Crítica de arte: o la desmaterialización de lo concreto?
No sé ustedes, pero, a menos que uno resuelva ponerle atención al caso directo, al de un crítico X hablando de un artista Y, se me ocurre que toda esa discusión que se plantea, replantea y esfuma alrededor de si hay crítica o de si tiene o no validez actualmente, no tiene ninguna posibilidad de ilustrarse en lo concreto. Sin casos a la vista se pierde el referente y todo se convierte en planteamientos generales acerca de que tan actualizados estamos a nivel del discurso teórico.
Tomemos, por ejemplo, el caso inmediato de Eduardo Serrano presentando una exposición de Franklin Aguirre. El crítico más institucional que tiene el pais, el que ha hecho unos juiciosos trabajos de archivo sobre paisaje y fotografía convertidos en libro; una serie de programas de televisión con el imaginativo nombre de “El taller del artista”, el cual le ha servido para demostrar en directo, y sin escrúpulo, su falta absoluta de ingenio como interlocutor; además de otra serie de figuraciones y nombramientos en el escalafón representativo que afecta decisiones importantes en el ámbito cultural colombiano. Crítico consagrado -en uso de buen retiro- que aprendió muchas cosas al lado de Gloria Zea en el MAMBO (Museo de Arte Moderno de Bogotá) y a quien no se le pueden discutir sus evidentes talentos sociales, pero que en lo intelectual, que es donde se ubica preferencialmente el ejercicio de la crítica, ha demostrado más bien un estado de entusiasmo y exitación permanente frente a las ininterrumpidas y refrescantes audacias del arte moderno, posmoderno y ultraposcolonial. Un crítico que tampoco se pronuncia cuando se discute la eventual extinción, por inoperancia, de su gremio y que acepta gustoso dar cuenta escrita de su sintonía total con una de las estrellas más conectadas y comprometidas con los círculos del arte actual colombiano, Franklin Aguirre.
Un artista, hay que reconocerlo, que con pocos e insistentes elementos a la mano ha logrado llamar la atención, y que por fortuna decidió contextualizar artísticamente su sensibilidad contemporánea como diseñador. Un personaje cuyo profesionalismo como “marginal” acaba de ser reconocido y premiado por los estamentos oficiales que de alguna manera confrontó cuando resolvió disparar sus cartuchos organizativos hacia el barrio, que gracias a él ya todos ubicamos, creando con equívoco humor la Bienal de Venecia en Bogotá. Un nombre perfecto para jugarle al asunto de la ‘periferia’ en las mismas fronteras del distrito capital.
El centro y la periferia, ustedes ya saben. Beligerante argumento tercermundista que termina cerrándose sobre sí mismo en el momento en que resulta incorporado por cualquier aparato central, consumándose la previsible y fatal absorción canibalesca.
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Pero, cuál es el punto?
Pues que me parece inútil pretender un efecto real, de conciencia, en las conductas del mundo del arte si no se discriminan y atienden los casos particulares en detrimento de lo innecesariamente contextual. Una manera de evitar la homogenidad imperante en el asunto global.
El texto de Serrano “Franklin Aguirre: la rematerialización de lo genérico” posee el tono que caracteriza un amplio sector de la crítica y que consiste, al contrario de lo que propone su título, en utilizar la obra del artista para digresiones de carácter general, remitiéndola inevitablemente al marco teórico cuya función no es otra que validarla intelectualmente al verificar su inscripción al orden académico imperante o al sistema de lugares comunes del momento. Como si en cada ocasión el crítico X tuviera que demostrarse el nivel de comprensión que posee de las nociones vigentes utilizando el pretexto ofrecido por un artista Y.
El problema con este ejercicio ‘autodidáctico’, en que a cada ocasión el crítico ensaya públicamente sus versiones miniatura de la historia del arte moderno, es que el mainstream o conjunto de ideas aceptadas que ahi prevalece termina por usurpar las particularidades de la obra de arte para convertirse en el objeto de la reflexión, en lugar de interpretar y atenderla en su organicidad específica y su eventual capacidad relacional.
Si el texto substituye el objeto como factor de percepción y reflexión, el papel que le queda al artista no es otro que ilustrar las reglas del juego colectivo aceptado por todos.
Razón por la que uno termina finalmente preguntándose a quién es que le está hablando el crítico y cuál es su función.
Pedro Falguer
Nota -El texto de Serrano, motivo principal de esta réplica, enviado por amigos espías cuya complicidad agradezco, puede leerse en el website www.jennyvila.com donde aparece acompañado, en franco contraste, por el Fernando Toledo, junto con algunas imágenes producidas por nuestro personaje del día.
texto de Eduardo Serrano >