Ante los rumores y comentarios de prensa sobre el abandono del maestro Édgar Negret y de su obra, golpeamos en su casa y hablamos con su gente más cercana.
Ya han pasado 21 años desde la última vez que entré en su casa. En ese entonces mi anfitrión cumplía 70 años y me recibía en la entrada muy elegante y complacido en sus dominios sembrados de templos, plantas y animales metálicos y mágicos.
Con 91 años no sé en qué estado lo voy a encontrar, al fin y al cabo hace ya una década que desapareció del mundo visible y, ante las recientes opiniones sobre su abandono, vengo a su casa en el bogotano barrio de Santa Ana, precisamente, a saber de él. Por fuera todo parece igual, una pared blanca y una reja metálica negra, pero del otro lado ya no es el maestro Negret el que abre la puerta en persona. Ahora son sus colaboradores los que me esperan.
No tengo que golpear para que la puerta se abra y todos aparezcan por arte de magia. No es una visita sorpresa. Se siente cierta tensión en el ambiente y un exceso de amabilidad. Me figuro que esto es lo que siente un agente de la DIAN. Lo primero es saber quiénes son los que conforman mi comité de bienvenida, el círculo más cercano y cerrado en torno al artista. Sus ayudantes, de los que alguna vez me dijo Negret en tono confidencial que habían sido “el mejor negocio porque con ellos había conseguido una nueva familia”, después de la muerte de su última hermana, de 10 hermanos que eran, en 1975. Son ellos:
Su nombre completo.
Rodolfo Buitrago.
¿En qué ayudaba al maestro?
En el taller haciendo los huecos y curvando láminas en forma artesanal.
¿Y el suyo?
Jesús Tibaduiza, pero me dicen Chucho. Mi función era ayudar a armar las esculturas y pintarlas.
¿Germán qué?
Germán Alvarado. Yo atendía a la gente cuando llegaba, a servir, cerrar las puertas, en el taller, hacíamos de todo.
¿Cuánto hace que ustedes acompañan al maestro?
Germán: Yo llevo alrededor de 35 años.
Rodolfo: Yo 30.
Chucho: Yo 20.
¿Dónde se conocieron?
Germán: Eso fue en Cali, en el Valle, por ahí llegué yo a su taller.
¿Y Rodolfo?
Mi hermano trabajaba de chef, entonces llegué a través de él, pero pasé directamente al taller a trabajar con el maestro.
Chucho, ¿lo suyo cómo fue?
El maestro me conoció cuando vine a hacerle unas reparaciones en su casa y ahí comencé a trabajar con él.
¿Y qué pasó con Luis Pérez, otro de sus colaboradores?
Germán: Luis Pérez está actualmente en Miami.
¿Se separó del maestro?
Germán: No, él se volvió más bien independiente. Negret lo mandó para Estados Unidos y maneja la obra allá. El maestro nos dejó organizados aquí en Colombia.
No demoro en preguntar por el maestro Negret, quiero verlo, pero ellos prefieren que primero recorra toda la casa, por si las dudas, antes de encontrarme con él. Dicen por ahí que está abandonada. Avanzo salón por salón, sus obras aparecen sobre el piso de madera o prendidas como arañas de las paredes blancas, están igual que cuando el propio maestro Negret le hizo una visita guiada a mi hijo Daniel el día que lo llevé, cuando estaba pequeño, para que supiera lo que es un artista. La conclusión en ese entonces con la candidez de un niño es que “un artista es alguien que siempre está en vacaciones”, y la observación de hoy es que hace el mismo frío allá adentro y lo único desolado es su sala donde únicamente sobrevive un gran sofá negro, y su habitación convertida en una sala de lectura con una gran mesa y una estantería de libros. Un aire húmedo de museo invade la casa.
¿Hace cuánto lo cambiaron de su habitación original?
Germán: Yo pienso que hace unos diez años. Él ya había mandado hacer ese espacio porque la casa es muy fría. Se lo acondicionamos y lo tuvimos listo para cuando regresó de su último viaje a Popayán,
¿Cuántas obras hay en la casa? La prensa habla de 80.
Chucho: Entre esculturas y yesos hay 111 obras en la casa.
¿Quién visita al maestro hoy en día?
Germán: ¿Fuera de nosotros? Nadie.
Ana María Escallón dice que ustedes no le han permitido ver a Negret.
Rodolfo: Nunca ha llamado.
Germán: Nunca le hemos negado a Negret absolutamente a nadie. (Entra en escena un nuevo personaje que guarda su distancia para escuchar nuestra conversación sin interrumpirnos) Le presento al abogado del maestro, el doctor Pedro Díaz.
Abogado, venga y se sienta con nosotros.
Abogado: (Manotea como queriendo decir que allá lejos está bien pero, al final, cede y se acerca) Los protagonistas son ellos.
Un hombre tan organizado y metódico como Negret, ¿qué dispuso que hicieran con sus obras?
Abogado: Él tuvo mucho tiempo para organizar sus cosas. En algún momento hablaron de la familia, siempre dijo que su familia eran ellos (señala a Germán, a Rodolfo y a Chucho). Tuve muchísimas conversaciones con él al respecto y… bueno, algunas instrucciones de algunos documentos que comprenderá que por reserva de sumario no quisiera entrar mucho en detalles.
¿Esos documentos de qué año son?
Abogado: me parece, y arriesgo a equivocarme, que el último documento escrito que hicimos era de 2001.
¿Hablamos de un testamento?
Abogado: Sí.
Me imagino que la voluntad de Negret es que se haga público cuando muera.
Abogado: Que sea público entre los interesados. De pronto la inquietud es si Negret en algún momento se los dijo a ellos.
¿Se los dijo?
Abogado: No por mi parte, soy muy reservado en eso. Y si está pensando que hay algo en ese testamento para el Distrito o para un museo le digo, concretamente, que no, por dos razones. La primera, porque hace mucho tiempo Negret quiso hacer una fundación y se encontró con toda la tramitomanía y la burocracia… En esa parte no trabajaba con él, yo lo asesoro hace 25 años. La segunda razón: por la forma como el Distrito descuida sus obras.
¿Entonces sus obras van a quedar en manos de las personas más cercanas?
Abogado: Yo quisiera que no me preguntara mucho de eso.
¿Qué tiene el maestro Negret?
Rodolfo: Acaba de cumplir 91 años y sufre de la tensión y de la tiroides. El alzhéimer todavía no es comprobado porque el maestro nos reconoce a nosotros. Puede ser que ya esté bastante cansado producto también de la vejez, porque el maestro trabajó muchísimo con nosotros, en el taller de ocho de la mañana a cinco de la tarde, todos los días de su vida.
Me extraña oír mencionar al maestro como si fuera algo en pasado, cuando lo cierto es que se encuentra ahí mismo en un cuarto que no conozco. Por ahora recuerdo cuando en esta misma sala, sentado de perfil como un rey en su silla Thonet, de madera vienesa, me decía: “No me gusta entrar en la etapa en que uno ya no tiene un año más sino uno menos. Cada día estoy más contento con lo que va a quedar de mí y eso es ir aceptando la muerte”. ¿Qué podrá decirme ahora cuando lo vea, este mismo Negret que en los 70, con su obra en Nueva York, provocó que un crítico de Arts Magazine dijera que “El secreto de su fascinación y misterio reside en su esencia de infinitud”.
¿Quién es el médico del maestro?
Rodolfo: Tiene muchos médicos porque…
¿¡Pero no tiene un médico personal!?
Rodolfo: De cabecera no porque, normalmente, cuando tiene alguna dolencia y lo llevamos a la Reina Sofía, lo atiende el médico que está de turno o el que manda a domicilio Colsanitas.
¿Qué hace Negret en el día?
Rodolfo: Hay veces que amanece con ganas de caminar un poco y camina por la casa. Anteriormente lo llevaba en carro a que viera sus esculturas por la ciudad pero quedaba muy aburrido y triste con el estado lamentable en que se encuentran algunas.
¿Quién cuida al maestro?
Germán: Nosotros venimos por la mañana o por la tarde, estamos pendientes de que no le falte nada, también tiene dos enfermeros que permanecen con él. Si quiere, ya podemos ir adonde el maestro.
Después de subir unas escaleras estrechas, yo y mi procesión (incluido la videógrafa y dos fotógrafos), entramos por fin en la habitación donde está el hombre, el artista, el escultor, el anciano. El espacio es grande y austero. Una gran ventana. Un televisor sobre una mesa rústica frente a una silla reclinomática y dos camas dispuestas a lado y lado como dos atletas en las misma línea de partida pero en desventaja: una vieja y pesada donde ya no duerme, y la otra ligera y metálica de clínica donde ahora lo acuestan. A primera vista no lo veo hasta que sale de una salita contigua y aparece en traje de paño y pantuflas azules, abrazado por un enfermero, dando pequeños pasos, me mira desde su pequeña cabeza ladeada y hace un sonido extraño que suena a lamento. Hacen falta muy pocos minutos para entender que ya casi no habla, que todavía reconoce fugazmente a sus “pupilos” y que se le nota el cansancio de tener que salir por sus ojos vidriosos a lidiar con el mundo que todavía lo espera afuera. Se sienta en su poltrona negra. No hay nada que decir.
¿Cuánto pesa Negret?
Rodolfo: Como cuarenta y cinco kilos.
Ya oí que dice sólo algunos monosílabos. ¿Cómo se comunican ustedes con él?
Germán: Desde hace unos años el maestro habla muy poco. Esa es ya su forma de expresarse, con monosílabos o, de repente, con un quejido quiere decir que le duele algo. Antes, cuando estábamos trabajando en el taller, nos mandaba casi con la sola mirada, una mirada fuerte y penetrante, no eran necesarias las palabras. Ahora, nos habla con una mirada más dulce y nostálgica.
Es obvio que Negret ya no puede trabajar. ¿En qué año paró su producción?
Rodolfo: En el 2000.
¿Entonces, su taller está cerrado desde el 2000?
Rodolfo: No, no, no, siempre se hacen restauraciones de piezas públicas, de piezas pequeñas, de coleccionistas, de mucha gente.
¿Por ejemplo?
Germán: ahorita restauramos una pieza en la Casa de Nariño.
¿En ese taller ya no se hacen piezas nuevas?
Rodolfo: Se hacen restauraciones y unas piezas que dejó autorizadas el maestro.
Germán: Lo que está pasando ahoritica él ya lo sabía, y nos dijo: “yo quiero que estén seguros”. Entonces nos dejó unas obras autorizadas que nosotros estamos haciendo, es eso lo que se está haciendo, nada más.
¿Cuántas piezas dejó autorizadas el maestro?
Rodolfo: A Germán unas, a Chucho otras y otras a mi persona. Él nos las quiso dejar para un futuro.
¿Cuántas?
Rodolfo: A mí me dejó alrededor de 60 piezas únicas, y unos 80 “Múltiples” o esculturas en serie.
¿Y a usted, Germán?
A mí me dejó unas seis o siete series de “Múltiples”, de 50 cada una, y en piezas únicas unas 20.
Abogado: El tema es que esas obras las dejó desde el año 95. Y de esas ya se han hecho mil.
Entonces, ¿cuántas quedan en total?
Rodolfo: Entre esculturas en serie o “Múltiples” y piezas únicas, unas trescientas piezas.
¿Esas obras autorizadas por Negret ya están hechas?
Chucho: No, no señor, no todas las obras están hechas. El maestro las dejó firmaditas. Nos dijo: “Esto es para el futuro, guárdenlas como un tesoro y después, el día en que yo no esté, háganlas”.
¿Qué fue lo que dejó firmado?
Chucho: La base de cada pieza.
Eso para los “Múltiples” o esculturas en serie, porque las obras originales sí están hechas. ¿O no?
Germán: No, tampoco. Las piezas las dejó autorizadas, a tal formato, él nos pasó a cada uno su inventario y nosotros, a su vez, se lo pasamos al abogado.
Y de esas 300, ¿cuántas faltan por armar?
Chucho: Pues, por el lado de los “Múltiples”, yo no creo que falten más de 150, y de las piezas únicas serían 70, 80 o 90 piezas.
¿Y eso está establecido, firmado en un documento?
Abogado: Sí. Yo tengo documentos para eso.
¿De todas las obras?
Abogado: No de todas porque, lo decía la vez pasada, Negret ejecutaba las cosas y después era que le hablaba a uno, entonces hubo muchas series de múltiples que sé que las entregó pero no las enlistó.
Ustedes entenderán que para un coleccionista normal, el hecho de que el maestro ya no esté trabajando pero haya unas bases firmadas por Negret de unas obras todavía sin armar, eso crea sospechas de que se estén copiando “Negrets”.
Germán: Eso es correcto. Pero es imposible porque las obras ya están firmadas. Nosotros no podemos hacer más.
Pero la gente puede pensar que ustedes tienen las firmas del maestro y pueden multiplicar sus obras.
Rodolfo: En la casa de Édgar Negret, llámese Rodolfo Buitrago, Jesús Eduardo o Germán Alvarado, ¡jamás! Eso sí es darle una puñalada al artista y a uno mismo, nosotros nunca la haríamos.
Hacen falta muy pocos minutos para entender que ya casi no habla, que todavía reconoce fugazmente a sus “pupilos” y que se le nota el cansancio de tener que salir por sus ojos vidriosos a lidiar con el mundo que todavía lo espera afuera.
Germán: Si nosotros no cuidamos lo que el maestro nos dejó, ¿quién va a cuidarlo? Por eso es que nosotros somos un filtro para esas piezas falsas que llegan a diario construidas en unos aluminios extraños y que, supuestamente, son de Negret.
¿Les traen muchas obras para evaluar?
Germán: Sí, claro. Vienen terceros con obras falsas para que se las certifiquemos de que son obras originales, muchas veces llegan, lo que pasa es que nosotros no somos autoridad para retenerlas y, muchas veces, la gente que las trae no revela su origen. Claro, a nosotros no nos dicen nada, pero por fuera dicen: “Me la vendió Germán o me la vendió Rodolfo o me la dio Chucho”.
¿Han visto mucha obra falsa?
Germán: Hemos visto cantidades de “Negrets” falsos, lo de siempre, que la trajo fulano de tal, hasta ahí no sabemos nada más, ya hemos hecho tres denuncias diciendo que estas obras son falsas y no pasa absolutamente nada.
De los 10 hermanos fallecidos del maestro seguro le quedaron algunos sobrinos, ¿alguno se interesa en su tío?
Abogado: Mire, la única persona que estuvo relativamente cercana fue Jaime Carrasquilla. Él estuvo pendiente hasta cierto punto y después no volvió.
¿No han aparecido otros familiares?
Abogado: Ocasionalmente apareció una persona muy interesada en Negret, quería hablar con nosotros, finalmente se hizo representar a través de un abogado para preguntar “por las piezas que ella le había prestado a Negret”.
¿Quiénes son los legítimos herederos de Negret?
Abogado: En derecho testamentario, existen unos grados de parentesco que se llaman legitimarios, en este caso Negret no tiene descendientes y no tiene ascendientes, solamente tiene colaterales, en grados diferentes, porque ya son sobrinos, sobrinos-nietos, y ese grado de colaterales hace que el testador sea libre para testar con cualquiera, entonces los herederos son los que él haya puesto en su testamento.
¿Qué quería Negret que pasara con su obra?
Rodolfo: Que la protegiéramos y que fuera a buenos coleccionistas y a grandes museos.
¿Quién maneja la plata del maestro?
Abogado: Ellos me proveen y yo la administro. Los gastos de la casa, la nómina, los servicios públicos, la salud del maestro, la sola medicina prepagada nos vale un millón de pesos mensuales, entonces muchas veces vivimos del préstamo mientras que nos llegan recursos y pagamos.
¿Y de dónde llegan los recursos?
Abogado: Llegan con venta de obras, esperamos que Ana María no nos termine de ahorcar al maestro porque no se pueden generar ventas, porque obviamente esto afecta.
¿El maestro Negret es una persona pudiente?
Abogado: Sigue siendo pudiente mas no líquido, o sea lo que tiene el maestro en su casa, en obras, es muchísimo, pero hacerlo líquido no es fácil. Si vendemos un múltiple y si hay un intermediario, él se lleva un porcentaje, y con el resto no se paga ni siquiera una mensualidad de gastos. De manera que hay mucho atesorado aquí, pero no hay mucha liquidez.
No puedo evitar subir de nuevo a la habitación del maestro Negret, para despedirme así él no me reconozca. Y lo encuentro hecho un ovillo cubierto con una manta azul. Duerme como un bebé milenario. Lo veo y recuerdo días mejores cuando me decía con su aire de suficiencia: “Para hacer lo que yo he hecho tuve que nacer en 1920 en Popayán, ser el cuncho de 11 hermanos y el hijo del general Negret y de una mujer que me llevaba a la iglesia. Tuve que oír durante dos años al organista Marcelo Dupré en el templo gótico Saint Sulpice de París. Tuve que vivir 15 años fuera y tuve que regresar a Colombia en 1964. Tuve que sentir la soledad de mis 10 hermanos, todos muertos. Y tuve que toparme con un ancestro americano”.
¡Adiós, maestro! Luego de no saber de usted por tanto tiempo y luego de entrar en su encierro, ahora entiendo por qué los de afuera se preocupan por no verlo y desconfían de los de adentro; y también comprendo cómo, a su turno, los de adentro de su casa también se preocupan y desconfían de los que insisten en verlo ahora que volvió a ser un niño frágil e ingenuo.