Mientras el edificio de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional se cae por sus galardonadas fallas estructurales y el presupuesto para la educación pública se reduce cada vez más, los ricos del país fueron a gastar millones en geniales obras de arte contemporáneo de nuestros excelentes artistas uniandinos y algunos uninachos, que son sus hijos.
No quisimos ser ajenos a semejante bobada. Por eso, le pedimos a 8000 que abandonara por un día la preparación de su exposición CagArte, que inaugurará el género del CagArt, para que escribiera en exclusiva para La Bobada Literaria su crónica de ArtBo, mejor conocida en el circuito bobo como FartBo, ArtFo o JartBo. Como acaba de terminar su Taller de periodismo con Gonzo, nos propuso ir disfrazado de obra de arte boba y de paso empezar a trabajar en una de sus nuevas ideas, que la historia –contada por diana Uribe– perpetuará junto a otros movimientos como el PopArt, el OpArt y el RobArt: el BobArt, que en ningún caso pertenecerá a esa moda de pintarrajear cualquier cosa para formular tendencias inútiles como el ArtCar.
Con un disfraz de Mario Bros 3 con una bola 8 gigante como cabeza, inspirado en la genialidad de 9000, 8000 llegó las instalaciones del reciento ferial Porquerias y no volvió a nuestras oficinas, pero no quiso ser ajeno al uso de las nuevas tecnologías y nos envió un informe telefónico.
Lo primero que lo desconcertó, dijo, fue que los artistas se están atreviendo. No puede ser otra cosa que atrevimiento pretender que una piedra amarrada en el centro de un espacio con miles de cuerditas sea una obra de arte. Es una obra de arte, y eso, esa capacidad de perder el descaro para hacer cualquier cosa, es lo que convierte al arte en arte y al arte en contemporáneo. ¿Obras hechas con ladrillo de bloque? ¡Qué novedad!
Pero lo que lo desconcertó más, después de haberse comprado un whisky en Andrés Carne de Res –la mejor obra de toda la feria–, fue un nuevo concepto artístico que quiere estrenar en nuestra página antes de que se lo fusilen en Arteria: la desintalación, algo de lo que todos, parados frente a un televisor LSD apagado, estaban maravillados y que Jaime Cerón llamó “una inteligente propuesta que subvierte el sentido íntimo, intrínseco y ulterior de lo que hace años se dio a conocer como instalación”, pero que en realidad surgió casualmente cuando a Henry Miller Lagos se le olvidó conectar el DVD al mencionado televisor.
La feria también decidió abrirles un espacio a los artistas jóvenes con el pabellón de ArteCágada, la oportunidad para que demostraran que, definitivamente, no tienen talento y para que 8000, según nos dijo, pensara que siente que ya no entiende el arte y que deberíamos financiarle una residencia artística para estar más en la onda y dejar de hacer el oso en Flickr. Pero le dijimos que se conformara con ver los capítulos repetidos de Art 21 en Film & Arts, que son más interesantes que cualquier Maestría.
Como no teníamos plata y ya poseemos un bodegón Ana Mercedes Hoyos –en la tarjeta débito de Davivienda–, habíamos hecho una minga indígena para que 8000 trajera una maravillosa obra de Adriana Duque o de Nadín Ospina que adornara nuestras instalaciones en el moderno edificio de cristal de la 93, pero se la gastó en un par de whiskys más –a razón de $125.000 cada uno–. Como rectificación de su error, nos dijo que nos enviaría una obra de María Isabel Rueda, pero se confundió y nos mandó una pésima columna de opinión, merecedora del Premio Simón El Bobito a toda una vida de errores periodísticos.
Se nos olvidaba: ¿Qué se habrá hecho 8000? ¿Lo habrá comprado César Gaviria? ¿Quién nos responde a nosotros? ¿Lo habrán raptado en La Otra –la única cosa más pretenciosa que ArtBo–?
Y otra cosita: La próxima vez que lo coja la policía orinando en la calle, diga que usted está haciendo una intervención al espacio público, como parte del proyecto Lugares Comunes.
publicado por La Bobada Literaria
http://labobadaliteraria.blogspot.com/2009/10/nuestra-cronica-de-artbo.html
(enviado a esferapública por Lucas Ospina)