Ya que estamos tan propositivos y que las instituciones están tan abiertas a las críticas, nada mejor que pensar en eventos que apoyen la voluntad autocrítica que parece sustentar el discurso institucional contemporáneo (y esto se puede hacer desde su interior, o desde un espacio independiente de carácter expositivo, editorial o electrónico).
El artista franco danés Thierry Geoffroy ha venido presentando en instituciones de distintos países (PS1, Bienal de Venecia, etc) el Emergency room que, como su nombre lo indica, crea un espacio emergente de reflexión crítica al interior de la institución para minimizar el proceso de intermediación institucional que termina formateando todo lo que expone.
Obviamente, también hay grados de mediación con los temas con los que Geoffroy convoca a los 20 o 30 artistas a participar en el Emergency Room (los trabajos son sobre el ahora, lo que sucede en el momento según los medios, cosa que en nuestro medio es el pan de cada día, como lo demuestra la colección Daros..)
Una versión local podría llamarse el Panic Room y sería posible de realizar en momentos en que la legitimidad de una institución se volatiliza, ya sea por malas prácticas burocráticas, diplomáticas, académicas, económicas o curatoriales (Wilson Díaz ya hizo su versión con todo el debate que conocemos).
En vez de la anacrónica Sala de proyectos, sería intersante abrir un Panic room en la Alzate, el MamBo o la BLAA. O como proyecto independiente (en un local, en Internet, etc) e invitar a un grupo de artistas a trabajar en torno a estas situaciones, personajes y problemas que afectan a estas instituciones (retratos de la familia Alzate -Berna incluída, Gloria Zea en su villa italiana lejos del stress del MamBo, Víctor Manuel Rodriguez de jogging con María Belén Sáez y así sucesivamente…)
Cierro con una breve presentación del Emergency Room (me muero de la pena, pero no la encontré en español):
«Normally, an artist has to wait months or years to create an exhibition because it is necessary to negotiate with an art institution, find funding etc. This limits the artist with an urge to respond to the contemporary. Unless the artist makes graffiti in the street or is a capable hijacker of internet space, the artist cannot comment on the news without delay.
Emergency Room is an open space that gives the artists an opportunity to do just that. Through Emergency Room, artists react every day – they can scan the news media and react to the current debate. No comment or reaction is wrong. Artists can include newspapers, print magazines, internet screen dumps, broad cast television news, documentaries – the artists can make comments on all types of public communication and media news streams. If the artist wants to react by making a smell or a sound sampling that is also possible. They can make sabotage and attack the common knowledge distributed in the media or highlight details that would tend to disappear in the news stream»
Catalina Vaughan
2 comentarios
Bicentenario vacío
Tienen razón quienes se quejan de tanta criticadera; no obstante, la criticadera no puede confundirse con la crítica, entendida ésta como el ejercicio del entendimiento humano con el propósito de formular juicios sobre una determinada realidad. La criticadera es lo que algún teórico caracterizó como habladurías, voces vacías que resuman filias y fobias, pocas veces argumentadas. Por supuesto, la idea de juzgar todavía es logocéntrica, pero, ¿no es un logos débil la última tabla que nos puede mantener a flote, por lo menos más o menos cuerdos, en esta endiablada incertidumbre estética?
Gabriel Merchán ha hecho una propuesta: que los artistas se organicen como independientes frente a ese acontecimiento que podría ser el Bicentenario. No obstante, la idea de un espacio independiente se justifica cuando existen instituciones que tienen políticas claras en torno al arte y la cultura. No es el caso de Bogotá, y me temo que tampoco a nivel nacional. Tener claro el modelo económico con que se sujetará y administrará la producción artística, no es un indicador que nos muestre un mínimo de comprensión de lo que significa pensar artísticamente. Se nos presenta una paradoja pragmática: ante la suspicacia de los artistas contemporáneos frente al dinero que financia el pensamiento artístico, sólo queda pensar que es el Estado quien puede constituirse en garante de su libertad. Ahora, ¿puede el estado pensar algo cuerdo a un año de este acontecimiento? Que no lo haya pensado, que por lo menos no lo tenga claro, es un indicio de lo poco que cuenta el arte para nuestra dirigencia artística y cultural.
Catalina Vaughan plantea otra idea: un panic room. El pensamiento vivo de los artistas, es decir, sin obra, es convocado para reflexionar sobre las dependencias del arte en nuestro país, doscientos años después de la Independencia. Más sugestivo no puede sonar: un Bicentenario Vacío. Tenemos más razones de las que ha expuesto Ivo Mesquita para su Bienal.
Me queda una duda. Los artistas contemporáneos en Colombia han revitalizado el espíritu de las vanguardias históricas. No obstante, su ataque a las instituciones no deja inmune al artista. Diluida las instituciones artísticas el artista mismo corre el riesgo de desaparecer con ellas: ¿es esta una política cultural no manifiesta? ¿Quién la ha promovido? ¿El Estado mismo de manera subrepticia? La paradoja tiene su encanto.
Seamos propositivos: supongamos que el artista logra salir avante de su autocrítica: ¿bajo qué criterios se haría esta sugestiva convocatoria para un Bicentenario Vacío? ¿Quién puede arrogarse esta legitimidad? ¿El Ministerio de Cultura? ¿No es muy tarde para hacer algo que no afecte aún más su legitimidad? ¿La Secretaría por medio de la Galería Santa Fe? Ahora, del lado de los independientes, ¿quién se le mide a liderar esta convocatoria?
Catalina Vaughan se ha mostrado comprometida con esta idea del Bicentenario: su propuesta estructura un sentir que muchos compartimos: tematizar las nuevas servidumbres. Cuenta con nosotros para ayudar a pensar sus inquietudes: no obstante, tenemos que echarle cabeza a los interrogantes que pueden ir saliendo. Vaughan se ha metido en una camisa de once varas; pero, si persevera en su entusiasmo, del interior de las prácticas artísticas puede surgir algo que anime a todos los artistas a participar en un Bicentenario Vacío.
Jorge Peñuela
Agradezco las observaciones de Jorge Peñuela, pero hay un par de cosas que me interesa aclarar antes de terminar nombrada como Miembro de la Junta Directiva del Comité de Celebración Independiente del Bicentenario.
La primera, es que no me entusiasma para nada la idea de liderar «la otra» celebración del Bicentenario. Si a la Galería Santafé la van a sacar del Planetario porque éste se va a tansformar en un Centro de Arte y Ciencia, lo mínimo es que la Secretaría de Cultura le consiga (o construya) una sede de acuerdo a sus programas actuales. Si esa sede es el Palacio de San Francisco, pues habrá que adecuarla. Si a este trasteo se le recuesta una comitiva del alcalde «para celebrar» el Bicentenario, pues «qué vaina». Si este Palacio de Bellas Artes absorbe la idea inicial de un Instituto de las Artes, peor aún, ya que seguramente se enredará la idea de sacar de las arcas de la Alzate el manejo del presupuesto y los programas de arte de la ciudad. Y ahí, si no habría por qué celebrar ninguna independencia. Todo lo contrario! (y eso sin contar que premien a Gilma Suarez con algún cargo en el Palacio).
Es decir, no se trata de pensar en unas celebraciones paralelas e «independientes». Ni mucho menos comenzar a armar comités de artistas con representantes, voceros, consensos y demás parafernalia burocrática al estilo de la Academia Colombiana de Cultura. Desde mi punto de vista es necesario continuar revisando el tema de la Alzate y el MamBo con iniciativas individuales e independientes, pues está visto que las acciones colectivas ni han tenido pasado, ni presente, ni mucho menos, futuro. Y esas revisiones, creo que cada cual puede decidir cuando, cómo y donde hacerlas. (una cosa es la discusión y la crítica, y otra, muy distinta, es la acción)
Lo del Panic Room tampoco lo proponía como una discusión colectiva, sin obras para el Bicentenario. Lo ponía a modo de ejemplo para hacer algo en el corto plazo (de pronto más corto de lo pensado), y no necesariamente como un «modelo a seguir» para revisar nuestras instituciones. Tampoco se trata de crear un evento «conversacional» como el de la Bienal de Sao Paulo, que no es otra cosa que un remedo espectacularizante de las «instituciones de la crítica» de carácter independiente. La idea, como mencioné en el texto que circuló esta mañana, es propiciar tácticas paralelas que potencien la crítica que se hace a las instituciones. ¿Quien lo va a hacer? seguramente los que estén interesados (me parece excelente poder discutir e intercambiar ideas sobre este tema, lo que creo debemos evitar es la búsqueda de permisos, guiños y consensos para hacer las cosas)