¿quién quiere a gloria zea?

Desde Colcultura Gloria Zea: Restauró el Teatro Colón de Bogotá, remodeló el Museo Colonial y el Museo Nacional, reconstruyó la Biblioteca Nacional, rescató a la Sinfónica Nacional, creó la Orquesta de Cámara, la Sinfónica de Antioquia y la del Valle, creó el Centro de Documentación Musical, creó el Ballet Nacional y la Ópera de Colombia, compró la sede del Archivo Nacional, revivió la Escuela de Arte Dramático, revivió los salones nacionales de artes plásticas, hizo festivales de teatro, organizó la red de promotores culturales que trabajan a nivel de casas de cultura, dotó bibliotecas, creó el concurso de compositores e interpretes de música seria y de folclor , restauró monumentos nacionales, produjo el programa “Noches de Colombia”, editó el Manual de Historia de Colombia -al que algunos tildaron de marxista en épocas bipartidistas-, desempolvó la ley 163 de 1959 que le daba todos los elementos legales para declarar patrimonios nacionales áreas y construcciones. En fin…

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Gloria Zea ha sido una de las gestoras culturales más reconocidas del país. Su trabajo ha generado profundos amores y fervientes odios. Las decisiones que ha tomado son objetos de debate y acusaciones así como de reconocimientos. Siempre se ha movido en las altas esferas del poder, lo que le ha permitido usar a la política, a los medios de comunicación y a los grandes empresarios como fichas claves para conseguir lo que se propone.


¿Quién es Gloria Zea
?

Gloria creció en la caótica Bogotá de los años 40’s, Al ser hija del dirigente liberal Germán Zea creció rodeada de la opulencia de la vida política. Tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, ella junto a su familia se mudaron a Europa donde entraría en contacto con las grandes obras de arte en el Louvre y la Ópera de Milán. Iniciados los 50s se graduó de Filosofía y Letras en la Universidad de Los Andes.

En 1955 se casó con el artista Fernando Botero, con quien tuvo tres hijos y de quien aprendió el “marketing” del arte “aprendí a lidiar con los súper-egos de los artistas”. En 1969 es nombrada directora del Museo de Arte Moderno de Bogota, en 1976 de la Compañía de Opera de Colombia y en 1988 del Camarín del Carmen, cargos en los que permanece hasta hoy.

Durante los gobiernos de López Michelsen y Turbay Ayala fue directora de Colcultura, presidenta de la Editorial Planeta, decana de la facultad de Bellas Artes de la Universidad de los Andes, productora cinematográfica, miembra activa del consejo internacional del MOMA, incluso, formó parte de la comisión de negociación y dialogo durante el proceso de paz del gobierno de Belisario Betancourt entre 1982 y 1986. “Todo esto lo he hecho con mis pestañas” afirmó.

Más que gestora cultural Gloria es una gran ejecutiva, siempre vestida por Christian Dior, Versashe o Gucci; su vida ha trascurrido entre lujos y desfases, durante su segundo matrimonio con Andrés Uribe Campuzano, uno de los hombres más ricos del país, tuvo una mansión privada en Nueva York con Rolls Royce, mayordomos y mucamas. Hoy en día está casada con el intelectual italiano Giorgio Antei y disfruta de un millonario sueldo por su labor de directora del MamBo.

La cuestionada labor en Colcultura

Cuando en 1985, el entonces presidente de Colombia Alfonso López Michelsen la llamó para que dirigiera el recién creado Instituto Colombiano de Cultura –Colcultura– bajo el lema “Falta mucho por hacer y lo estamos haciendo” Gloria Zea enfrentó un reto enorme, en ocho años logró sacar al Instituto del edificio del Ministerio de Educación y adquirió poco a poco las casas que hoy son sede del Ministerio de Cultura y que se volvieron patrimonio cultural colombiano, en el barrio La Candelaria.

En declaraciones al periódico El Tiempo en febrero de 1987 Maria Mercedes Carranza afirmó que “Gloria Zea fué quien trazó la políticas e ideó mecanismos de financiación para las distintas actividades culturales, mientras estuvo frente a Colcultura, Colombia vivió la época dorada de la cultura”.

Desde Colcultura Gloria Zea: Restauró el Teatro Colón de Bogotá, remodeló el Museo Colonial y el Museo Nacional, reconstruyó la Biblioteca Nacional, rescató a la Sinfónica Nacional, creó la Orquesta de Cámara, la Sinfónica de Antioquia y la del Valle, creó el Centro de Documentación Musical, creó el Ballet Nacional y la Ópera de Colombia, compró la sede del Archivo Nacional, revivió la Escuela de Arte Dramático, revivió los salones nacionales de artes plásticas, hizo festivales de teatro, organizó la red de promotores culturales que trabajan a nivel de casas de cultura, dotó bibliotecas, creó el concurso de compositores e interpretes de música seria y de folclor , restauró monumentos nacionales, produjo el programa “Noches de Colombia”, editó el Manual de Historia de Colombia -al que algunos tildaron de marxista en épocas bipartidistas-, desempolvó la ley 163 de 1959 que le daba todos los elementos legales para declarar patrimonios nacionales áreas y construcciones. En fin…

A esta gestión pronto le surgieron todo tipo de detractores y de acusaciones. El político de izquierda Jorge Child desde las páginas del periódico El Espectador llamó a Gloria “la zarina de la cultura, pero de una cultura elitista, sofisticada como un diamante de Tiffany´s que quema millones en espectáculos de ópera y en piezas de teatro tomadas de los más recientes repertorios de París o Nueva York. Se habla, soterradamente, de aderezos de sopranos con plumas que valen cada uno cuarenta dólares, de inútiles derroches de telas, cantantes y vestuarios, mientras que los frentes populares de la cultura quedan desguarnecidos”. Se dijo que los gastos de Colcutura superaban desproporcionadamente los gastos de inversión en eventos tradicionales.

Mientras patrocinó el ballet clásico, otorgándole un espacio propio, pagando bailarinas y maestros, las danzas típicas de las regiones de Colombia no recibieron auxilios, ni un plan de estudio y conservación adecuados para preservarlas “yo presenté en el programa Noches de Colombia un panorama del folclor que representa todas las regiones del país” afirmó Gloria al respecto.

“Queremos ser victorianos sin hablar inglés” afirmaba Jorge Child cuando la acusó de gastar grandes porciones del presupuesto en el montaje del espectáculo de la ópera, al que mayormente asistían personalidades del país. Se derrochó el presupuesto de la entidad en artistas extranjeros que equivalían al 30% del personal total que trabajó en la ópera.

Mientras Gloria Zea vio la posibilidad de hacer de la ópera, el rey de los espectáculos, una gran escuela de formación de cantantes, escenográfos, expertos en luminotecnia y vestuario; muchos llamaron al proyecto “el elefante blanco de Colcultura” que necesitó de una fundación capaz de captar recursos privados para el espectáculo – ASARTES – para darle de comer. En 1982 el promedio de asistencia a las funciones fué de 1.500 personas y 4’000.000 que la apreciaron por televisión, hoy en día esa cifra ha disminuido notablemente y ya no se transmite por ningún medio masivo.

Se le acusó, también, de favorecer empresas o proyectos propios como el respaldo financiero a la compañía teatral Amadeus, donde trabajaba su hija. “El director quiso contratar, espontánea y autónomamente a Lina Botero Zea, que estaba trabajando en el teatro de Nueva York. No tuvo nada que ver con que le ayudáramos el hecho de que pensara o no en contratar a Lina. Ella es una actriz joven y talentosa, cuya habilidad no depende de que su mamá sea o no sea la directora de Colcultura” afirmó en la época Gloria Zea.

Muchos artistas afirmaban que existía discriminación por parte de Colcultura a todo aquel que no gustara de Gloria Zea. El clavecinista Rafael Puyana afirmó que “cuando ella fue nombrada directora de Colcultura se apoderó de la cultura del país para su vanagloria, con una gran habilidad para intrigar pero con una profunda ignorancia de lo que es la creación artística”. Se acusó a Gloria de convertir la Ciudad Perdida, el gran hallazgo Tayrona, en un club privado que manejo a su amaño; de centralizar el Instituto y dejar la mayoría del territorio nacional desprotegida por la cultura.

El polémico ritmo del MamBo

En 1969, después de vivir varios años en Europa y Estados Unidos Gloria Zea asumió la dirección del Museo de Arte Moderno de Bogotá. Se encontró con un Museo fundado por Martha Traba prácticamente en el olvido. De ella heredó 80 cuadros polvorientos, olvidados en un sótano de la Universidad Nacional y sin un peso de presupuesto se dio a la tarea, entre donaciones y préstamos de dinero y de locales, de sacar adelante al Museo.

Bajo su batuta se construyó un imponente edificio de 5.000 metros cuadrados diseñado por Rogelio Salmona, ubicado en el terreno sobrante del Parque de la Independencia que en un principio el Ministerio de Obras concedió en arriendo por 90 años y que en 1985 donó a la institución como aporte del estado a la difusión de la artes plásticas nacionales. Zea amplió la colección privada del Museo a 25.000 obras de arte, nacionales e internacionales, que conforman un patrimonio artístico avaluado en 15.000 millones de pesos. Por el tamaño, diversidad y calidad, la colección ha conquistado un escaño de prestigio a nivel hemisférico.

Desde esta institución creo el Salón Atenas, La Bienal de Arte de Bogotá, Arte Joven, entre otras muestras que pretenden cumplir con la misión de divulgación de artistas jóvenes y piezas contemporáneas, ella considera “que la dirección del museo es la obra de su vida”.

Tras 39 años como directora del MamBo, Gloria Zea, al igual que hizo en Colcultura, ha enfrentado sonados escándalos. Uno de ellos en 1985 cuando un grupo de artistas, críticos y comentaristas vinculados a la actividad plástica en Colombia publicaron una carta abierta a la opinión pública cuestionando y denunciando el funcionamiento del Museo de Arte Moderno de Bogotá.

Los artistas en su carta aludían que “El objetivo primordial del MamBo debe ser la exhibición permanente de la colección de obras de arte representativas de la evolución plástica, visual e histórica del país, y no solamente el archivo de dichas obras en un depósito al que el público en general no tiene acceso. El MamBo no se comporta realmente como un museo sino como una galería de arte comercial, lo que defrauda los intereses de quienes de una u otra manera hemos contribuido al establecimiento del Museo, a divulgadores del arte nacional y al público colombiano.”

Muchos artistas se mantienen firmes en este planteamiento frente al MamBo, Antonio Caro prohibió que se exhiba en esta institución cualquiera de sus obras, incluso las que pertenecen a la colección privada. Gloria Zea responde a la acusación de manera enfática “el espacio del que disponemos es totalmente insuficiente para mostrar una extraordinaria colección permanente que tenemos. Por esa razón desde hace más de tres años hemos adelantado gestiones ante la alcaldía mayor de Bogotá con el fin de construir una sede alterna”.

La crisis de credibilidad del MamBo se reavivó cuando en 2003 el museo exhibió una exposición de Barbies titulada Moda Latinoamericana, la muestra no fue coordinada por el departamento de curaduria sino por el área comercial. “la Barbie – en palabras de muchos- es el mayor símbolo de consumismo y frivolidad- no es la primera vez que la dichosa muñeca pasa por un museo. Varios artistas como Tom Forsythe la han convertido en su musa y se han burlado de ella de todas las maneras posibles. El problema no es que este en el MamBo, sino que fue una pésima exposición, su montaje con vitrinas de almacén barato, con sus pendones gigantes y sus afiches de Matel, la volvieron más cercana a una juguetería que a un museo” afirmó el columnista Fernando Gómez en el periódico El Tiempo del 23 de abril de 2003.

Gloria defendió la exposición aludiendo a que “el MamBo recibe aportes del Ministerio de Cultura y del Gobierno Distrital que no alcanzan a cubrir los gastos de funcionamiento de nuestra entidad. Realizamos un enorme esfuerzo por crear recursos a través de actividades culturales plurales, paralelas a nuestra actividad habitual”.

Y la aparente precariedad de recursos destinados por parte del estado y del distrito a la institución generó el otro gran escándalo de la administración Zea. En 2004 la revista Cambio hizo público un informe del Ministerio de Cultura donde afirmó que entre 1996 y el 2000, el museo de Arte Moderno recibió una suma de $5.165.259.239. “No es justo dar sumas tan considerables a fundaciones privadas, a espaldas del articulo 355 de la Constitución, que prohíbe esta clase de auxilios, cuando además festivales y eventos regionales están desapareciendo por falta de recursos” afirmó la entonces Ministra de Cultura Maria Consuelo Araújo.

No es cierto que hayamos recibido esa suma, el total de auxilios da 3.710 millones de pesos. Además, el articulo 355 estipula que el Gobierno Nacional podrá celebrar contratos con entidades privadas, sin animo de lucro y de reconocida idoneidad” respondió la directora del MamBo ante las acusaciones. ¿Qué pasó con $ 1.455 millones que no aparecen?

En 2005 Martha Senn, directora del Instituto Distrital de Cultura y Turismo (IDCT) y Gloria Zea, se enfrentaron por el presupuesto que el distrito destinaba al museo. Gloria, no contenta con los $500 millones dados por el IDCT -equivalentes al 34% del presupuesto de apoyos tanto de la Gerencia de Música como la de Artes Plásticas-, solicitó mayores recursos para la Fundación Camarín del Carmen y el Museo de Arte Moderno, a lo que Senn se negó. «Martha Senn es la responsable de Cultura y Turismo en Bogotá, tiene mi pleno apoyo. Yo asumí compromisos con la ciudad y la cultura que incluye a Gloria Zea, pero la cultura no es alrededor de Gloria Zea». Declaró para el periódico Ciudad Viva, el alcalde Luís Eduardo Garzón.


Y ahora ¿Quién quiere a Gloria Zea?

Escrito por: Tatee

2 comentarios

Por qué cuando se trata de textos que plantean los grises de una situación, o se cuestionan hechos importantes que nos competen y exigen postura, es cada vez más común ver al final seudónimos?


El pobre museíto

Se inauguró “Los Desaparecidos” en Bogotá, una exposición de arte que genera fricciones por muchas razones: porque trae a la memoria una práctica criminal común a muchos países, porque la lectura que hace del pasado sirve para leer el presente (sobre todo ahora que los jefes paramilitares desaparecen extraditados con sus crímenes a bordo), y porque la muestra se exhibe en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, una institución que cuenta con sus propios “desaparecidos”.

La más notoria es Marta Traba, su fundadora, que murió en un accidente aéreo cuando regresaba a Colombia, con muchos planes en mente, como volver al museo y hacer contrapeso a los avances de una administración recia, voluntariosa y voraz.

Otro “desaparecido” es la escuela de guías, que dirigió Beatriz González y contó con Doris Salcedo, Daniel Castro, José Alejandro Restrepo, Claudia Fischer, Carolina Ponce de León y Enrique Ortiga, entre otros. Un “desaparecido” más es la curaduría, que mal que bien funcionaba con el antropólogo Eduardo Serrano y el historiador Álvaro Medina, pero que en los últimos años no existe, a no ser que “curaduría” sea un infomercial sobre muñecas Barbie, el montaje y desmontaje de una colección permanente cada vez más reducida, unos salones de arte joven (¿hay arte viejo?), una bienal que se celebra cada seis años y “homenajes” a grandes, medianos y pequeños maestros con un salpicón de citas protocolarías y un montaje de tres pesos en unas salas cada vez más oscuras.

Otro “desaparecido” es el público, que sólo acude en masa a las inauguraciones (¡fluyan las libaciones!), o que asiste a extensiones del museo como al Bar El Sitio, en el norte, donde se armó la exclusiva “rumba del MAMbo” con el fin de recaudar dinero —“bono de donación” de $450.000— para construir una pirámide, perdón, un nuevo edificio de más metros cuadrados para mostrar la abundante inopia.

Un último en la lista es Alfonso Rodríguez, conocido como “El Gordis”, el contador del museo que luego de colaborar durante años arreglando libros “desapareció”. Sus obras de contabilidad, sopesadas en detalle, contarían la historia reciente del MAMBo y otras “desapariciones”. El museo es un mausoleo para el arte, pero aún puede ser un mouseion (“casa de las musas” en griego): un lugar de inspiración para todo el que se atreva a rastrear el destino de los dineros públicos que recibe esta institución.

La gloria es cosa del pasado, lo de hoy es un pobre museíto “sin nadita que comer, sino carnes, frutas, dulces, tortas, huevos, pan y pez…”

—Lucas Ospina

http://www.elespectador.com.co/impreso/cultura/cultura/articuloimpreso-el-pobre-museito