alvarado Tenorio (http://www.ciudadviva.gov.co/febrero07/magazine/1/).
No trato de establecer un sistema exacto de equivalencias con el caso de la profesora Luz Mery Giraldo, cada caso es cada caso, pero si plantear preguntas sobre los límites del autor y la susceptibilidad y vindicación que genera esta figura y su “moral” (por algo se llaman “derechos morales). Tal vez la reacción generosa de Jorge Luis Borges, ante el plagio de que fue objeto por parte de Alvarado Tenorio, puede servir de enseñanza:
“Los pareceres y el estilo [del prólogo] concuerdan con lo que yo hubiera podido escribir. Asimismo, las autoridades que alega. El texto corresponden a mis preferencias. (…) También es raro que mi memoria haya dejado caer un nombre tan singular como Harold Alvarado Tenorio, pero a los 73 años el olvido es harto accesible. Pienso que el “prólogo” es una afortunada parodia, que debo agradecer”.
—Lucas Ospina
Fallo >
http://www.arquitrave.com/difusion/lgiraldocondena.pdf