“Primero estaba la prensa, luego vino el mundo”
—Karl Kraus
En 1980, durante una pugna electoral en Jamaica, el periódico The Dayly Gleaner puso en portada de una de sus ediciones la foto de tres ministros de gobierno para ilustrar una noticia de política que anunciaba cambios en el gabinete. Al lado de esa noticia ubicó un titular inmenso que involucraba a otros varones: “23 hombres violan a muchacha de 15 años”. La contigüidad entre las dos noticias hizo que una sola asociación fuera inevitable, las emociones siempre son reales y por un instante los ministros fueron violadores.
El periódico, como tantos otros a lo largo y ancho de América Latina, había sufrido una mutación, un cambio de dueños, y en ese momento había caído bajo el influjo de la CIA que lo usaba para manipular los contenidos a favor de la política del gobierno de Estados Unidos.
Estas lecciones de propaganda no son de uso exclusivo de la CIA o de la KGB o de la derecha o de la izquierda, y la idea de que el periodismo se debe a la verdad es una noción tan reciente como bienpensante. El objetivo de la prensa, su origen, siempre ha estado marcado por las agendas políticas y económicas de uno u otro bando que se arrogan el poder de informar para definir lo que es real. Ya lo decía con meridiana claridad Julio Mario Santo Domingo, el gran patriarca del grupo económico colombiano, que hoy en día posee un conglomerado de medios e influye en otros tantos a punta de pauta: ““Los medios de comunicación son como un revólver, cuando uno lo necesita, lo saca y dispara.”
“Tu amor es un periódico de ayer que nadie más procura ya leer”, dice la canción, pero vale la pena mirar un día después el titular que disparó el periódico El Tiempo ayer en su portada del 20 de marzo. El encabezado “Cae el telón para Petro” protagoniza en primera página. Sin embargo, a pesar de la importancia de la noticia, no hay foto del protagonista, del Alcalde de Bogotá que fue destituido por el Procurador y ratificada su destitución por el único que lo podía salvar, el Presidente Juan Manuel Santos.
Y no es que el editor del periódico no supiera sobre la necesidad —y necedad— que tenemos de ponerle una cara a la noticia. Tampoco es que no la tuviera. Tal vez, jugando a la quiromancia de la información, quiso ahorrarnos la impresión emocional real sobre el caso Petro. Pero solo “tal vez”, no es posible que en El Tiempo sean tan obvios.
Abajo, justo abajo de la noticia de petro-política, tras la tímida frontera punteada que separa una información de otra, El Tiempo ha puesto una foto de “Cultura”. En ella vemos, en gran despliegue y a todo color, a una patota de vistosos bufones callejeros, vestidos con orejas y narices de ratón y armados con recogedores de basura. En la leyenda de la foto se nos informa que se trata de la apertura de las presentaciones callejeras del Festival Iberoamericano de Teatro y que la comparsa se llama “La fábula de Don Residuo”. Es decir, si usted, por pura casualidad, estuvo ayer por el centro de Bogotá y vio una actividad inusual, bien fuera unos cuantos saltinbanquis en la carrera séptima o una muchedumbre en una gran plaza con un señor montado en un balcón dando arengas a partir de un problema de residuos de basuras, no era más que teatro, puro teatro, falsedad bien ensayada, estudiado simulacro. La obra de un payaso grandilocuente que concluía ayer su última presentación oficial, sí, “Cae el telón para Petro”, Petro se escribe con «p» de payaso, no más balcón, fin de la Petrohistoria, se termina la crítica a un crítico que para bien y para mal intentó pasar de la crítica a la acción.
El Tiempo corona su labor de pastillaje informativo con una píldora de statu quo que invita a leer el editorial del periódico, una incitación a la mesura luego del englobe cultural: “El camino correcto”, dice el pequeño pero significativo titular (una ruta que seguro podrá ser recorrida en la comodidad del automovil que se anuncia al final de la portada: la última Range Rover Evoque desde $127.900.000, «Decora tu vida, conquista la ciudad»).
Estamos ante una portada de antología para el diseño gráfico de la Patria, felicitaciones al equipo periodístico que la compuso, a Roberto Pombo que actúa como Editor General de El Tiempo (“Premio CPB al Mérito periodístico 2014”) y, ante todo, a su accionista principal, al Doctor Luis Carlos Sarmiento, que parece haber aprendido muy bien las lecciones de ética periodística de Don Julio Mario.
Larga vida a este periodismo que con El Heraldo informa a El Espectador y a El Colombiano, voz a Voz, semana a Semana en El Tiempo en El País por El Siglo de los siglos, en radio cadenas nacionales y en canales unos capitales como un Caracol que conoce bien el Kienyke entre El Espacio y las Dos Orillas de La República, amen.