En cifras, 24 millones de colombianos, es decir, el 54.3% de las personas residentes en Colombia, se encuentran por debajo de la línea de pobreza. En la década de los 90, el 10% más pobre de la población recibió una parte cada vez menor de sus ingresos totales. Para el 2008 se estima un promedio de 3 millones de desplazados por la violencia y el desempleo sólo disminuye en un 0.57%. Eso no es todo, en el 2000 el 53.7% de la población estaba afiliada a un sistema de seguridad social; en el 2007 la cobertura de afiliación alcanzó el 74%, eso se traduce en aproximadamente 20’028,055 millones de beneficiarios. No obstante, genera dudas que el aumento de afiliados dentro del sistema de protección social es proporcional al aumento del cierre de hospitales por quiebra en la última década [1] . El problema no parece tener remedio, la ecuación parece no tener solución, “hueco es hueco, sentenció el taxista y A es A, dice Aristóteles”. [2]
En el contexto de estas cifras habituales, la Galería Alcuadrado presenta su proyecto #15, Sin remedio. En una clínica temporalmente en desuso esta exposición es la muestra de esta ecuación fallida y de la equivalencia entre dos expresiones: la sugerida por un grupo de obras de arte que se constituyen como una esfera autónoma de resistencia, de crítica ante la actual situación social y política; y la insinuada por el espacio de exposición: un hospital en cuarentena con todos sus muebles y equipos adentro, un espacio cargado de historia, víctima de la enfermedad política, la corrupción, los malos manejos, la indolencia; un espacio simbólico, suspendido en el tiempo, a la espera de un futuro mejor como hospital universitario.
A esta clínica llevaron el cadáver de José Antequera, candidato presidencial de la UP, después de que lo asesinaran el 3 de marzo de 1989 en una de las salas del aeropuerto El Dorado, ahí también salvaron la vida al ex presidente Ernesto Samper por los disparos que recibió en el mismo atentado. El 4 de septiembre, este lugar abrirá sus puertas durante la próxima exposición de la galería Alcuadrado, un espacio que cambia constantemente de escenarios para trabajarlos en diálogo con las obras de sus artistas. La producción reciente de Miguel Ángel Rojas, François Bucher, María Elvira Escallón, Alberto Baraya, Óscar Muñoz, Jaime Ávila, Wilfredo Prieto, Juan Fernando Herrán, María José Arjona y Néstor Gutiérrez, se presenta en el contexto del hospital, como una reiteración más de ese sin remedio del que este espacio ha sido testigo.
Una muestra en este hospital se podría ver como un exceso y el exceso es redundancia: lo dicho, dicho está; pero las obras de arte en esta exposición, a riesgo de volverse tan solo un eco del hospital, una queja eterna, apelan a la repetición, a la duplicación, a estrategias de retorno y a la superposición, para crear volumen y darle densidad al problema. Un exceso que no es otra cosa que sumar capas hasta volver el problema lo suficientemente visible, como para que sea posible pensar en un cambio, en una salida.
La obra Grasa, Jabón y Plátano del artista cubano Wilfredo Prieto es una reiteración, un exceso de materiales resbalosos sobre un piso que a su vez es resbaloso, pero en lugar de cancelarse unos con otros, es esa redundancia, esa repetición de elementos similares, lo que transforma su condición de peligro: la invisibilidad. Esta es la misma repetición a la que apela François Bucher en su último video, donde Ernesto Samper relee en el 2008 uno de sus discursos más lúcidos sobre la legalización de la droga, presentado por primera vez en 1978 en un simposio sobre la legalización de la Marihuana, organizado por Samper mismo cuando era presidente de la ANDI. Y es gracias a este gesto, la precisa relectura del discurso 30 años después, que aparece la dimensión de obra, el cuerpo ahora sólido, como piedra, de un discurso inocuo que se había evaporado en la memoria de la historia política de Colombia. Esta relectura es como el molde en látex del árbol de caucho de Alberto Baraya: una repetición no para duplicar el árbol mismo sino para taxonomizar la historia de la violencia, una historia de abuso y explotación más vieja que la misma bonanza cauchera. Retorno de María José Arjona es una acción que inicia con un dibujo hecho con burbujas de jabón y colorante rojo, insinuando una violencia anterior en una sala de cirugía del hospital, pero con el interés de hacer que el espectador retorne al espacio y entienda la necesidad de su presencia para que las obras vivan. Al final de la exposición se repite el mismo gesto con burbujas de jabón sin colorante, borrando el dibujo dejado anteriormente. Esta acción como lo señala la artista, es “un estado de claridad y salud en donde el rojo proveniente de las paredes y que simbólicamente es sangre, retorna al cuerpo para permitir la sanación”. La instalación Ambulatorio de Óscar Muñoz también sugiere un exceso al proponer la superposición de dos capas que son lo mismo: una vista aérea de Cali de 36 mts2 y el mapa de violencia que se forma en las rajas del vidrio de seguridad, hecho pedazos, sobre el cual es posible caminar como testigos indemnes de una realidad que solo a pocos toca.
¿Pero cómo es posible concebir el cambio en un sistema que se ha constituido como régimen? Tal vez no haya respuesta pero, nuevamente, es la pregunta la que cobra importancia. Es este dilema entre olvidar para recordar, entre nacer para morir, entre la esperanza y la resignación, lo que amenaza las promesas de cambio. ¿Para qué, si todo termina en lo mismo? Es ese sin remedio al que se refiere la obra de Miguel Ángel Rojas, al dejarnos mudos, sin otra opción que recorrer con dibujo las gotas de sangre sobre el pavimento. Una desazón que enfatiza Juan Fernando Herrán en la serie de fotos de una hilera de escaleras interminables que no conducen a ningún hogar sino a una construcción a medias, a un proyecto de un proyecto, sólo cimientos sin techo en una comuna de Medellín. Promesa de sueño y sólo eso es lo que hace posible todo ese esfuerzo para subir a pesar que no exista ningún lugar. ¿Y la fe? Ciertamente no es la que se profesa por el Redentor en el video de Néstor Gutiérrez donde un Cristo de cemento con cara inmutable y ojos inexpresivos de monumento turístico, nos abandona a nuestra suerte y nos deja solos en peregrinación. O como lo propone la instalación Colombia se vende de Jaime Ávila, ¿acaso se trata de la fe en la diáspora, esa esperanza cifrada en las promesas del paraíso exterior, que algunos colombianos vieron como único remedio a su apretada situación en la década de los noventa?
Todos aprobamos indirectamente al mundo tal como se ha establecido, las obras en esta muestra contribuyen a mantener un régimen de verdad y unas creencias. Los artistas juegan y utilizan sus reglas para hablar de ese mundo que conocen, manejan y critican, y esa crítica los legitima como artistas críticos, indispensables dentro del mismo régimen. En esencia los artistas conservan el orden establecido en este mundo, lo necesitan, por eso se preocupan por la salud de su enemigo y comprenden que no basta con repudiar los horrores de la guerra, sino también la alegría de la guerra, que es —según explicó Estanislao Zuleta— la seguridad malsana que produce ser íntimo amigo de los amigos y acérrimo enemigo de los enemigos.
Sin embargo solo el arte puede prestarle su cuerpo al fantasma reprimido para que se queje, por eso estas obras se pueden ver como el regreso de un cadáver habitado por el fantasma y el espíritu de cambio, aunque sea igual de impotente que la institución en su lucha. Así lo sugiere la instalación de María Elvira Escallón, que en lugar de sumar a la acumulación impresionante del inventario del hospital, la exhibe en toda su dimensión plástica para que esta hable por sí sola.
El deseo de estas obras de tomar riesgos no es otra cosa que un deseo por el futuro y requiere una forma, un cuerpo. Por eso, mientras parece no haber remedio, la repetición, la reiteración de la desazón y el cansancio, como un antídoto ante la indiferencia, intenta mantener vivo, al menos, el problema, la pregunta.
Mariangela Méndez
Sin Remedio
Curaduría: Mariangela Méndez
Inauguración: Jueves 4 de septiembre 7:00 p.m.
Abierta al público del 5 al 21 de septiembre
Horario: 10:30 a.m. – 5:30 p.m.
Lugar: Calle 44 # 59-75 C.A.N.
(Antigua Clínica Santa Rosa)
Proyecto Hospital Universitario
Universidad Nacional de Colombia
[1] Estos datos son la suma de varios reportes e informes del Sisben, del PND (Plan Nacional de Desarrollo) y el informe mundial de Desarrollo Humano 2000 que presentó el PNUD.
[2] Caballero, Antonio. Sin remedio, Bruguera, Barcelona, 1985.