Decálogo de autoayuda para espectadores intimidados por las exposiciones de arte (versión 2011).
1. No preste demasiada atención a lo que dice el artista sobre su propia obra; los artistas no saben bien por qué hacen lo que hacen, ocultan el rastro incierto que los llevó a un hecho estético bajo el trazo legible de una finalidad política o social, la grieta que abren con el arte la taponan con la lápida de un título pomposo. Las declaraciones de muchos artistas son producto de la culpa que sienten por el ocio creativo que detentan.
2. Anteponga el arte al artista; usted puede estar a solas con la obra de arte, sea insaciable y egoísta —más no celoso o autista—.
3. ¡Deténgase! No permita que el prestigio de un galardón o un caso de censura sea lo único que invita a mirar con atención una obra de arte; las alabanzas o las canalladas son como las tetas: una esta mal, dos son perfectas, pero tres, aunque le añadan volumen al argumento, son monstruosas.
4. Si usted descubre la fórmula que compone una obra de arte tenga cuidado con atribuirle una preparación demasiado precisa, la facilidad de los resultados es engañosa.
5. Las obras de arte sólo exageran algo que usted ya sabe; en algunos casos el desprecio radical que usted siente por una obra no es más que una forma velada de autocrítica.
6. Póngale comillas al “crítico”; desconfíe de todo discurso que en miras a ganar contundencia no matiza: el enfrentamiento con una obra de arte exige un escudo de armas cargado de interrogantes; cambie el “es” del crítico por el “tal vez” del lenguaje. Solo el arte es más verdadero que la política o la religión pues abraza la incertidumbre y miente con la verdad: déjese amacizar, déjese engañar.
7. La cultura ha parido los únicos tres enemigos que tiene una obra de arte: el artista, el crítico y el espectador, —intente por un breve momento no ser como ellos—. Cuando la cultura va, el arte ya ha ido y vuelto, si la cultura es el registro civil de la estética, las obras de arte son hijos ilegítimos que no hay que registrar en notaría.
8. Ante las explicaciones, dude; no trate de conocer las obras de arte, trate de comprenderlas; devuelva a sus ojos la ignorancia, vaya paso a paso en su lectura, evítese los resúmenes. Describa e interprete; no interprete primero y luego describa.
9. Llegue a las obras de arte cuando están distraídas, ¡sorpréndalas!
10. Sea profundamente superficial, mire al frente, mire abajo y mire arriba; son los espectadores superficiales los únicos que no juzgan por las apariencias. Si sólo quiere ideas acuda a una iglesia de cienciología; si sólo quiere formas vaya a un almacén de pantuflas; pero si es incapaz de separar la forma de las ideas, ensaye una dulcería o disfrute de la exposición de arte. Las exposiciones de arte son una pasión quieta, una nadería comparada con la orgia titilante e interactiva de las experiencias mediáticas actuales. Aprenda algo de la quietud del arte, esa indiferencia esconde un regalo: usted dejará de existir por un instante.
(Publicado en Revista Arcadia # 46)