Al contrario de lo que opina Pablo Batelli en su excelente, pero no por ello equivocada, introducción a la trascripción del discurso leído por mí en el marco del lanzamiento de los libros premiados en el concurso de ensayo del, ahora, exIDCT el año pasado (donde se destaca el siguiente detalle al cierre del evento: “Jaime Cerón: entonces, como les decía al principio, a continuación pueden reclamar sus libros en la parte de afuera y tomar una copa de vino con todos los autores. Muchas gracias. Público: (alguien exclama) Bravo!”, que explica muy bien acerca del talante y la importancia que aun poseen celebraciones como esta en el campo artístico), debo indicar que considero desacertado reclamar la pretensión de no poseer un nombre ni unas señas identitarias a la vez que se defiende una actividad marginal en los extramuros de la institucionalidad artística local.
La actividad de todo agente social está sujeta a la lectura externa y a la evaluación foránea. Ya sea que se desee o no, al someterse a la circulación pública, toda intervención está expuesta a la interpretación. De hecho, el ejercicio crítico de un autor como Batelli demuestra repetidamente el cumplimiento de este mandato. Éste es casi un parámetro de lectura, necesario para construir algo semejante al pensamiento crítico.
Así mismo, al exigirse que estas interpretaciones se mantengan por fuera del ámbito de los fenómenos evaluados se está invocando una sospechosa alternatividad[sic], semejante en su formulación al reclamo que, por ejemplo, hiciera un fanático del punk en los ochenta luego de ver la absorción a que la industria musical sometió a este movimiento, definiéndolo, estructurándolo y explotándolo económicamente.
Creo que la defensa no está en permanecer a la sombra, sino en reajustar los contenidos identificados si se detecta en ello el peligro-de-la-apropiación-no-planeada-por-parte-de-la-institución, al emitir un juicio o hacer de esta actividad una tarea repetida.
Para el caso del punk, el suyo sería un afán de mantenerse “por fuera del sistema” (con voz carrasposa y haciendo un gesto obsceno con el dedo anular).
Guillermo Vanegas