Internet ha desarrollado, en el marco de la literatura y de las artes, un modelo de crítica kitsch. Lo kitsch lo tomamos aquí en su sentido primitivo: como aquello que se asienta en su ser efecto puro; como aquello que disfruta (de sí mismo) en el darse como efecto. De esta forma, lo kitsch lo entendemos como el proceso por el cual se acepta como normal en la política literaria del momento elementos que aparecen únicamente con el afán de su efectividad. Dicho de otro modo: lo kitsch es la cultura conservadora del efecto sin contenido, que llevado al territorio de la crítica supone, precisamente, la retirada de lo crítico. Lo kitsch es así el resultado de una forma de entender la literatura (y la crítica) que traslada sus motivos de lo crítico a lo lúdico/cínico. Los modos de esta crítica kitsch se basan en la idea de que a través de un «decir directo», sin concesiones al lenguaje teórico, se “reseñan” novedades asentando su lectura sobre un criterio de verdad (no argumental) que hace del cinismo su forma. Esta visión degradada de la práctica crítica se opone vigorosamente a la idea misma de análisis crítico, ya que no es más que una declaración de presencia que sólo denota la ambición de ser reseñado. (Ejemplos evidentes de nueva crítica kitsch: http://lectormalherido.wordpress.com/, http://lamedicinadetongoy.blogspot.com/ ) Por otra parte, algunos escritores (y esto es quizá lo más delirante) han hecho de este modelo de crítica conservadora (en su degradación de la crítica) un modo de medir el espacio literario que ocupan, es decir, tienen en cuenta el fenómeno sainetesco de esta crítica como destino, incluso como referencia. Cuando Walter Benjamin decía aquello de que “sólo los tontos se lamentan de la decadencia de la crítica”, no se refería a esta caída en lo kitsch, sino precisamente a su superación, ya que esta crítica —aunque aparente lo contrario— es más conservadora que la crítica académica. La red, por lo tanto, ha introducido a personajes (retro)críticos que han hecho del efecto su reino y que, además, un coro de escritores ha legitimado sus formas haciendo que algunos de esos críticos kitsch aparezcan en las listas blogs literarios más importantes.
A través de su intento de cuestionar a la crítica académica [ese extraño fantasma al cual es tan fácil atacar y que nadie sabe muy bien definir] desde las posibilidades de Internet se ha creado un nuevo alejandrinismo cool, más peligroso y conservador incluso que buena parte de la crítica académica (a la que supuestamente cuestiona). Ahora bien, este conservadurismo se disfraza con una retórica cool (cínica y prepotente) que alienta, supuestamente, una nueva forma de acercamiento a la obra (y al lector). Situémoslo históricamente, apuntando el mencionado sentido conservador de esta critica kitsch. En Crítica y verdad, un texto de los años sesenta, Roland Barthes cuestionaba a la crítica académica apuntando que ésta se asentaba, fundamentalmente, sobre los siguientes pilares clásicos, inamovibles e incuestionables. Es decir, la crítica académica se asentaba sobre: a) una presunta objetividad, b) la verosimilitud, c) la claridad y d) la asimbolia. Según “lo académico” toda crítica que pretenda superar estas cuestiones es despreciable. No deja de ser curioso que esta crítica cínica que tanto éxito tiene ahora en Internet, y sobre todo entre algunos escritores, retorna —paradójicamente— a la fórmula clásica pero a través del disfraz de lo no-académico. De esta forma, la crítica kitsch (véanse los blogs mencionados arriba), muestra su carácter cercano al más clásico academicismo, aunque pueda parecer lo contrario. Veamos cómo. En estos blogs hallamos una tendencia hacia una peculiar objetividad (a través de la idea de “digo lo que todos piensan”, es decir, se muestran como jueces justicieros de la política literaria). Es igualmente observable una fórmula de verosimilitud (digo lo que es, qué pasa!!!), así como la subsiguiente premisa aparentemente incuestionable de la claridad (fundada en chistes malos y un elaborado tono compadre). Todo ello tendente hacia una concienzuda asimbolia (es decir: teorizar, ir más allá del texto, etc., es hacer castillos en el aire, una “jodida estupidez”, según dicen, o dicho de otro modo: “La teoría literaria es una casa vacía”, como se leía recientemente en uno de esos blogs).
En definitiva, esta critica kitsch y sainetesca (dadas las consecuencias que en ocasiones implica) se instaura en el mapa literario con pesadez y con una amplia red de seguidores que esperan a ver “qué dicen” de la siguiente novedad, no por lo que digan sino por el efecto que eso implica.
Es un fenómeno en curso… la retirada de la crítica y de la teoría.
Alberto Santamaría
publicado por ::salónKritik::