Reflexión sobre lo aprendido del Salón Universitario de Fotografía
Al abordar este evento, surgieron en mí inquietudes sobre las necesidades de la educación artística en la universidad, que me ayudaron a construir ideas relacionadas alrededor de cómo construir un ambiente de aprendizaje por fuera de un aula tradicional, para entender el cómo y el por qué, dos docentes deciden embarcarse en un evento que, seguramente, no será una experiencia redituable a corto plazo para la proyección de sus propias obras artísticas, pero si para sus experiencias como docentes. Ya que, esta profesión, en el ámbito artístico vale poco en relación con una carrera cómo artista. Decidí acercarme a Santiago Forero y a Javier Vanegas, para que me contaran sus motivaciones para realizar el Salón de Fotografía Universitaria y poder así, indagar en las evidencias que dejó el evento, pues este construyó una agenda curricular paralela a los propios objetivos de los realizadores.
Al hablar con Santiago Forero y con Javier Vanegas, pude inferir que la principal motivación de estos dos docentes, al realizar este evento, fue dotar a los estudiantes de ambientes de aprendizaje de experiencias valiosas, basándose en sus propios ambientes cómo estudiantes. Además, si los conocemos personalmente, podemos ver a dos jóvenes que seguramente no ha sido docentes por mucho tiempo de su vida, por lo tanto, podemos intuir que no hay una desconexión generacional tan amplia con sus alumnos; esto les brindó un conocimiento experiencial, no muy lejano a sus posibles inquietudes.
Para la primera versión, construyeron el perfil del evento, según sus propias experiencias educativas, considerando valioso el enfrentar a sus alumnos a un ambiente que enriqueciera su experiencia curricular, incluyendo lo “real” de un evento expositivo, por fuera de la universidad, sobre lo simulado que solo podría pasar en el aula de clase. Una experiencia similar la vivieron gracias a su maestra Clemencia Poveda, cuando en su época de estudiantes, gestionó espacios por fuera de la universidad para que estos dos artistas y docentes pudiesen exhibir sus primeras fotografías cómo proyectos artísticos (Entrevista a Javier Vanegas, 2016).
Esta ha sido una de las motivaciones principales para haber realizado el evento en dos ocasiones consecutivas, la primera versión en el 2015, exhibiendo el salón en el espacio ODEON y la segunda versión al año siguiente en la Fundación Gilberto Alzate Avendaño. En el 2016 el proyecto fue ganador de la beca Red Galería Santa Fe, lo cual permitió un patrocinio para producción a 20 estudiantes seleccionados sobre 191 propuestas recibidas. Además, contó con el apoyo de Maria Elvira Escallon y Jaime Cerón, quienes fueron los encargados de realizar la selección de estas propuestas y construir el texto curatorial. Según Javier, esto generó trasparencia en la selección de las propuestas, y enfrentó a los estudiantes a jurados que gozan de trayectoria en este tipo de labor (entrevista Javier Vanegas, 2016).
Sin embargo, más allá de los evidentes triunfos en la gestión del evento, lo cual recalcaron Javier y Santiago en la entrevista que realizamos (entrevista Javier Vanegas, entrevista Santiago Forero, 2016) rescato su ejercicio como docentes, pues a pesar de lo joven que puede ser este evento, éste posibilitó la construcción de una comunidad de práctica que potencializó competencias en los estudiantes. En las dos versiones del evento, según Javier y Santiago, los estudiantes se agremiaron rápidamente cuando la selección de éstos estaba hecha, conocieron entre todos los proyectos que se exhibirían en el salón, en diferente medida en los dos eventos, los estudiantes se comprometieron con la difusión, el montaje y la impresión de sus piezas (Entrevista Santiago Forero, 2016). Esto permitó que cada estudiante aprendiera de un par y pudieron generar puntos de contraste entre lo desarrollado por el docente y el compañero (Wenger, 2001), contando con referentes mucho más diversos a la hora de tomar sus propias decisiones sobre la producción del proyecto fotográfico. Además, el valor de exhibir su propuesta por fuera del aula, dio paso a experimentar crítica por parte de un espectador o público en general.
De esta manera, los docentes lograron brindar a sus estudiantes un espacio de producción autónomo en su propio ejercicio de aprendizaje, obligando a que ellos pudiesen hacerse responsables de sus decisiones, entendiendo el rol docente más como un facilitador de experiencias educativas que cómo un erudito que dicta una cátedra. Es así como se puede abordar la idea de una educación basada en la experiencia autónoma de aprendizaje, más que la idea de trasferencia de un contenido, pues en la exposición primó el desarrollo de competencias, las cuales evidentemente, fueron diferenciadas. Y esto lo podemos apreciar en las múltiples labores que debieron asumir los estudiantes para que este evento se produjera en sus dos versiones, de allí, el insistente llamamiento por parte de Javier y Santiago en el éxito de su gestión.
Esto sugiere concebir la educación como un ejercicio de toma de decisiones por parte del alumno, sobre una cantidad de posibilidades en su ejercicio de aprendizaje, las cuales le provee el contexto y sus pares. Por ejemplo, recuerdo la referencia del funcionamiento de la balística antigua en relación con la balística actual, pues, se tenían unas herramientas y un ingeniero que medía y calculaba la velocidad del proyectil en relación con la cantidad de pólvora y la distancia según el ángulo de tiro, para apuntar a un objetivo estático; así se podía pensar la educación, como un ejercicio predecible, según el esfuerzo del docente, sin embargo, dicho objetivo ya no es estático, y el docente ya no puede predecir con tanta facilidad donde caerá la bala, pues se han reconocido muchas más variables que afectan a la “balística actual” (Bauman, 2013).
Así que, esta agremiación permitió darle voz al estudiante, permitió compartir significados sobre lo que consideran sobre la práctica fotográfica, empoderando decisiones nacidas de ellos mismos, apostando por un rol incierto desde el punto de vista del maestro tradicional, que jugaba a lo seguro, a los aciertos, a él como único crítico en las propuestas, a pensar que el estudiante aún no está listo para ser criticado por un público mayor que el de sus propios compañeros de clase. Pues, en esta ocasión no sucedió así, este empoderamiento sobre su propia obra, aún mejor, sobre su propio aprendizaje, pues les obligó a lidiar con lo que pudiera suceder más allá de los lineamientos curriculares que instauraron los docentes al inicio del curso, pues ¿quién controla los diferentes problemas que se pudieron presentar a los estudiantes cuando intentaron que todo saliera perfecto al momento de exhibir por fuera del aula?
Así fue como se creó una empresa, me refiero a la diversidad de roles con los cuales se pueden sentir identificados los estudiantes. Esta idea, Santiago y Javier la definieron como un ejercicio de democratización entre los finalistas de la exposición (2016). Lo cual, me hace pensar en la agenda tan variada y casi impredecible a la hora de entablar relaciones de poder dentro del aula. Entendiendo una empresa como la congregación de múltiples acciones para lograr un fin común, no un fin individual, cómo lo puede ser el de pasar con determinada nota un curso. Por lo tanto, el trabajo colectivo y el aprendizaje colaborativo toma otros ribetes más protagónicos en este evento (Wenger, 2001).
En el pasado evento se realizó una inauguración de la exhibición, con un texto curatorial, se hizo un lanzamiento en la página web, la cual recogía algunos testimonios de la experiencia, se realizaron dos talleres, guiados por los dos artistas docentes y dos conversatorios donde los artistas hablaban al público sobre su obra.
Sin embargo, considero que el texto curatorial que propone María Elvira Escallón y Jaime Cerón, aunque es acertado para una exposición de fotografía, como lo indica su título La fotografía como práctica artística, se queda corto en relación con lo planteado por Santiago y Javier, pues, a pesar de abordar dos aspectos centrales de la práctica fotográfica, y cómo los estudiantes se acercaron de diferentes maneras a ésta, según mi opinión, no refleja el valor central de la propuesta, la cual es el ejercicio de aprendizaje. Y sí, no voy a negar que la preocupación central que se puede evidenciar en los documentos que se produjeron para el evento fue la práctica fotográfica, pero, acá es donde podemos preguntarnos si al ser una exposición de estudiantes de diferentes universidades bogotanas, si ¿es valioso indagar en cómo se configura le ejercicio de aprendizaje en un ambiente cómo una exposición “real”?
Disculpen por cerrar el texto con varias preguntas sin resolver, pero, es importante plantearnos para próximos eventos de este tipo y para el mismo evento, cuestionamientos en relación con la necesidad de creas espacios de aprendizaje diversos, que aborden prácticas más allá del aula de clase. Por lo tanto, considero que el evento debe crecer, es valioso en cuanto propone realidades en torno al aprendizaje de un grupo específico de alumnos, más allá de sus aulas de clase, más allá de las aulas de Santiago y Javier, además, si este se convierte en un evento constante, puede llegar a plantear reflexiones importantes en cuanto a cómo se debe enseñar fotografía desde las universidades, y cómo creen los docentes de artes, que deban plantear sus prácticas profesionales.
Carlos Camacho
Referencias
Bauman, Z., & Mazzeo, R. (2013). Sobre la educación en un mundo líquido: conversaciones con Ricardo Mazzeo. Grupo Planeta (GBS).
Javier Vanegas (2016, noviembre 26). Entrevista por Carlos Camacho. Bogotá, Colombia.
Santiago Forero (2016, diciembre 10). Entrevista por Carlos Camacho. Bogotá, Colombia.
Wenger, E. (2001). Comunidades de práctica: aprendizaje, significado e identidad. Barcelona: Paidós.
Página salón universitario de fotografía (2017). http://salonuniversitario.com/ recuperado en febrero 15 del 2017
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