Manifiesto. La Ciencia del Arte

Por vocación. En el entreacto entre su formación y aconductamiento social. El artista está llamado a proporcionar un cierto tipo de conocimientos. Más que su experiencia. O que el incesante tener que responder por hechos no estéticos, en esa economía del poder, que lo pervierte o lo utiliza como mediación simbólica, alejándolo de su necesidad central. La de ser un artista. Libre.

Por vocación. En el entreacto entre su formación y aconductamiento social. El artista está llamado a proporcionar un cierto tipo de conocimientos. Más que su experiencia. O que el incesante tener que responder por hechos no estéticos, en esa economía del poder, que lo pervierte o lo utiliza como mediación simbólica, alejándolo de su necesidad central. La de ser un artista. Libre.

Porque la particular experiencia de un artista,  debiera arrojar al menos unas cuantas advertencias sobre ese cúmulo de hallazgos que sería necesario comenzar a precisar.

De tal manera que su quehacer vendría a anunciar algo así como una ciencia del arte. En el sentido de una ciencia por venir,  con la singularidad de ser una ciencia abierta a los nuevos conocimientos que cada vez arrojen los hechos del arte.

Conocimientos no ajenos a la política. Ni al derecho. Ni a la economía. Ni a las difíciles condiciones del artista emergente, en una sociedad que ha cerrado el acceso a la libre expresión y al derecho a lo público.

Las condiciones de esa ciencia del arte, darían un paso inusitado en lo concerniente al arte, al prever que esa ciencia, se yergue como un cierto tipo de análisis epistemológico de la realidad. Con lo que inaugurará un campo de verdad inusitado, en que el artista traza desde esa ciencia del arte, unos derroteros singulares que contribuyen, desde la particularidad de lo estético, a proporcionar un cierto tipo de conocimiento del mundo. No tan sólo una representación. O una idea. Una alegoría. O un símbolo. Ni tampoco, el aluvión previsto de objetos, hechos y experiencias coleccionables. Por el museo del arte. Y por el mercado del arte.

El horizonte que se abre para el artista, en cambio, es el de comenzar a dilucidar esos derroteros que habrán de encaminarlo en la posibilidad de esa ciencia del arte.

Esa posibilidad se entrevé en la necesidad de volver a leer los enunciados centrales de esa ciencia primera que entran en correspondencia con el arte en su estado actual. Y que comúnmente hemos considerado bajo el sustrato generalizador de Historia del arte.

Esa relectura incluye varios apartados que será necesario comenzar a precisar.

Algo así como entrever los fundamentos que si bien se refieren a hechos estéticos dados, en la relectura, serán reelaborados teniendo como referente el horizonte que abre o inaugura la ciencia del arte. Como ciencia de conocimiento.

De tal manera que esos enunciados serán leídos y reescritos, previendo los alcances que esa ciencia del arte contemple para su dilucidación.

Se trata de un esfuerzo por despejar cualquier interpretación que se ha ido depositando en esos enunciados primeros de los hechos del arte, hasta hacerlos irreconocibles hoy.

La ciencia del arte, parte del principio de la necesidad de encarar la lectura de los enunciados como un hecho literal, esto es, la necesidad de hacer ineludible la remisión a esos enunciados primeros, sin ninguna referencia al sustrato interpretativo que se ha ido acumulando en ellos, por la vía de la política, el derecho y la economía. Por la vía de la ideología.

De esta manera, la primera acción, versa sobre la necesidad de sentar las bases de esa lectura literal. De ese método de lectura de los hechos del arte.

Este método, arrojará un horizonte de dilucidación de los prolegómenos de esa ciencia del arte.

La ciencia del arte por tanto, no es una revolución del arte como tal.

Supone en cambio, mirar al arte desde su deslegitimación actual por las vías de la interferencia y cooptación, desde la política, el derecho y la economía. Vías que han expropiado los hechos del arte. Los cimientos de esa ciencia del arte.

En consecuencia, propone mirar al arte desde la perspectiva de una ciencia que se propone volver sobre los enunciados del arte y del artista, de manera crítica. Como ciencia del arte.

La ciencia del arte parte de un hecho fundamental, que es el de la provisionalidad de su acervo, así constituye un corpus de enunciados en permanente proceso de dilucidación. Lo que implica el no asentamiento definitivo de ningún hecho estético que quiera instaurarse como dogma. O que busque una perpetuación a ultranza en detrimento de lo que habrá por venir.

Esto sirve  además como advertencia sobre cualquier reducción de la ciencia del arte que busque desdibujarla y aplacarla. O sobre cualquier intento que persiga  institucionalizar su acervo y su energía dilucidadora de la realidad.

La provisionalidad de la ciencia del arte contribuye además a la necesidad de concebirse como una sumatoria incesante. Previendo la constante aparición de nuevos hechos que podrían modificar todo el corpus de esa ciencia. Todos los enunciados anteriores. Dado el carácter provisional del sistema.

De esta manera es una ciencia en permanente relectura de los hechos del arte, desde las nuevas aperturas que van inaugurando los hechos más recientes.

La relectura de los hechos estéticos debe partir del reconocimiento de la imposibilidad de neutralidad completa de ese conocimiento ante los hechos del mundo. Esto no significa que previendo lo anterior, previendo tal neutralidad, no se proponga permanentemente como una relectura, que atendiendo a la inminencia y contundencia de lo literal de sus enunciados, despeje ese horizonte de acumulaciones interpretativas destinadas a empobrecer, enrarecer  y manipular el hecho estético.

 

Claudia Díaz, febrero 20 del año 2018