La democratización en las artes visuales. La falsa excusa de una lucha de clases

Democratización de las artes como diseminación del conocimiento no surge de una división de clases que promueve una separación entre una “elite” y “nosotros”. Nadie pretende que la democratización de la salud sea que miles de sanadores y curanderos puedan ejercer de manera más efectiva que los médicos porque éstos últimos son una élite.

A mediados del Siglo XIX los ornamentos, otrora en mármol, madera y otras piedras, comenzaron a ser industrializados y vendidos en masa: ángeles, plafones para lamparas, molduras con ornamento de talladura, acalabrotada, quillas, cornisas, cimacios, zócalos, consolas, astrágalos, chaflanes, guirnaldas, foliados, etc, con diferentes estilos podían pedirse por catálogo de empresas expertas en vaciados de yeso.

Las casas de la burguesía ahora eran decoradas con ornamentos que antes pertenecían al vocabulario del diseño interior de las aristocracias y de palacios arzobispales, y por más anecdótico que sea este evento en nuestros tiempos contemporáneos de Ikea, Alexis de Tocqueville (en una cita que traigo de la memoria) utilizó la democratización del ornamento para concebir de manera positiva los avances del capitalismo y la industrialización los Estados Unidos.

Democratización del arte no es una idea nueva. Abaratamiento y disponibilidad en las tecnologías de producción de esculturas, ora bronce o hierro, así como el incremento en la producción industrial de maquinas impresoras, es decir, tecnologías de procesos reproducibles de la imagen, ayudó favorablemente a la primera generación de galeristas franceses a principios del S.XX a abrir mercados de arte. Vaciados en bronce de Rodin comenzaron a participar en mercados intercontinentales para adentrarse en los hogares de la nueva burguesía americana.

En los años sesenta un grupo de galeristas y mercaderes de arte, entre ellos Leo Castelli, apelan de nuevo la idea de la democratización del arte. Para hacerlo, dan un nuevo impulso a las artes gráficas. Las figuras del pop inundan el mercado con litografías cuyo número de ediciones finales son desconocidas. Pueden ser mil o 200, nadie lo sabe hoy en día. Lo importante era que todos pudiesen comprar un Roy Lichenstein de paso convirtiendo la imagen del “BOOM” en un ícono. En la década siguiente, galeristas europeos como Rene Block, en Alemania, o Denise René en Paris, continuan con la idea de democratización produciendo “múltiples”. Esculturas pequeñas en números de series altos, que ahora llegarían a los nuevos hogares europeos que disfrutaban de la bonanza económica. Cruz Diez, Julio Le Parc, Joseph Beuys, hoy, un “múltiple”de esos autores cuesta mucho dinero siempre y cuando sea un original.

Porque la democratización del arte ha dado espacio a actividades turbias: En los ochenta estafaron a miles de personas vendiéndoles obra gráfica y falsificada de Dali, Picasso, Chagall, etc. Vendedores iban de puerta a puerta y vendían “ediciones especiales” de los grandes maestros. La estafa la iniciaban algunas veces impresores gráficos que afirmaban tener los derechos de obra, en otros casos, eran los marchantes de arte que se aprovecharon de la “democratización” del arte afirmando la falsa división entre “élites” y “nosotros”. Un nosotros” al que le era otorgado como oportunidad única comprar al “ícono” de la historia del arte universal. (Como nota al pie: los múltiples tampoco se salvaron de ser falsificados. Más de un coleccionista se sorprende que el Cruz Diez que tienen es una copia contemporánea de los de antaño.)

Durante muchos siglos, la educación de los artistas en Europa era controlada y restringida. Se iniciaba muy temprano en el taller del maestro y luego ingresaban a un gremio. Sin embargo, eran los artistas era conscientes que ciertas imágenes de las obras que ejecutaban, que sólo podía ser financiada por la iglesia, la aristocracia o la burguesía emergente; debían recibirse en círculos más amplios que los del comedor del monasterio, o que los visitantes al studiolo de un palacio. Rafael, por ejemplo, trabajaba con Marco Antonio Raimondi, un grabador, que reproducía sus pinturas en grabados. Incluso después de la muerte del pintor la obra de Raimondi ayudó a diseminar a Rafael por toda Europa.

Si interpretamos estas estrategias de circulación de las obra de arte más allá de una búsqueda de la recepción de la imagen, es decir, si las interpolamos como un evento democrático, entendemos que democratización de las artes es la diseminación abierta e inclusiva del conocimiento, ya sean formales, de contenido, filosóficos, sociales, políticos estéticos etc, que están inscritos en la obra de un artista o de un colectivo, y que se han consolidado a través de años de trabajo aunados al talento.

La formación y nacimiento de los museos de artes responde a esta misma idea. Una democratización del conocimiento forjado en el encuentro con objetos e ideas contenidos en patrimonios materiales e inmateriales. Incluso hoy, 300 años después del nacimiento de los museos, la nueva noción de ellos enfatiza la relación de apertura, inclusión, investigación y conocimiento.1

Democratización de las artes como diseminación del conocimiento no surge de una división de clases que promueve una separación entre una “elite” y “nosotros”. Nadie pretende que la democratización de la salud sea que miles de sanadores y curanderos puedan ejercer de manera más efectiva que los médicos porque éstos últimos son una élite. La democratización de la medicina implica que el conocimiento científico y social consignado en el desarrollo de tecnologías, farmacéuticos, métodos de tratamiento, etc. sea accesible a todos y por todos, y que cualquier persona pueda hacer parte de la construcción de ese conocimiento mediante el ingreso a un sistema educativo, así como a entidades de investigación. La democratización implica además el reconocimiento de los costos y logros de aquellos que construyen y amplían la base del conocimiento.

El gran reto de la democratización de las artes como diseminación de conocimiento es que los participantes en el mundo cultural y los responsables de políticas culturales sean competentes en la ejecución, divulgación y financiación de los programas de arte. Resulta paradójico y molesto que este momento, un buen momento para el arte colombiano en el exterior, con artistas colombianos participando en bienales internacionales reconocidas como la de Lyon y Venecia, con otros colombianos postulados a premios como Marcel Duchamp Prix, o mencionados por el Times Magazin, la prensa, los medios de comunicación colombianos, el ministerio de Cultura, y la cancillería resalten y le hagan creer a la opinión pública que el orgullo artístico del país está en manos de otras personas.


1“Un museo es una institución sin ánimo de lucro, permanente y al servicio de la sociedad, que investiga, colecciona, conserva, interpreta y exhibe el patrimonio material e inmaterial. Abiertos al público, accesibles e inclusivos, los museos fomentan la diversidad y la sostenibilidad. Con la participación de las comunidades, los museos operan y comunican ética y profesionalmente, ofreciendo experiencias variadas para la educación, el disfrute, la reflexión y el intercambio de conocimientos.” https://icom.museum/es/news/el-icom-aprueba-una-nueva-definicion-de-museo/

5 comentarios

La democratización de las artes pretende acoger y legitimar los otros procesos de formación artística que lamentablemente ha acaparado el sistema educativo convencional, del que no todo Colombia tiene acceso y que por este motivo es considerado un privilegio.

Este artículo pretende hacer una analogía entre las artes y las ciencias médicas como si existiera un grado de objetividad metódica equiparable a los procesos exploratorios y/o formativos de las artes.

Si bien existen procesos de formación que se han estandarizado bajo la supervisión de las academias, esto no significa que el papel de las artes en la cultura sea similar al de un cirujano. Si bien la flexibilidad discursiva de los procesos que acogen las artes han permitido manifestar que este tipo de argumentos puedan tener alguna justificación, solo hace más evidente que fuera de las academias también deben haber procesos que se legitimen del mismo modo, como prácticas propias de las artes y más aún, de la cultura.

El sistema de competencias solo ha generado que un grupo exclusivo de «élite» pueda desarrollarse, pues la representatividad de las instituciones educativas funciona como insignia para conmemorar cualquiera que sea el resultado de los/las artistas introduciendoles a un mercado (turbio) del que el común no tiene acceso, y que seguramente ha migrado a las plataformas descentralizadas, donde la tokenización sustituirá la falsificación de la que se aqueja el/la autor(a).

El hecho de que el ejercicio de la democracia acoja las prácticas y procesos formativos que han surgido y se han desarrollado al margen de estas instituciones es vital si nos referirnos a la identidad de una cultura soberana.

En cuanto a la «falsa» lucha de clases, solo puedo decir que si no existiese una transversalidad entre los procesos de formación alternos (marginados) y los ya instituidos (privilegiados) para hacer de esos nuevos mercados un espacio dinámico y accesible en el desarrollo de la cultura, si, creería que si son falsos.

Sin embargo, la ‘democratización de las artes’ en el contexto actual o mejor, ahora que se terminó la ‘bienal internacional de arte contemporáneo’ en Cali, no solo tiene que ver con diseminación del conocimiento, como lo propone el texto, creo yo, que más bien se refiere a participación, e inclusión. Además se relaciona o hace eco, al anuncio de la ministra de cultura el día en que asumió la cartera, cambiar el nombre del ministerio para que incluya las artes, en sus variables e históricas formas, y los saberes de igual modo (proceso que implica otro tipo de discusión complejo sobre participación). Es que el reclamo tiene que ver con un tipo de arte (suele ser contemporáneo) que se presenta excluyente. Entonces la solución: inventar una bienal con toda la pompa u ornamento, comenzando con el uso de los términos, gestionarla con base en un apoyo institucional (recibido antes en otras iniciativas del mismo corte), lanzarla a la prensa, que poco o nada sabe de arte en Colombia (con los certificados y menciones a Museo de las Américas, Biblioteca de la comunidad europea, libro de los 100 mejores artistas, etc.), y acompañarla con el discurso de que lo que ahí acontecía era precisamente la “democratización de las artes”; una bienal como esta, en realidad apela a un mundo paralelo en el que el trabajo de los artistas, se respalda con la compra de una hoja de vida, igualmente pomposa. Democratizar es el término que se utilizó en este ejercicio o demostración –de fuerza- (lo que se difundió en prensa no se ajusta a la realidad), respecto del proceso de legitimación, no creo desinteresada, de un grupo reducido de gestores y artistas particulares.

Muchas gracias por el comentario. Da placer de discutir sobre esos temas. Tal vez se pierde un tono durante la redacción de este artículo: No pretende afirmar que solamente el artista que haya estado en una universidad es el artista que es válido. De hecho, nunca utilizó la palabra «universidad», «academia de artes» como criterio de definición de la obra de arte que entraría a circular en la diseminación de conocimiento como parte definitoria de la democratización de las artes. Y eso, porque creo que gran parte del patrimonio cultural material e inmaterial nace en otras esferas diferentes a las universidades, así como también nace en ellas. Asumo que tu interés es entender la democratización del arte desde la dialéctica Sistema Educativo Convencional vs No Sistema educativo Convencial. En mi texto no estaba concibiendo esta dialéctica. Uno, por los problemas dentro de la educación que he mencionado en mis artículos anteriores, y que tu mencionas, dos, porque volvemos a una tensión irresoluta entre “élite” vs “no élite”, y la democratización viene a ser en el caso del arte, donde procesos de auto precarización ocurren también con artistas formados de las universidades, una espada de Damocles que pende sobre la comunidad de arte en general.
Sin embargo, me gusta el comentario porque me haces ver que escribí el artículo desde la perspectiva del observador y no incluí la perspectiva de democratización desde el creador, y es allí donde partimos desde perspectivas diferentes para concebir el problema. Pero creo que el interés es el mismo. Cuidar que las bases de la democratización no pueden sean determinadas por la influencia del mercado y marketing. Un abrazo

Este diálogo es muy valioso. Muchas gracias Isabel. Me interesa como en determinado momento, los problemas de precarización (que atraviesan la producción, divulgación y recepción de las artes visuales) son omitidos y la producción, reflexión sobre las artes son entendidas como una actividad “elitista”. Entonces, como lo afirma Carlos Camacho, aparece el “emprendedor” cultural, que haya atajos, como lo dice Jaime Iregui, y gasta una gran cantidad de su energía y recursos en el manejo de medios. Incluso más que en la producción y reflexión sobre su actividad. Ahora bien, el problema no es local, ni solo de Cali, sino global. Pintores como Lowentraut en Alemania, para dar un ejemplo. Son presentados en los medios como niños genios por un galerista que era además un manager de televisión- El argumento es el mismo. A éste niño genio no lo aceptaron en la Universidad de artes, porque esa universidad es elitista. Lo curioso es como esa supuesta inclusión (que un niño entré a la carrera artística, que el gran pintor sea autodidacta, que tiene una gran base de “fans”) apunta a repetir las estructuras que antes eran denominadas elitistas. Exhibiciones institucionales compradas, o mejor dicho, exhibiciones arrendadas. Por supuesto, este es un sector de la producción del arte, que concierne en particular al de la pintura. Pero es claro, y muy de acuerdo contigo, que paralelo a la definición de democratización están las fuerzas del capitalismo que fragmentan lo comunitario así como la posibilidad de que esa misma comunidad defina en transacciones, en conflictos y acuerdos, que son verdaderos procesos democráticos frente a la producción, recepción cultural. En esta fragmentación aparece el artista empresario.

Bueno, a ver durante siglos el arte era lo que prevalecía como valor material hecho por un humano, hoy en día se ha industrializado el arte y ya no se ve de la misma manera.