Los trabajadores culturales y la ciudad: en todos lados se cuecen habas

El éxito de algunas ciudades en culminar una síntesis entre capital cultural simbólico y capital económico inició en otros ciudades la búsqueda incesante de la nueva piedra filosófica que convierte el concreto de las calles en oro. Richard Florida, con su publicación del año 2002 se volvió el estratega más reconocido para los gobiernos municipales. Entre todos los experimentos, el llamado efecto Guggenheim, que se refiere al museo de Bilbao y que describe las alianzas de la ciudad y la empresa privada con un arquitecto mega estrella para la construcción de un museo de arte contemporáneo, ha causado más daños que beneficio. Existen instituciones en cuyas paredes no puede colgarse nada. Ya sea porque es la condición del arquitecto, o porque son paredes de vaciados de concreto armado, en el que instalar un chazo para el tornillo es una tarea titanica.

Poe Jorge Sanguino

Desde hace par décadas las políticas culturales se han vinculado con el desarrollo y crecimiento económico de una región y un país. Este discurso ha desplazado la noción de “representación” que incorpora la cultura submitiendola a una noción de “producción”. Este desplazamiento se origina en consonancia con los axiomas del sistema neoliberal, que aprehende cada activad humana como una actividad de producción capitalista. Conceptos que van desde Adorno “industrias culturales”, hasta la “sociedad del espectáculo”, “trabajo inmaterial”, y la reciente teoría de “gentrificación” describen el momento de la “aprehensión”, afirman la vinculación de una actividad humana con la existencia de un valor económico, así como los problemas que originan esta vinculación. A saber, precarización, monopolio, explotación del labor, etc. El problema es que ellas no logran explicar efectivamente como la lógica neocapital funciona. Por ejemplo, no hay una medida cuantificada de cuantos artistas, cafés y galerías son necesarias en un barrio para originar una valorización en el metro cuadrado de esas calles.

Dentro de la historia del arte se encuentran bases que permiten rastrear el maridaje entre desarrollo cultural y desarrollo urbano. El coqueteo debió iniciarse en el medioevo europeo. Las reliquias consagradas en una iglesia garantizaban la llegada de fieles y peregrinación a la ciudad. Roma eterna no lo hubiese sido sin las medidas adoptadas por los papas de convertir la ciudad en el centro de la iglesia católica, lugar de peregrinación, reafirmando  la “representación” divina concentrada en el poder papal a través de fuentes públicas, puentes, palacios e iglesias, conciertos, descubrimientos arqueológicos, albergos etc. 

La historia de la cultura europea se ha construido a partir de duplas de ciudades y producción cultural: Florencia en el renacimiento, Amsterdam en el Barroco, París desde Louis XIV, Berlín en la primera década del siglo XX, etc. Detengámonos un momento en la postguerra porque aquí sucede un desplazamiento del continente Europeo. La investigación de la Prof. Dosin en geopolitíca y cultura esboza claramente el programa estatal y privado para convertir de Nueva York la capital cultural del mundo de la guerra fría, desplazando a París, asegurando que la producción cultural creciese de acuerdo a la doctrina política americana y su estructura neoliberalista, que directamente afecta el canon artístico. Esa es la razón por la cual tenemos en alta estima la pintura abstracta contraria a una pintura social realista, y como ésta se integra al canon de enseñanza, practica y coleccionismo. Lo mismo sucede con determinados géneros musicales, de literatura, de teatro. Formas de la arquitectura, y del diseño. Todos conocemos Jackson Pollock, pero no sabemos de su antagonista en San Petersburgo, Praga, o Budapest.

A partir de los noventa, la doctrina de las industrias culturales, en su mayoría concebida por el sistema anglosajón, recopila tratando de sistematizar lo que los emprendedores culturales ya habían descubierto. Que la cultura en síntesis con una estructura neocapitalista origina recursos simultáneamente simbólicos y económicos, en especial si estos están ubicados en una ciudad. Por ejemplo Bode con su Documenta en Kassel. La documenta es un mega evento en la aburrida y destruida ciudad, cuna de la industria del armamentista, que se ha transformado en la condicio sine qua non del mundo del arte; atrayendo a más de medio millón de visitantes con los que Kassel obtiene una buena caja… y de paso, logró hasta hace poco esconder la afiliación de sus fundadores con el partido Nacional Socialista. De la Documenta hemos atravesado por eventos similares que prometen darle a la ciudad un foco de atención. Desde eventos cortos, algunos establecidos antes de la segunda guerra Mundial, tales como Bienales, Ferias de Arte, Festivales de Cine, Concursos de la canción. (Lugares que nadie conoce más que por el festival, como por ejemplo, San Remo.) hasta consolidación de las ciudades como geografía indispensable para la realización de la vida cultural.

El éxito de algunas ciudades en culminar una síntesis entre capital cultural simbólico y capital económico inició en otros ciudades la búsqueda incesante de la nueva piedra filosófica que convierte el concreto de las calles en oro. Richard Florida, con su publicación del año 2002 se volvió el estratega más reconocido para los gobiernos municipales. Entre todos los experimentos, el llamado efecto Guggenheim, que se refiere al museo de Bilbao y que describe las alianzas de la ciudad y la empresa privada con un arquitecto mega estrella para la construcción de un museo de arte contemporáneo, ha causado más daños que beneficio. Existen instituciones en cuyas paredes no puede colgarse nada. Ya sea porque es la condición del arquitecto, o porque son paredes de vaciados de concreto armado, en el que instalar un chazo para el tornillo es una tarea titanica.

(excurso: La carrera que ha hecho el concreto vaciado dentro de las instituciones de arte debería iniciar una serie de investigaciones. Lo plano de este material hace de lo estético algo asceptico. El concreto disimula y esconde las deficiencias de las obras de arte)

Sin embargo, ninguna de las teorías y doctrinas de las administraciones de política cultural consideran que en parte, los modelos exitosos para la síntesis de capital cultural y económico son efectos de especulación financiera, incluyendo  lavados de activos con el mercado inmobiliario, así como sistemas tributarios laxos frente a ciertos tipo de patrimonio, y en su defecto, el uso de dineros públicos (impuestos) que recompensan al especulador urbanista. La exactitud con la que los procesos han ocurrido simultáneamente, obliga a replantear los fines de las culturas políticas como han sido presentadas, y es necesario analizar los indicadores económicos que argumentan la implementación de programas nefastos. Por ejemplo, ¿que parte adeuda Nueva York como la capital mundial del arte a la especulación en construcción (con personajes como Trump), las relaciones con la mafia, la fuga de capitales y el sistema financiero? O,  ¿Miami desde finales de los noventa, impulsada por el movimiento de fuga de capitales Latinoamericanos y, desde el 2001 fuga de capitales de los estados del Norte de USA?  De igual manera es importante revisar el desarrollo cultural de Berlín a partir del 2000 con la venta a “huevo” de las propiedades del gobierno y la ciudad de la otrora Alemania oriental a grupos de intereses, especuladores financieros, y grandes empresas inmobiliarias. La ciudad es una encrucijada para la cultura, y sigue una lista larga, que incluye ciudades de Asia, Latinoamerica y África, que se han convertido en “hubs” culturales, y a su vez, zonas de especulación.

En todos lados se cuecen habas: el efecto directo de la especulación financiera conlleva a un incremento de los costos de vivienda. Las ciudades, ahora atractivas por la vida cultural, crecen en el número de habitantes y los espacios de trabajo para profesionales culturales comienzan a encarecerse y volverse escasos. Sea York en Irlanda, o en Guadalajara en México, la presión inmobiliaria pone en jaque las políticas culturales: mientras los administradores de las estrategias culturales tratan de encontrar una solución para que los artistas no emigren a otras ciudades, por ejemplo a través de uso temporal de estructuras físicas como residencias para artistas, algunos artistas (y es un fenómeno bastante interesante) compran espacios inmensos en los que instalan su “estudio”, en el que por supuesto, se producirán obras de tamaño monumental (más no de calidad monumental como bien lo sabemos). La consecuencia de este nuevo fenómeno es que la relación entre especulación inmobiliaria y producción cultural inserta una nueva constante de diferencia social. El número de metros cuadrados del taller es garantía del éxito (comercial) del artista. A más metros cuadrados de taller, más éxito y más costosa y más grande la obra.

Resulta paradójico, que en un mundo que se está volviendo más estrecho, superpoblado y con mares llenos de plástico, y para billones de habitantes la única opción sean microviviendas, sea un afán del mundo del arte en impulsar la superproducción y la superescala. La explosión del formato, en la fotografía, la pintura y la escultura, y en superproducciones culturales, en supermuseos está construida desde una consideración de que el espacio, tanto público y privado, puede consumirse bajo la lógica neoliberal. Entre más metros cuadrados, entre más volumen, más derecho a considerarse arte.

Una situación diferente es el de las ciudades que desean consolidarse como centros culturales, y en ellas, también se cuecen habas: se encuentran en el desespero de lograr emular a las otras grandes ciudades, y aspiran que golpes de infortunio como la pandemia y el teletrabajo les otorgue un nuevo impulso. Una utopía cultural implica que en la región más apartada, la producción cultural sea tan bien recibida en términos estéticos y económicos como aquella que se produce en las grandes ciudades, y que las tensiones que subyacen en la producción cultural local y aquella que es global no existen. Sin duda alguna, la homogenización visual que produce la “social media”, como Instagram, y el acceso a internet, podría transformar lo local en algo global, ya sea de dos formas. Convirtiendo lo local en algo global, o instalando lo global dentro de lo local. Sin embargo, este paso está mediado por la conversión de “aquello” en mercancia y objeto de consumo.

Sin embargo, lo que parece absolutamente necesario para el desarrollo de una política cultural, es que la parte administrativa de un gobierno, local o nacional, sea responsable consolidando gremios en los que actores culturales, tanto privados como públicos, sean consultados. Porque las habas que se cuecen en todos lados, es la siguiente. El de una política que se abstiene a desarrollar politicas culturales junto y para los trabajadores culturales.

Escrito tras las experiencias e intercambios con colegas y amigos durante las conferencias Estrategias culturales para el desarrollo de las ciudades, que se llevó a cabo en León, España, del 3 al 5 de Nov. Con mucho agradecimiento a mis colegas, y en especial a Gaspar Cano, Javier Lanza y Ann Bateson por la invitación.