Christo, el artista estadounidense de origen Búlgaro, y Jeanne-Claude, la artista franco americana, son reconocidos por “envolver” temporalmente lugares y edificaciones. Intervienen así el paisaje, lo alejan de lo cotidiano y lo destacan con el acto de cubrir, aunque parezca contradictorio. Logran acentuar la monumentalidad, el volumen y la forma de una construcción o un lugar al ocultarlo bajo telas cuidadosamente extendidas y amarradas (luego de complejos procesos de elaboración y montaje).
Estos artistas han viajado por el mundo realizando su obra, pero no han venido a Colombia. Sin embargo, en medio del caos que caracteriza las obras (viales) que se llevan a cabo en la ciudad hay una intervención que pudo haber sido ingeniada por los artistas señalados, pero que fue elaborada por otras necesidades. Esta no es producto de una labor conceptual de los funcionarios del IDU, por el contrario, el hecho de haber “envuelto” el edificio, que se encuentra en la esquina nororiental de la décima con Jiménez, se debe a que está en proceso de demolición. El predio está arropado con una fibra verde que caracteriza las obras de la ciudad, y su objetivo es proteger a los transeúntes aún cuando está llena de huecos.
No obstante, el edificio no es arropado de forma cuidadosa como en los ejemplos del artista búlgaro y la artista franco americana, ni mucho menos con una tela blanca y limpia. No pertenece al cubo blanco, se ven parches desteñidos y mal cosido. No tiene un proceso similar, pero si logra intervenir el paisaje y resaltar el lugar. Sin embargo, las lecturas son distintas, pues una cosa es el transeúnte de la décima y otro el espectador que espera ver obras de los artistas mencionados.
En el Museo del Banco de la República se expone actualmente “Sensacional de diseño Mexicano”. En esta muestra se exponen ilustraciones y diseños elaborados por un colectivo mexicano a partir de “imágenes populares”, que valga la redundancia, se encuentran en las calles. Según está escrito en el texto que recibe al visitante la exposición es “probablemente el primer esfuerzo realizado por otorgarle a la gráfica popular su merecido sitio tanto en el mundo del diseño como del arte contemporáneo. Esta ha sido fuente de inspiración de muchos, sobre todo estadounidenses conocidos como artistas pop (…), precisamente porque su modelo proviene de mercancías, revistas, cómics, entre otros de circulación masiva dentro de la cultura popular”. Sin embargo, en el mismo párrafo que busca señalar la novedad del tratamiento de la gráfica popular se resalta que existen modelos anteriores. Por lo tanto, no es el primer esfuerzo realizado por otorgarle a la gráfica popular su merecido sitio tanto en el mundo del diseño como del arte contemporáneo.
De igual manera se explica que “el aporte de Sensacional de diseño fue realizar un acercamiento (zoom in) a estas gráficas sin tomar en cuenta el entorno ni el mensaje que emiten. La atención está especialmente concentrada en la solución gráfica y tipográfica tanto de letreros rotulados, producto, carteles, etc. En tal sentido, este trabajo es pionero ya que los ejercicios anteriores formaban parte más amplia de la vida cotidiana e integraban el rótulo a su entorno urbano”. A pesar que se expresa, de nuevo, la originalidad del proyecto se exalta que la “solución gráfica” proviene de México, entonces no es posible dejar de tomar en cuenta el entorno y su mensaje. El colectivo produce imágenes a partir de carteles que se encuentran en las calles. El resultado es cuidadosa, limpio y está colgado en la pared, mientras que las fotos de los lugares donde se encuentra la “grafica popular” se encuentran en el piso.
La exposición juega a descontextualizar las imágenes y a remitirse al lugar de origen a su conveniencia, al igual que lo hacen otras personas. Diego Guerrero, escritor de El Tiempo, señala que “ir al Museo de Arte del Banco de la República, en Bogotá, por estos días, es como estar en una calle populosa de una ciudad de México”. Pero ir al museo señalado no es “como” ir a una calle populosa mexicana. Esa sensación es artificial, pues se está en un museo, un lugar seguro y limpio que no apela al sonido, al olor o al tacto. Estar en una calle populosa de México donde se encuentran realmente los carteles es otra historia, puede haber distintos sonidos, muchos olores, y seguramente contacto con otras personas. La gráfica, por su parte, puede resultar ser cómica y divertida, y puede remitir a lugares de Bogotá (como el templo del Indio Amazónico que se encuentra en la Caracas); lo cual la hace interesante. Parece que viviéramos en la misma vecindad.
Los resultados gráficos que se encuentran dentro del lugar seguro tienen un proceso y resultado distinto de las “imágenes populares”, y el espectador a quien se dirigen (quien las consume) es completamente distinto. Por más que la exposición pretenda introducir la calle al museo no lo logra, resulta artificial. Apela a lo sensacional y no a la sensación, la experiencia no trasferible de estar en la calle.
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Andrés Pardo