Por Felipe Quintero
La censura es un vacío desde su legislatura hasta su pintura. Cuando los artistas se pronuncian como sujetos críticos se les viene encima una ola de depreciaciones anulatorias: «es que eso lo pintó sólo ese desadaptado y no lo tres mil habitantes del municipio», «es que eso es una banda de delincuentes vándalos del arte», «ese grafismo no es estético», «está feo», «no se entiende», «eso para qué si sólo son ideas y no acciones» y muchas otras grandiosas frases sacadas del altísimo derecho a la chismeadera, pero no a la libertad de expresión. En otras palabras, eso es lo que no existe ni en los pueblos, ni en las ciudades: libertad. En cambio existe el gran don de regar la información desarticulada- como si fuera un reportaje televisivo-.
En esta ocasión vengo a presentarles el verdadero infierno, el gran infierno, del pueblo pequeño donde hemos trabajado varios artistas por la lucha social y cultural. Cáqueza, Cundinamarca, es la capital del oriente cundinamarqués, acá los cachiporros y godos lucharon afrentas inolvidables, pues consistían en matar al médico por muy sabio e informar después al gran general de turno. Acá los paramilitares se asentaron porque las guerrillas eran un peligro con sus «pescas milagrosas». La verdad es que las guerrillas siguen usando ese hermoso pasadizo extenso que es el páramo de cruz verde, mientras los paramilitares sólo usaron las tierras para montar a caballo y guardar la coca que pasaban entre Bogotá y el Meta. El miedo para los paramilitares con las pescas era que les pescaran la droga y no tanto que les pescaran a los hijos en sus vacaciones. Sencillamente podían mandarlos por avioneta, como acostumbran con las cargas valiosas. Cáqueza, este pueblo donde la paz existe porque los fusiles callan las denuncias. Cáqueza, donde Carranza vivió sólo sus veraneos infantiles, pero quedó marcado en el himno como el poeta local de los versos sublimes. Cáqueza, tierra de víctimas desplazadas, pero ignoradas hasta que llegan las jornadas de mercado. Cáqueza, donde la cultura es sinónimo de tradición conservadora y como tal un fantasma a punto de desaparecer, sea por sus dirigentes o por un movimiento de placas tectónicas. Cáqueza, tierra sin igual.
Presentada la tierra prometida, de hermosos paisajes, es momento de narrar los hechos que me llevan a contar esta historia. A comienzos del paro del año 2021 los jóvenes del municipio se organizaron en torno a una lucha nacional por la educación campesina, la industrialización del campo, la cultura y los saberes tradicionales. Luego de tres asambleas llenas de discusiones los jóvenes decidieron consumar sus ideas en el papel y marcar el comienzo de la Unión de Jóvenes Caqueceños. Esta organización pretendía alzar la voz de campesinos, trabajadores y estudiantes para accionar políticas públicas serviles a los intereses de la mayoría. Uno de los accionares fue bloquear el corredor vial Bogota-Villavicencio, pues este prometió en sus comienzos el avance tecnológico que el campesinado necesitaba, no obstante, el resultado fue una desaparición en los mapas del Estado. Ya los buses no paraban en la vieja Cáqueza y los jóvenes con los años iban perdiendo oportunidades. Hoy Cáqueza cuenta con 1 colegio para más de 2 municipios y más de 150 veredas que componen los alrededores del casco urbano, a pesar de estar solo a unos kilómetros de la capital. Se prometieron en campaña mega-colegios y universidades, pero lo que se ha obtenido es el desentendimiento del decaído teatro María Auxiliadora, patrimonio cultural del municipio, el desabastecimiento de aguas, la pérdida de años escolares por una virtualidad sin garantías y una presencialidad casi mortal, la pérdida de cultivos por la sobreproducción y falta de control de los mercados agropecuarios, la creciente brecha social entre los campesinos mismos y la acentuación de una decadencia económica. Estos elementos hicieron parte de las problemáticas que los jóvenes pusieron en la mesa de diálogo para clamar por diferentes proyectos que tenían en sus corazones. Así comenzaron las manifestaciones y nacieron las ideas para un movimiento con diferentes expresiones artísticas, ya que es sabido que esta es una forma de conocimiento mejor que el parlamentario. Dieron ideas y concluyeron en construir 4 escenarios visuales: el primero fue la palabra resiste (en mayúscula) por la lucha anti-militarista y de quienes defienden sus territorios sin intensiones privativas, como la guardia indígena; el segundo escenario fue una imagen conmemorativa por la memoria de Lucas Villa, asesinado en el marco de las protestas; el tercer escenario fue en pro de la vanguardia feminista y las mujeres que lucharon en el municipio; el cuarto y último fue en conmemoracion del valiente Don Raúl Carvajal, quien luchó por la verdad detrás de la muerte de su hijo (ver imágenes 1,2,3,4). Todos estos escenarios demostraban que habían ideas colectivas que formaban los deseos por construir una memoria visual para el municipio y conformaban este escenario general que se convertiría en el Coliseo de la Resistencia. Aún así, cada día que se ponía en marcha un mural la fuerza policiva llegaba en su deber represivo. Se hicieron comparendos y reuniones que no llegaron a nada. Los argumentos del gobierno local fueron escasos y algo indulgentes. Por ejemplo, el alcalde local anunció que los graffitis representaban un peligro para el municipio porque vandalizaban y perturbaban la paz del mismo. Anunció que este era un pueblo conservador y que era accionar de sujetos externos a la región. Diferentes acusaciones de carácter represivo y discusiones que formaron un cúmulo de autoritarismo sin igual.
Como miembros de otro proyecto, Casita Cultural (imagen 5), mi compañero y yo anunciamos una tutela que sabríamos perdida en primera instancia, puesto que consideramos la justicia una rama justificadora y no tanto una justiciera. En todo caso, en ausencia de toda verdad por parte de la policía y el gobierno local, la tutela se ha dado contra nuestro y sigue en proceso de impugnación. A pesar de lo anterior lucharemos porque esta discusión se torne nacional en pro de la libertad de las ideas en esta supuesta democracia.
Hoy, jueves 3 de febrero, día en el que decido tomarme la palabra para narrar los acontecimientos, la alcaldía local ha mandado a pintar los murales que transmitían las consignas de mujeres y jóvenes luchadores. Esto es un claro ejemplo del poder que se ejerce por el Estado a través del vacío, judicial y cognitivo, en el que se sostiene.
Hablemos del vacío, aquel que puede ser la expresión de un todo metafísico o del desconocimiento. En este caso el vacío se tornó el punto de inflexión donde el poder domina una colina cultural. Los artistas hemos sido rebajados a considerar que en los vacíos se halla la verdad del arte, el combate de las ideas. Sin embargo, jamás se nos ha ocurrido pensar que en este vacío existe poder, existe el dominio para mantener las cosas así y jamás manchar la primera hoja. El establecimiento gubernamental hace uso del vacío para reprimir. No, no es cierto que en el vacío conoceremos la libertad. Más allá de la nada sólo hay un Dios que todo lo ve y este siempre elige el desconocimiento. La ley hay que completarla, no podemos seguir a la espera, así sea la poesía espiritista y ridícula que sea, de un milagro. Los artistas debemos accionar las herramientas y los materiales necesarios para llenar los vacíos, las paredes y los silencios. Todo cambiará cuando los artistas dejen la tontería por la fe a soñar. Deberíamos estar cansados de guardar silencio para que otros interpreten. Dejándole la bola al observador paciente es que se aprovecharon para decirnos que lo que hacemos es mejor no hacerlo. Esta lucha artística debe situarse en una libertad donde los trabajadores se transformen en artistas y llenen los vacíos con versos. Donde el arte sea para todos una forma de documentar, en el espacio público, reflexiones históricas.