Felix Gonzales-Torres, Untitled. 2009. Modern Art Museum of Fort Worth.
En Colombia hay cientos de críticos de arte, pero pocos historiadores. En el mismo portal de Esfera Pública se leen a diario docenas de críticas de todo tipo, pero pocas tesis planteadas sobre la obra de alguien en particular. Estamos atacando mucho, pero construyendo poco. No estamos generando historia ni documentando con bases sólidas qué es lo que está aconteciendo en el arte contemporáneo colombiano hoy día. Y eso nos afecta a todos.
He descubierto con el paso de los años cómo cuantos más artistas conozco más me doy cuenta de la brecha ideológica y por ende del desinterés colaborativo entre muchos de ellos con los historiadores. Me pregunto yo, de donde o por qué esa tendencia de los artistas a evadir o preferir no interactuar con los historiadores de arte? Y la respuesta creo que es más simple de lo que pensaba. Muchos de esos historiadores se autoproclaman primero que nada críticos de arte. O, por otra parte, muchos artistas asumen que ser historiador de arte automáticamente lo convierte a uno en crítico. Son pocos quienes se atreven a asumir y llevar su rol como historiadores o como personas cuya responsabilidad primaria debería ser la del documentar la experiencia, producción, y difusión del arte, así como son muchos los que al ser historiadores o tener un conocimiento teórico sobre estética del arte se atribuyen el poder de hablar sobre, o hacer crítica de, arte.
Hasta el momento no he logrado comprender ese empecinamiento de quienes hacen crítica de arte por destruir por completo no sólo la obra sino la integridad moral del otro, como si los artistas fueran ídolos de papel y no personas. Y en Colombia nos está sucediendo mucho esto. Es que el rótulo de crítico de por sí es problemático desde el punto de vista semántico, pues muchos asumen que ser crítico de arte significa inmediatamente el juzgamiento de la obra del artista, por un lado, y el conocimiento y dominio del campo artístico, por el otro. Y no necesariamente tiene que ser así. No es cuestión ni de buscarle el pelo al huevo ni de encontrarle la quinta pata al gato. Por otra parte, pareciera que el crítico tiende a acomodarse plenamente en una aparente posición de poder que en realidad es más frágil y subjetiva de lo que ellos creen. Preferiría leer el tipo de lectura estética que respeta la posición del artista con respecto a una temática plástica o conceptual, en vez de entrar de lleno y con la predisposición de no tragar entero y buscar de qué forma se puede criticar de forma negativa el producto hecho por el artista. Menos en un contexto como el nuestro, en donde tenemos pocos lugares, pocos escenarios, y en donde lo poco que sale a la luz –que quizá no sea la panacea pero tampoco es cien por ciento malo como lo quieren hacer creer- es inmediatamente destruido y despedazado con un alma de odio que a veces me pregunto si es que realmente nuestra idiosincrasia nacional es esa: la del destruirlo todo.
El problema también radica en que las críticas están fundamentadas más en un discurso metafórico y poco puntual que en un acto claro y conciso del por qué algo en un artista no funciona. Los juzgamientos, que al final sería más acertado utilizar este término que el de crítica, están basados en argumentos teóricos de corte barroco, llenos de excesos, referencias, pies de página, y de un lenguaje inflado, florido, y excluyente, que poco o nada puede llegar a interesarle al ciudadano de a pie y que incluso a la gente del mismo medio les resulta monótono y aburrido, tal como menciona un artículo del diario El País de España publicado en 2007[1].
Uno de los problemas más comunes y persistentes en la práctica de escribir sobre arte en este país resulta en la creencia –volvemos al modernismo más arraigado- de que cuanto más elaborado sea el texto y el lenguaje que le infiere, mayor credibilidad tendrá su crítica. El continuismo de esta actitud de quienes escriben sobre arte es de un perjuicio tremendo, más en un contexto como el nuestro, pues lo que necesitamos es acercar más a la gente a que hable y disfrute del arte, y no espantarlos aún más por adefesios literarios que dicen poco o nada y que transmiten la imagen de que el mundo del arte, en vez de ser un lugar que invita, es un lugar al que hay que entrar con credenciales. Y en pleno 2011, es una pena que mantengamos ese tipo de actitud de élite con respecto a algo que debería incluirnos a todos.
Estamos entonces ante un problema de rol, de lenguaje, y de actitud. En muchas ocasiones pareciera que algunos de los llamados críticos tienen complejo de jurado de reality show y salen inmediatamente de una exposición a ventilar todo lo que tienen que decir escudados en esa ya mencionada posición de poder otorgada por ellos mismos. El problema además se amplía cuando pensamos que es muy fácil hablar del trabajo del otro desde el punto de vista temático/conceptual/estético/teórico/filosófico, etc. cuando muchos de estos críticos jamás se habrán manchado las manos si quiera con dos gotas de pintura ni sabrán lo que es tener un pincel entre sus manos. Cada día entonces comprendo y concuerdo más con los artistas, tanto profesionales como estudiantes, que ven en los críticos de arte artistas frustrados que, al no ser capaces de producir objetos con un carácter estético y conceptual, se dedican es a hablar mal de aquello que ellos jamás pudieron ni podrán hacer bien.
En ningún momento busco que no se escriba ni que se haga crítica del arte. Pero si vamos a ser tan envalentonados de escribir sobre arte o de hacer crítica de arte entonces también tengamos la valentía de conocer primero cómo son los procesos de producción de cada uno de los artistas, por qué hacen lo que hacen, qué tipo de decisiones llevan a que el artista X le guste la técnica Y y no la Z, o por qué y bajo qué argumentos sólidos consideramos como juicio válido el tan modernista, cincuentero, y arrugado es que yo puedo hacer eso. Porque dichos procesos de conceptualización de la obra y de ejecución, esa selección de ideas y la elaboración final del producto, puede resultar tan o incluso más laboriosa, que sentarse en un escritorio detrás de un computador a escribir sobre lo que uno no ha hecho. Me gustaría que algún día se invirtieran los procesos y los artistas plásticos se dedicaran a escribir o comentar sobre lo que escriben sus críticos. Esa crítica de la crítica diría muchas más verdades que aquellas que algunos críticos con aires caudillistas pretenden imponer.
Hace falta que se escriba sobre arte desde el papel del historiador. De aquel que compila experiencias, escribe crónicas, y documenta manifestaciones artísticas dentro de un tiempo y un espacio determinado. Me resulta más interesante el historiador que aporta a la disciplina que el crítico que da balances de artistas y exposiciones del mismo modo que el narrador deportivo hace el balance de una contienda entre dos equipos. La crítica es necesaria, sin lugar a dudas, y también es necesario desmitificar el rol del artista como maestro supremo e intocable. Pero dejemos de un lado el aspecto destructivo e histérico de lo que escribimos, pues de ser así pasaremos entonces de tener críticos a tener censores.
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Jairo Salazar
6 comentarios
De acuerdo con el articulo de Jairo Salazar, se tendría que hacer un salto evolutivo en la crítica del arte que estamos haciendo, más que critica lo podemos llamar juzgar el artista y deplorar su arte, como actividad llana y pasajera por parte de críticos que no están generando elementos de valor para crear historia y crítica de arte moderno en Colombia, de manera contraría están haciendo juicios tajantes frente a las diferentes obras de lo artista, lo que se está convirtiendo en una guillotina, donde vamos sacando cabezas del medio sin responsabilidad alguna y sin una intención de mejorar las nuevas creaciones, pero lo interesante es que está forma de criticar y lanzar juicios no sólo es hacia los artista Colombianos, también he visto como en exposiciones de Artista internacionales de prestigio se hace de está misma forma, entonces, será un problema de nuestra sociedad Colombiana que tanto se ha dedicado a destruir y construir es el trabajo de pocos, es en este momento donde los estudiantes de artes e historia pensamos en qué es lo qué nos espera, qué es lo que nos enseñan y la manera en cómo lo enseñan, la crítica del arte históricamente fue creada para evolucionar el arte desde un punto de ¨sugerencias¨ si así se puede llamar, de tal manera que lo entienda el artista y el público, pero estamos haciendo lo contrario, no hay una evolución de arte y la crítica que se hace sólo la entienden algunos pocos, reduciendo de nuevo el arte a un pequeño grupo de la sociedad, otro gran error que cometemos en el país, trasladar el arte a ciertos sectores. Entonces la invitación que hace Jairo Salazar a revaluar la manera en que hacemos crítica y así mismo historia del arte en nuestro país, es oportuna pues ésta reflexión puede llegar a algunos críticos-historiadores-críticos de ésta web donde encontramos grandes ejemplos de crítica mordaz al artista más que al arte y para ellos de nuevo ¿Criticar o escribir sobre el Arte?.
Estimado Álvaro Andrés:
Es muy cierto lo que dice. No es sólo en Colombia y en ese sentido me adelanto a la respuesta que quiero hacerle a David Torres en relación a su valioso comentario, y es que quizá en mi artículo peco de generalizante. El motivo por el cuál apuntaba directamente a Colombia tiene que ver con el contexto en que estoy ahora y por el tipo de escritura que he encontrado no sólo en Esfera Pública sino en magazines culturales, publicaciones, gacetillas, etcétera, en las cuales la tendencia es, lo sigo sosteniendo, a defenestrar al artista y no a adentrarse en la obra misma, que al final es lo que nos importa.
Ahora bien, y es algo digno de otra charla, a veces nos vamos al otro extremo y es la exageración en cuanto a lo que un artista quiere hacer, explicándo lo inexplicable o queriendo que el espectador vea algo que por sí solo no puede ver.
Sea lo uno o sea lo otro, sigo considerando que en Colombia -para ser puntual- hace falta una noción colectiva de recolección y difusión de tendencias artísticas, sean estas de la naturaleza que sean, que nos permitan en un mañana ver hacia atrás y tener una tradición así sea básica de arte contemporáneo colombiano. Que lo hay lo hay. Que nos guste o no es otra cosa.
Otra cosa adicional Álvaro Andrés es que yo no estoy tan seguro de que la crítica de arte busque o tenga como objeto hacer que el estudio del arte «evolucione». Buscar que algo evolucione es una visión muy modernista de la historia que presupone que todo lo que está por venir es mejor que lo anterior. Si estamos de acuerdo en que hay que avanzar, pero no desde un sentido «evolutivo» sino de método. Para no hacerla más larga, eso es al final lo que más nos hace falta: Metodología a la hora de hablar sobre las diversas prácticas artísticas que se dan en nuestro país.
Un cordial saludo y de nuevo mil gracias,
Jairo Salazar
Estimado Jairo,
Antes de nada pido disculpas por entrar a discutirte algunas cuestiones de tu artículo sin conocer en profundidad la situación de la crítica en Colombia, al menos más allá de lo publicado en estas webs y otras similares. Pero precisamente por ese contexto ampliado de publicación que significan las revistas on-line creo que podemos hablar desde un marco ampliado o expandido. Probablemente uno de los principales problemas de escritura cultural es caer en la generalización. Es necesario, intelectualmente imperioso para poder discutir, ser preciso. Eso nos evita caer en generalizaciones sobre, es el caso, lo obtuso de la crítica de arte. En este caso desde mi propia práctica y desde una práctica generacional o desde plataformas como A*DESK hemos intentado generar un relevo a esa crítica que vienes a calificar de obtusa o enroscada. Así hemos apostado por la comunicabilidad, e incluso se nos ha acusado de efectistas. Pero más allá, si la crítica de arte aspira a ser una disciplina de estudio del arte en contemporaneidad tampoco creo que deba renunciar a la complejidad, complejidad incluso de escritura. Seguramente un mundo volcado a la comunicación inmediata marcado por las actitudes de la prensa y la política institucional (vencida por la demagogia) nos hace pensar que la escritura sobre arte también tiene que tener ese carácter seductor o explicativo. En las antípodas de lo que ha sido mi práctica, tal vez, una manera de ser verdaderamente resistente y crítico es no renunciar a la compejidad, incluso de forma.
Por otra parte no estoy tan seguro que la crítica tenga que estar al servicio de los artistas, ni mucho menos que para poder hablar tenga que conocer de primera mano o por propia experiencia cuestiones técnicas y procesuales (que en las prácticas actuales ni los mismos artistas conocen en ocasiones). Y, claro, menos aún que sea una actividad de artistas frustrados. He escrito algunos textos a propósito del tema, y básicamente creo que la crítica se debe a aquello que llanamente podemos denominar pensamiento crítico. Por tanto tiene que ver con pensar críticamente. Ahí es donde comparte afinidades con otras disciplinas, desde la historia, hasta la antropología o la propia práctica artística. Resumiendo mucho, en el extremo con aquello que la crítica tendría que ver es con la práctica de la escritura. Una escritura lisiada porque surge de una crisis del relato y del decir que, por crítica, sólo puede hablar de otros.
Aunque al final, lo de menos es su parcelación o clasificación disciplinaria. Es decir, lo de menos es definir y delinitar con precisión un campo, crítica o historia o curadoria, y lo de más poner en marcha un pensamiento crítico en contemporaneidad.
Un saludo
David G. Torres
http://www.davidgtorres.net
http://www.a-desk.org
Algo contemporáneo aún nos ronda
David:
Saludos. Comparto sus inquietudes por esclarecer el campo en el cual también yo estoy interesado. Acerca de su aporte generoso, acoto lo siguiente. Sólo existe pensamiento en la medida en que sea crítico. La crítica siempre será inoportuna porque es intempestiva. La crítica escapa a los controles institucionales que deben velar para que las posibilidades de expresión sean las que ellos establecen, y no aquellas que exploran caminos de libertad. Por otro lado, no creo que en la Historia haya pensamiento; tampoco en la Antropología. En estos campos no existen verdades. Todo allí son ficciones ideológicas. Este es el punto central de nuestro problema. El culturalismo que acabó con el pensamiento contemporáneo, nos ha hecho creer falsamente que opinar consiste en hablar con verdad. Esta consigna tiene un propósito: esclerotizar el pensamiento: la crítica: la libertad.
La única razón para que no exista crítica de arte en Colombia, algo de razón tiene Jairo Salazar en sus acotaciones, consiste en que hemos sido convencidos por la ideología liberal de que “el arte es un pasado”. Hasta nuestros artistas más representativos aún creen este entuerto. No existe arte en nuestro país, porque nos resignamos a ser consumidores pasivos de mercancías y propaganda. (En Bogotá llamamos “chatarra” a estos productos a los cuales somos adictos compulsivos). Una propaganda a la cual sólo tienen acceso algunos artistas-curadores. Sin embargo, en medio del pantano descrito, de cuando en vez surge algo diferente, algo contemporáneo. ¿Quién puede discernir lo contemporáneo que nos sale al encuentro intempestivamente? El pensamiento: la crítica.
Ahora bien, el problema de la crítica de arte en Colombia consiste en que quedó en manos del Estado. En opinión de sus amanuenses, la crítica es escritura de ensayo calculado para ganar: ensayo mercenario. El Estado se apropió de la crítica y estableció los mecanismos para determinar qué es crítica de arte. El Ministerio de Cultura y la Universidad de los Andes contratan la crítica de arte de nuestro país, una crítica que se hace en diferido, como ficción histórica. Parece que con un propósito: favorecer una artista que no necesita estas lisonjas irritantes por parte de sus amigos enquistados en el poder. Le recomiendo leer las observaciones de Carlos Salazar a este respecto.
Jorge Peñuela
http://www.liberatorio.org
Es la primera vez que leo un texto de Jairo Salazar en Esfera Pública. Tiene preguntas que reiteran un viejo y eterno debate -la pregunta por el sentido de la crítica de arte- y en algunos casos cae en generalizaciones, como pensar que este foro es un espacio de crítica de exposiciones donde se pueden leer a diario «docenas de críticas de todo tipo» y que quienes aquí escriben se ocupan básicamente de revisar la obra de los artistas.
De pronto Jairo Salazar no sabe que la crítica de exposiciones es algo que sólo dos o tres personas realizan en este espacio con algún grado de periodicidad desde hace tres años y que gran parte de la crítica que aquí se publica desde hace diez o más años se ocupa de revisar prácticas institucionales, críticas, curatoriales y artísticas que afectan directa e indirectamente el medio del arte.
Y no es mi intención afirmar que la crítica a las instituciones, la crítica a la crítica y a las curadurías están exentas de los aciertos y falencias similares a la llamada crítica de arte -o del objeto artístico. Sólo invitarlo a que revise otros textos que se han publicado aquí y en otros sites donde afirmaciones como «En Colombia no hay crítica de arte» o «la crítica de arte está en crisis», o preguntas sobre el estado de la crítica son lugares que se visitan periódicamente.
Aquí una pequeña selección:
«El encierro del campo del arte en sí mismo ha dado como resultado, entonces, que los objetos de reflexión de la crítica también hayan ido cambiando. De la escritura sobre la obra de arte y los procesos creativos del artista, se pasó a la reflexión sobre los supuestos institucionales e ideológicos del campo del arte. Aunque los tópicos consuetudinarios de la crítica nunca han perdido sentido y siguen existiendo con plena validez, la práctica de la crítica de arte se fue concentrado mayoritariamente en la reflexión sobre los presupuestos políticos y sociales del arte. El discurso sobre las políticas culturales, la discusión sobre el papel del artista, del crítico y el curador, en las dinámicas de legitimación de museos, salones, galerías, colecciones, grupos creativos, la reflexión sobre los procesos de gestión de todas las instituciones de canonización pública de la imagen del artista o del prestigio de la obra de arte, así como la problematización radical de la exclusiones sostenidas por las burocracias más conservadoras del Estado y de la empresa privada y por los privilegios de clase, han empezado a circular como acciones absolutamente válidas dentro de la práctica crítica.»
http://esferapublica.org/lacriticadearteencolombia.htm
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«¿Cuál podría ser la base, hoy, del trabajo de la crítica, en su acepción más comprometida y al mismo tiempo rigurosa? Diría que, básicamente, un trabajo de “enmarcado” de los pronunciamientos, de los contenidos de producción de significado comprometidos por las producciones culturales. No el ejercicio de adhesión a unos u otras, atención, sino uno que por encima de todo se daría por misión el análisis crítico de tales producciones culturales, ejerciendo respecto de ellas un distanciamiento epistemológico cuyo objetivo fundamental sería siempre el conseguir situarlas, enmarcarlas, referirlas a la constelación de intereses y dependencias –conceptuales, históricas, culturales, institucionales- en base a los que cada producción enunciativa alcanza a cumplirse como social e intersubjetivamente significativa.»
http://esferapublica.org/nfblog/?p=149
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«Lo alarmante no está en la proximidad de su desaparición, sino en la indiferencia con que ésta sería recibida. Si no aparece pronto un antídoto potente, éste es, a corto plazo, el destino de la crítica de arte contemporáneo. Entre la multitud de indicios, un ejemplo reciente: varios artistas son interpelados sobre el papel de la crítica en la validación de sus respectivos trabajos. Y las respuestas de, entre otros, Carlos Garaicoa, Joan Fontcuberta o Eulalia Valldosera no pueden ser más desoladoras. Para la legitimidad de estos creadores, la importancia de la crítica resulta casi nula. Lo más inquietante de sus argumentos no es, sin embargo, su beligerancia sino su condescendencia; el modo en que pasan la mano por la cabeza a esa innecesaria (y menor) compañera de viaje»
http://esferapublica.org/nfblog/?p=1147
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El interés por la crítica de arte ha disminuido notablemente en las últimas décadas. El crítico de arte desapareció y su puesto fue ocupado por el curador de arte. Esta transacción no pasó de un día a otro, fue un proceso lento y gradual. Algunas veces se dio una mirada al asunto y tanto el público como los especialistas se vertieron con estusiasmo sobre ciclos de conferencias y publicaciones dedicadas a resaltar la importancia de la crítica de arte, pero estas iniciativas nunca alcanzaron una dimensión significativa: los hechos siempre demostraron que preguntarse por la crítica de arte era contraproducente, las inquietudes de ese tipo eran una herencia del pasado ajena al espíritu de estos tiempos..»
http://esferapublica.org/nfblog/?p=277
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Volvemos a tener crítica de arte en Colombia. Esta es una crítica sin mecenazgo mercantil como aquel que caracterizó a la crítica de arte a partir de los años setenta del siglo pasado. La crítica de arte se ha remozado y los artistas jóvenes se sienten bien con el fortalecimiento de su alter ego. No obstante, y a pesar de su remozamiento, esta crítica aún es precaria, porque no da cuenta efectiva de la vida artística de nuestro país.
http://esferapublica.org/nfblog/?p=6326
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Debate sobre la crítica de arte (I) Con Santiago Amón*
* En el programa “Encuentros con las Artes…” (1976), moderado por Paloma Chamorro y con la participación de Amón, Simón Marchán y un jovencísimo Andres Trapiello.
http://esferapublica.org/nfblog/?p=1401
Desde MI perspectiva, y afirmo MI porque cada que se hace un comentario es como si estuviese hablando por toda la humanidad; al artista, incluso Yo; no contempla un TODO sino una pequeña parte, y sí quizá sea una visión un tanto cándida, pero una obra es precisamente como lo declara H. Eco; una obra abierta dispuesta a resignificarse re-interpretarse por distintas vías. Y no como lo hacen ver los críticos e incluso la misma docencia dentro de las instituciones; como si una obra de arte pretendiese abarcar la objetividad utópica, que encierra todo. Si fuese de esta forma ¿Qué sentido tiene buscar la participación activa del espectador?