Reacciones a “Doris Salcedo contra el Statu Quo…¿todavía?”

No hay que ser muy sagaz para entender los efectos políticos de la obra de ésta artista, que antes de resolver en alguna medida lo referente a las víctimas de la violencia por el conflicto colombiano, resuelve aspectos financieros de las partes que se involucran en su circulación; tampoco hace falta ser muy perspicaz para entender la intención institucional al realizar éste espectáculo, en aras de rezurcir una imagen deteriorada por abusos de poder, engaño y precarización. Es interesante la convergencia de dos intenciones con particularidades tan similares. Un perfecto site-specific. “Hacer referencia”, “señalar”, “marcar”, “evocar” o “expresar”; así construye Salcedo su papel como artista, como se constata en el video institucional, que abre y cierra con la misma frase: ofrecer y dedicar “toda” su obra, a las víctimas del conflicto colombiano. Si hay intención política en esto, sería una forma romántica y sedentaria de intentar resolver en alguna medida un problema tan profundo, del cual algunos se lucran.

Relato de un site-specific

La política existe para debatir los problemas nacionales y para escoger entre soluciones alternativas. Pero la política colombiana parece hecha para evadir las discusiones de fondo y para esconder las salidas alternativas. Por eso la nuestra es una sociedad bloqueada, cuya historia política refleja pero no resuelve las enormes tensiones que padecemos.

(…) Nuestros políticos compiten sobre la base de dos grandes prácticas: el clientelismo y la demagogia. Una funciona porque en Colombia abunda la pobreza y la otra funciona porque en Colombia abunda la exclusión. Y sin embargo la pobreza y la exclusión no son objetos del debate político.

Hernando Gómez Buendía[1]

Carlos Salazar, en “Doris Salcedo contra el Statu Quo…¿todavía?”[2], narra cómo se dispone un evento espectacular ante un numeroso público devoto a la construcción de una imagen institucional de cambio y esperanza, deflagrada con la presencia de la artista “política” de Colombia más representativa a nivel nacional e internacional —como bien podría oírse en boca de un presentador colombiano de televisión—.

Salazar destaca los siguientes aspectos del trabajo y la intención de Doris Salcedo, que entre otras cosas, no escandalizarían si no se propusieran más que desde su incidencia en el campo estético de la escultura, sin ninguna pretensión política:

1. El temor del colombiano a expresar públicamente su parecer de algo desproporcionado ante una figura de poder, por las represalias sociales que esto acarrea, develando un circuito enrarecido y medroso.

2. El polite tono, tanto de la charla amparada en un elenco de referentes teóricos que argumentan un discurso sobre lo político, como del presentador, de la invitada y hasta del clima que se logró entre el público.

3. Sentar el papel del artista “político” desde la psiquis del mismo —en cuanto héroe— más que como un agente detonador de posibilidades de transformación en un circuito/contexto dado.

4. Definir una obra “política” mediante la producción de objetos que, resultantes del análisis de una situación “representan una temática”; y en contravía a los intereses que se exponen, están pensados para circular en lo más convencional del circuito artístico, que se soporta en la idea de arte como mercancía, para finalmente robustecer contextos implicados en mecanismos de opresión y explotación.

5. Utilizar el circuito artístico como un medio que, en simbiosis con la obra, reafirma los contextos a los que dice querer antagonizar, más que como un sustrato que se pueda reinventar y contaminar, como estrategia antagónica al Statu Quo.

Revisando estos puntos, se evidencian dos variables con intenciones similares: “el evento y la artista”; ambas instrumentalizan la práctica artística disfrazada de un tono militante de salvación de clases oprimidas por sistemas dominantes, para terminar reforzándolos.

No hay que ser muy sagaz para entender los efectos políticos de la obra de ésta artista, que antes de resolver en alguna medida lo referente a las víctimas de la violencia por el conflicto colombiano, resuelve aspectos financieros de las partes que se involucran en su circulación; tampoco hace falta ser muy perspicaz para entender la intención institucional al realizar éste espectáculo, en aras de rezurcir una imagen deteriorada por abusos de poder, engaño y precarización. Es interesante la convergencia de dos intenciones con particularidades tan similares. Un perfecto site-specific.

“Hacer referencia”, “señalar”, “marcar”, “evocar” o “expresar”; así construye Salcedo su papel como artista, como se constata en el video institucional, que abre y cierra con la misma frase: ofrecer y dedicar “toda” su obra, a las víctimas del conflicto colombiano. Si hay intención política en esto, sería una forma romántica y sedentaria de intentar resolver en alguna medida un problema tan profundo, del cual algunos se lucran.

Parece ser que sigue asumiéndose una historia política que en una dinámica de la apariencia busca, en palabras de Gómez Buendía, “reflejar” pero no “resolver”.

Jimena Andrade.

Bogotá, Noviembre de 2009.


[1] Gómez Buendía, H. (2009). Un país bloqueado. Por qué en Colombia sale sobrando la política. [en línea]. Bogotá: Razón Pública. Disponible en: http://www.razonpublica.org.co/?p=1439 [2009, 6 de Marzo].

[2] Salazar, Carlos. (2009). Doris Salcedo contra el Statu Quo…¿todavía? [en línea]. Esfera Pública. Disponible en: https://esferapublica.org/portal/index.php?option=com_content&task=view&id=951&Itemid=1 [2009, 7 de Octubre].


Doris Salcedo habla sobre su obra

 

Audio de la conferencia de Doris Salcedo en el Auditorio Fabio Lozano de la Universidad Tadeo Lozano, inicia con unas palabras de Víctor Laignelet -Director del Programa de Bellas Artes- continúa Doris Salcedo y cierra con preguntas de los estudiantes, a quienes la artista dedicó esta conferencia sobre su obra.

[audio:https://esferapublica.org/dorisenlatadeo.mp3]

(Se recomienda escuchar con audífonos)

Doris Salcedo, la Tadeo y la política

Para los miembros de la comunidad artística y universitaria de Bogotá es bien conocido que la Tadeo pasó por una profunda crisis institucional en los últimos años. Con la conferencia de Doris Salcedo se evidencian cambios positivos. Aunque Víctor Laignelet no cumple un año en la dirección de la facultad de Bellas Artes de la mencionada universidad, el clima de zozobra y el desacuerdo frontal con la gestión de sus directivas son cosa del pasado.

También queda claro que así el tema de lo político (según Mouffe y Ranciere) en el arte es cuestión de debate, se requiere de una actitud política para cambiar el estado de cosas. En este orden de ideas, el hecho mismo de que la artista -graduada de la Tadeo- decida aceptar la invitación a dar allí una conferencia, constituye a todas luces un gesto político que respalda los cambios impulsados por los miembros de esta comunidad académica.

Como lo señala Laignelet, esta revisión del programa está en curso y todavía falta mucho por hacer. De todas formas queda claro que cuenta con un amplio respaldo y un sólido capital político, pues además de lograr que su colega y amiga regresara al Alma Máter, demostró que las cosas están cambiando y van por buen camino.

Enhorabuena comunidad de la Tadeo!

Gabriel E. Merchán

El Milenarismo de Doris Salcedo: sus debilidades teóricas

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Durante los años sesentas del siglo XX, algunos artistas anglosajones lograron crear e imponer las condiciones teóricas y prácticas del devenir del pensamiento artístico; su pensamiento constituyó el gusto de la época, la nuestra, la que hemos articulado bajo la denominación Arte Contemporáneo. Éste fue su gran mérito. Doris Salcedo emula esta manera de concebir el despliegue de las prácticas artistas en una sociedad; su charla con los estudiantes de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, su casa, evidencian esta manera de pensar. Contrario a lo manifestado en la respuesta a la última pregunta que le fue planteada por el auditorio, la introducción teórica previa a la presentación de sus obras más importantes determina su interpretación, así el manejo de los conceptos sea ambiguo e impreciso. En este orden de ideas fue mucho más interesante el momento de presentación de su obra que aquel dedicado a exponer un marco teórico innecesario.

La ovación académica llama la atención de quien no se afana-por o ufana de ser actual, de quien no tiene prisa por entregarse al aplauso generalizado. El observador inactual supone que se trataron asuntos importantes, desea esclarecer este conocimiento y se pone a la sombra del aplauso, pues, le preocupa el unanimismo académico, los ¡bravo! operáticos. Tampoco duda de los aportes de Salcedo al escenario plástico internacional, no digo que al nacional porque, a diferencia del pensamiento unanimista, no creo que la pregunta que le fue formulada respecto a si vivía en Colombia o hablaba a través de citas o intermediarios, haya sido ingenua, mucho menos estúpida. Al contrario, es la menos pobre de las preguntas que le fueron formuladas, y quizá la responsabilidad no sea sólo de los estudiantes. La pregunta que suscitó sonrisas falsamente comprensivas, nos sirve para pensar qué es vivir en Colombia. Yo creo que a eso apuntaba la pregunta, es cierto, quizá de manera no explicita. Vivir es estar con otros, es habitarlos, es dialogarlos, es donar presencia. Quien formuló la pregunta tenía la percepción de que Salcedo no vive en Colombia, porque no tenía evidencia de que habitara nuestro país, porque con seguridad siempre encontró su nombre asociado a Londres o a otra capital coleccionista, nunca asociado a un evento artístico nacional. Salcedo ha dado un primer paso para demostrar que vive en Colombia, para reconfigurar en el imaginario plástico de nuestro país su ausencia en nuestro medio. El siguiente será mostrar su obra a todas esas víctimas de guerra que tanto le interesan. Salcedo habla de que el arte es paradójico. No le falta razón. Afirma que su obra va dirigida a las víctimas de guerra, pero que, no obstante, en el camino de obstáculos del que habla, en ese olvidarse de sí mismo que recoge de Celán, se desvía y la dirige hacia los museos de los victimarios. Esta es una tensión de la cual no habló la artista.

Pensar artísticamente bajo el predominio previo de un conjunto de ideas y teorías corre el riesgo de desplazar la práctica artística en favor de la práctica discursiva. Ésto no es un problema, es una posibilidad de pensar que abrieron los artistas arriba mencionados. No obstante, al asumir esta práctica se incorporan dinámicas y estrategias discursivas que le exigen claridad argumentativa al artista. No es el caso, cuando el pensamiento opta por el énfasis plástico, por lo poético. El pensamiento del artista se articula en metáforas, principalmente. Lo poético no se explica, no puede haber explicación de una metáfora viva, asunto que tiene claro Salcedo. Pienso ahora en la instalación de Rafael Gómezbarros en la Galería Alonso Garcés. En sus estudios sobre las violencias, las teorías estorban, así sean mínimas. Con su consentimiento, hasta con complicidad, las obras de Salcedo han sido sometidas a explicaciones que depotencian su pensamiento.

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Salcedo planteó que su obra gira en torno a lo inhumano, que la violencia política ánima su pensamiento, que esta situación motiva las metáforas que construye. No ha pensado que esta construcción es imposible, así todos y todas la repitamos. Relacionar la política con la violencia es imposible, como igual de monstruoso es exigirle eficacia pragmática a la poesía. Para justificar esta idea de lo inhumano como objeto de su trabajo artístico, antes ya había citado las reflexiones de Paul Celán en torno al poeta Georg Büchner: el artista debe ser como una cabeza de medusa para atraer y atrapar, para elaborar y congelar el instante en que acontece la belleza y reunir a la gente en torno a ella. Celán considera esta actividad inhumana porque trasciende las posibilidades que tenemos los seres humanos, estas destrezas vuelven inhumanos a los artistas. Muestra que los artistas tienen la posibilidad de retener lo que a los demás mortales, víctimas de una u otra manera de las otras guerras del capital de las que pocos artistas hablan, nos pasa por desapercibido o se nos escapa. Los artistas logran lo imposible: reunir en torno a su pensamiento lo que es inreunible: hombres y mujeres ansiosos de animalidad, de geografía, babeantes de crueldad.

Las experiencias de guerra son una preocupación constante en el pensamiento de Salcedo. La guerra disemina, nos vuelve traidores de la belleza, de la posibilidad de habitar con otros, de hacer presencia real con otros. Sus obras parten de los testimonios de las víctimas, bajo la reserva de que deben dejar intacta a la víctima. No hay riesgo de contagio. Como médico social, su obra señala un mal, no pretende hablar con las víctimas. La artista construye su argumento con base en una idea de Levinás: la víctima no sólo es colaborador y vecino de nuestro trabajo de expresión cultural, o cliente de nuestra producción artística, sino que es nuestro interlocutor. La víctima es aquel a quien la expresión expresa, y a quien la celebración celebra, y es tanto el término de esta orientación, como su significación. La cita de Levinás contradice la idea de que hay que dejar intacta la víctima. Si la víctima es nuestro interlocutor y si interlocutar es dialogar, si dialogar es la posibilidad de transformarnos a través de la conversación, y si Levinás tiene razón cuando afirma que la persona que expresa el artista es sentido, entonces, la víctima se transforma tanto como nos transformamos nosotros, sus interlocutores. Otra cosa es interrogarnos sobre si Levinas tiene razón: ¿es legítimo considerar como nuestro interlocutor a una víctima que ha pasado por todo tipo de violencias? ¿Su fragilidad física o psicológica no lo vuelve vulnerable ante el asedio del artista solidario obsesionado con sacar el sufrimiento privado al campo público?

doris-salcedo-en-estambul3Salcedo habló mucho del arte como acontecimiento; la topografía de guerra llevada a la Bienal de Estambul en 2003 fue construida con base en acontecimientos históricos reales. La respuesta lúcida que dio a la pregunta sobre qué le diría a la hija de un paramilitar que estudia artes, nos hace presuponer que Salcedo está enterada de que el acontecimiento es un término presente en muchos teóricos contemporáneos. No obstante, no fue claro su manejo en la charla. Salcedo manifiesta que su obra recoge experiencias evanescentes que se relacionan sustancialmente con acontecimientos pasados. Paso seguido afirma que la obra de arte se ocupa precisamente de aquello que no es un acontecimiento, que la obra señala un acontecimiento. Distingue, pues, entre ocuparse-de y señalar. Sin mucha consistencia afirma que ella señala, quizá para dejar intacta a la víctima, para no correr el riesgo de identificarse con ella, o para evitar una interlocución moralmente difícil.

Mi obra –afirma– no cuenta o narra un acontecimiento, no relata una historia, no es la narración nostálgica de acontecimientos pasados. Señala la ausencia de lo vivido, se aparta de la singularidad de una experiencia vivida, pero al hacerlo borra dicha experiencia para convertirse, en lo que de nuevo Celán llama “un momento lírico de lo que está distante en otro lugar, de lo que nos es ajeno, un recordatorio de la presencia de lo extraño en nuestro presente, en un vano intento por mitigar la intolerancia”. ¿Borrar la experiencia de la víctima para convertirla en un momento lírico? Entendemos que Salcedo no hace mímesis de su objeto de interés, que tiene claro que el pensamiento artístico se despliega por medio de metáforas, que a la experiencia de la víctima sólo se puede llegar a través de la plástica, pero hablar de borrar la experiencia de la víctima es una idea que gobierna todo pensamiento totalitario, y ella definitivamente no lo es. Sólo ha seguido a un autor que la ha confundido.

No es elegante ensañarse más de lo necesario en un texto que no hace justicia al trabajo de Doris Salcedo ampliamente reconocido por la juventud colombiana, pero sí es importante hacer notar que los artistas dicen ya suficiente con su obra plástica. Y ella lo reconoce al final de su charla, cuando reconoce que la crítica de arte y las curadurías son más apropiadas para orientar la comprensión de las metáforas de los artistas que el ejercicio explicativo que realizan algunos artistas, así sea legítimo. Estoy seguro de que los asistentes querían escuchar algo más personal de la artista que los cautiva. Las muletas teóricas saben dónde encontrarlas, cuando las necesitan, y en gran variedad. En este aspecto, la academia contemporánea no ha sido mezquina, consciente del agotamiento por el que pasamos. Tampoco lo fue Salcedo y esto perjudicó su charla, así la ovación final nos haga creer lo contrario.

Me uno a las felicitaciones dadas a Jaime Iregui por difundir por Esfera Pública esta charla. De otra manera no nos abríamos enterado de la sustancia del evento.

Jorge Peñuela

1 comentario

QUIERO QUE CUANDO ME MUERA
MI CUERPO QUEDE INCORRUPTO
Y QUE TODOS LOS QUE ME VEAN
¡QUEDEN MUERTOS DEL SUSTO!
¡QUIERO SER SANTA!

PREGUNTA: «Estamoooos llegando al final. Bueno, vosotros tenéis mas elementos de Juicio porque sois los últimos que salís, para esta preguntita que le estoy haciendo a todo el mundo ¿Qué creéis que nos va a salir mal? ¿Qué tenemos que hacer para que todo nos salga bien? Etcétera, etcétera…»

PREGUNTA: «¿A ti qué te gustaría ver en este programa?»
RESPUESTA: «Bueno, yo confío en tus gustos porque te conozco y creo que va a ir todo bien, sin problemas»
PREGUNTA: «Me alegra oírtelo ¿A ti qué te gustaría ver en este programa? Así para que no te lo pudieras perder ni un día, ¿Qué cosas tendría que haber? »
RESPUESTA: Pues, hummm, pues mas o menos la idea que tienes ¿No? Traer a todos los grupos así de vanguardia. Pues, tanto ingleses como españoles ¿No? Y que, o sea, que puedannnn tocar todos los grupos así independientes, que no, que no estén en multinacionales, y que no haya distinción de, de ningún tipo»
PREGUNTA: «¿Y de otros temas aparte de la música? ¿Tu que vas a hacer cuando hablemos de libros, de pintura y de esas cosas, apagar la tele?»
RESPUESTA: ¡No! Sobre libros, pues, heeee. Depende, de qué tipo de lectura, ¿No? ¿Pero sobre arte pues también no? La pintura está muy bien. ¿No?


«Quiero ser Santa.» Parálisis Permanente.