El día que visité la exposición Voces para transformar a Colombia, esperaba toparme con obras de Obregón o de Norman Mejía. Esperaba ver dibujos como Corte Franela del año 1916 por el caricaturista Ricardo Rendón. Obras de arte que dieran cuenta de la tradición de violencia, crimen, guerra y conflicto variopinto en Colombia.
Mis expectativas acerca de Voces para transformar a Colombia, sin embargo, no fueron satisfechas. En lugar del tipo de obras de arte que describí con anterioridad, me encontré con gráficos, líneas de tiempo, diagramas, fotografías, testimonios, documentales, material de archivo, etc. En suma, un trabajo de historiografía y «arqueología de la contemporaneidad» que logra compendiar en detalle los sucesos del conflicto armado en Colombia.
Creo que si esta primera puesta a prueba del Museo de Memoria Histórica de Colombia se hubiera llevado a cabo como yo esperaba, se habría quedado como una muestra más del arte referente a la violencia en Colombia. Algo que ha sido hecho y seguirá haciéndose en los museos de este país vez tras vez. La realidad de cómo se realizó esta exposición, en cambio, me hace pensar en la pregunta ¿Qué es Voces para transformar a Colombia? ¿Un museo de historia? ¿Un museo antropológico? ¿Un lugar de reflexión? ¿Un centro educativo?
Pienso entonces en «Museo», en «Museion», «La casa de las musas»; ¿Qué musas viven en Voces para transformar a Colombia? Clío, evidentemente; ¿Melpómene, Calíope y Urania? ¿Terpsícore? Ojalá Erató y Euterpe también. Me pregunto asimismo ¿Qué clase de museo quiere ser el Museo de Memoria Histórica de Colombia? ¿El que educa? ¿El que inspira? ¿El que muestra? ¿El que invita a reflexionar?
Las respuestas a estas preguntas son más complejas que las preguntas mismas; y las maneras de llevar a cabo estas respuestas son muchísimo más complejas. Es por esto que por el momento al menos, únicamente puedo hablar desde mi percepción y experiencia en la muestra instalada en la Feria del Libro.
Primeramente algo muy sencillo: Me conmovió. Me conmovió incluso aunque discretamente y con cierta vergüenza inicié el recorrido por la izquierda, identificándome con la respuesta «indiferencia» ante la pregunta inicial «¿Qué me ha dejado la guerra?». Es la única ocasión en la que he sentido el conflicto cercano, en la que he oído atentamente a las voces que narran los relatos de dolor en esos cortos documentales, en esas historietas, en esos audios y en esos textos.
La cercanía e intimidad entre el narrador y el visitante es en mi opinión, el valor preeminente que posee la exposición. Al oír los relatos de indígenas y campesinos, al ver los mundanos objetos que, rodeados de la historia que narran se envuelven en un aura trágica y emotiva, al leer las frases bordadas en las piezas textiles y observar las imágenes que dan cuenta del dolor femenino en la guerra, incomprensible para un hombre, me sentí recorriendo no un museo, sino un campo brumoso con miles de cadáveres a mi alrededor, miles de madres, padres e hijos sollozando, y ríos contaminados cruzándolo.
Ver los diagramas que en detalle relatan las historias de los que no tienen voz y de los que teniéndola la acallan por miedo o maldad, me hizo comprender aquellas palabras de Enrique Santos en su tango Cambalache. Palabras que tantas veces se han repetido pero que una gran minoría tiene que sufrir para poder narrar. Esta es una narración de miedo y dolor, de violencia, de egoísmo; una realidad desenmascarada que muestra el verdadero rostro de unos y de otros. De unos terribles y otros atroces; de nosotros, los colombianos.
Y estas dos primeras etapas de mi pensamiento a medida que recorría estos pasillos, la información y la recordación conllevaban una parte fundamental para el desarrollo de las dos siguientes, a saber, la reflexión y la transformación. El nombre de esta exposición Voces para transformar a Colombia, implica que lo que está comunicando tiene como objetivo lograr transformar al país; con este fin, es necesario conocer a partir de qué se debe transformar. ¿Qué es lo que deseamos cambiar? ¿Qué es lo que deseamos dejar atrás?
Por esto la información de todos esos gráficos, de esas líneas de tiempo, de esas narraciones y de esos documentales, es tan importante; porque a partir de esa información nos vamos a recordar, a recorrer ese pasado oscuro que deseamos transformar. Escuchar las voces, recordar sus vivencias, recorrer sus historias, es el primer paso en la transformación que tanto necesita este país.
Y entonces llega la reflexión. Claramente, este escrito hace parte íntegra de este tercer paso. La reflexión se construye a partir de la información que nos da a conocer la exposición, a partir de la recordación que incentiva en nosotros. Voces para transformar a Colombia no es solamente una exposición de historia, tampoco únicamente una gran infografía de 1200 metros cuadrados. Voces para transformar a Colombia es un espacio de reflexión, es el detonante de la discusión, del pensamiento orientado a responder a la necesidad de transformación que necesita Colombia. Es el primer paso en esta transformación, el inicio del camino, la invitación a empezar el camino de la transformación.
En lo personal considero que la muestra instalada en la Feria del Libro contenía muchísima información, tanta que podía resultar algo abrumadora. Ahora, sé que es la primera puesta en escena de lo que será un museo mucho más grande, con más espacio y mayor capacidad de distribución museográfica. Encuentro admirable la museografía y me permito destacar ciertos detalles que me impresionaron. El uso de barro seco en las paredes correspondientes a la Tierra, y su contraparte de costal en las paredes de Cuerpo; la línea azul y ondulada en Agua me pareció desilusionante, considerando el buen gusto y lo orgánico de las anteriores mencionadas.
El aprovechamiento de recursos tecnológicos, interactivos y audiovisuales hace del segundo piso de la exposición un lugar que incentiva la reflexión y la transformación de las que hablé previamente. Recordé en este punto al Exploratorium de San Francisco o a la Cité des Sciences et l’Industrie de la Villete en París; la reflexión se construye no únicamente a partir de la percepción de información y la introspección, sino antes bien, a través de la interacción con la información misma, con la puesta a prueba de los conocimientos previos, de la evaluación de opiniones y de la interacción con los personajes y los escenarios del conflicto.
En suma, Voces para transformar a Colombia es un muy buen comienzo para un proyecto de grandes dimensiones que a partir de este arranque se ve como prometedor. Los enfoques, métodos y propósitos que se describen en el catálogo y la propuesta curatorial, y que también se observan en la exposición demuestran que es algo muy bien pensado, investigado y puesto en práctica. Aún hay que mejorar, aún hay que reflexionar, aún hay que construir a partir de la memoria.
Espero con ansias, pues, la construcción del Museo de Memoria Histórica de Colombia; el desarrollo de estas investigaciones, la puesta en escena de más historias, sucesos, relatos que lleven a la construcción de nuevas transformaciones. Espero también, que su construcción conduzca a la constitución de nuevos espacios de discusión en todo el país y, de manera personal, insto a que dentro del proyecto de la construcción del museo, incluyan la restauración del Espejo Solar de Otero, ubicado sobre la 26, en el predio donde se construirá el museo y que hoy por hoy se encuentra en un estado lamentable.
Felipe Rocha