La gran preocupación de compradores de arte, artistas y órganos reguladores es la ausencia de transparencia en los precios en el mercado primario de arte, (el mercado en el que las obras son vendidas por primera vez). A diferencia de muchas otras industrias, las galerías por lo general no publican los precios de las obras. En algunos casos son disimulados entre la vaguedad que ofrece un rango de valor, o sencillamente, no hay información alguna. Conocer el precio de una obra de arte implica preguntar directamente, una tarea cargada de obstáculos invisibles que las galerías ha creado para mantener a los curiosos alejados, así como a la competencia. Sí uno pregunta en persona, en caso de aparentar tener el dinero para comprarla, la persona del frontdesk amablemente tomará inmediatamente el teléfono y marcará la extensión del director o directora de ventas, quien como de la nada aparecerá en el espacio de la galería sonriendo. En algunos casos, la respuesta será placativa. “La obra está vendida”. “ o, la obra no está en la venta”.
Muchos amigos me interrogan sobre la práctica de los marchantes de arte. ¿por qué la divulgación del precio de una obra de arte es opaca? Primero, es importante reconocer que la industria del arte se consagra a la regla de la maximación del precio, es decir, le interesa producir un incremento de precio en la obra de arte. Esta es la primera irregularidad del mercado de arte. Como bien sabemos la mayoría de industrias se consagran a lo contrario, en aumentar y abaratar la producción y en alcanzar a un mayor número de consumidores. Incluso, el mercado de los artículos de lujo, como la ropa de diseño, produce una linea y colección de menor costo y más accesible. Pero el mercado del arte no funciona así.
La opacidad ha servido para crear un atmósfera conveniente en la que el aumento constante en el precio de una obra sea posible sin las confrontaciones o regulaciones que estarían programadas por la divulgación de los valores, que serían observados por estatutos de control, establecidos y el estado y por los mismos individuos en su rol de compradores. Si tomamos nuestra experiencia común como consumidores, sabemos que nos alegramos si vemos que el producto que vamos a comprar está en descuento, así como nos molestamos si compramos el producto por un valor mayor al que, por ejemplo, ofrece otra cadena de supermercados. Pero además, sabemos que un valor exagerado en determinado precio puede ser considerado como competencia desleal, usura o ser síntoma de una tendencia de inflación en la economía. En los casos anteriores, el estado entra en la regulación y control de los precios.
Precisamente, la ausencia de control ha hecho de la lógica del aumento del precio y su intransparencia un buen puerto para el establecimiento de métodos de especulación financiera, lavado de activos, así como, la recurrencia de prácticas non sanctas dentro del mundo del arte y de las galerías: Una obra de arte, digamos una pintura, cuyo valor de producción (pintura, madera para el bastidor, y lienzo) no sobrepasa los 300 dolares es con el incremento del valor monetario del artista un vehículo perfecto para transportar miles y cientos de dolares a través de fronteras, guardarlos en bodegas, evadiendo regímenes fiscales, o condiciones tributarias que regulan el derecho de herencias.
En la medida que la creación de valores desde la virtualidad y sin regulación ha sido positiva, y ha dado fabulosos resultados; el matrimonio entre la opacidad de precio, la tendencia del incremento y la doble moral del mundo de arte ha originado una espiral de aumento de precios y a una burbuja financiera cuyos contornos y dinámicas son dibujadas por algunas familias, algunas galerías, por algunas casas de subastas, por algunas ferias de arte, y por algunas colecciones.
The show must go on.
Sabemos que lo virtual tiene efectos en lo real, y no se trata de dos mundos separados. El incremento de precios originados desde la virtualidad, no productos de criterios fácticos (como un análisis contable o algo similar) demanda constantemente de un sustento en la realidad. Para otorgarle al nuevo precio acometido una apariencia real, el aroma a circo se ha desplegado por el mundo del arte. En determinadas temporadas, los actores del mundo del arte encuentran en los mismos lugares al mismo tiempo: destinaciones obvias como las ferias de arte grandes, o las bienales de moda, o en las ciudades agotadas por el proceso de gentrificación acelerado por la cultura son los denominado “hotspots”. Se han creado “ecosistemas culturales” (una nueva denominación producto de una excelente estrategia de marketing) mediante la inyección de capital, (que mejor ejemplo que el hotel Wen Miami del coleccionista de blue Chips Aby Rosen, durante el Miami Art Basel).
Las escenas siempre son las mismas. Los grandes curadores invitados a las cenas de las grandes galerías. Las grandes fiestas, artistas con una gran capacidad demagogia, intereses, intereses y más intereses. Son días bonitos, que sirven para sostener el precio o incrementar el precio de un artista: “sorry, the price is higher because she has a participation at the biennal next year and her booth at the fair was in 2 seconds sold out”.
Es necesario anotar que es posible rastrear los impactos sociologicos que ha causado la burbuja en el mundo del arte. El incremento de precios, dinero y fama es el horizonte de vida para muchos artistas jóvenes. E incluso, una galería joven viene a ser conocida porque compite con las mismas estrategias de las galerías caras. La conclusión, entre más caro mejor se ha vuelto regla para entender la calidad de una obra de arte. La espiral financiera ha dado increíbles resultados a sus creadores, así como beneficios a sus creyentes, (al final todos dicen lo mismo, no lo hago por el dinero sino por amor al arte),
Hasta que llegó corona.
En las últimas semanas con la emergencia causada por el CoVid 19, el mundo del arte se ha sacudido, se enfrenta a la imposibilidad de viajar a los “ecosistemas culturales” y de mantener las dinámicas que sostenían la lógica del incremento de precio, tales como exhibiciones institucionales, etc. Esperanzados que la pandemia global sea un elemento purificador de nuestras actitudes frente al mundo y frente al medio ambiente, frente a nuestro excesivo consumo; los profetas de la bondad han señalado como las galerías han comenzado a hacer online y visible los precios de las obras de arte.
Un ejercicio de bondad y transparencia llegó la semana pasada con el correo de Gagosian, distribuido sin discriminación, a todos los suscritos en su newsletter. Subject: Now Available—Untitled (Capri 52.56) by Mark Grotjahn. Valor, 800.000 dolares.
Sin entrar a juicios sobre la calidad del trabajo de Grotjahn, en especial el que están vendiendo, la nueva desnudez de las galerías no implica la vuelta al paraíso donde vivíamos sin pecado y sin mancha. La recurrente transparencia de precios desnuda al contrario que el sistema de incremento de precios, su especulación está colapsando rápidamente, y la velocidad de caída ha obligado a las galerías a abandonar el refugio de donde se gestionaban transacciones opacas. Mientras mi amigo Moritz reaccionaba con desagrado pensando en la gente que dispone de dinero por un pedazo de basura, como él considera la pintura, sin negar que él tiene absolutamente y toda la razón, yo estaba divirtiéndome del afán que comienza a transpirar por todos lados.
La nueva corona moral del mercado del arte, me recuerda a la actitud de las galerías neoyorquinas afectadas por el huracán. El agua les permitió “vender” a los seguros las obras de arte que supuestamente estaban en las bodegas inundadas. En días previos, los transportadores de arte estaban menos ocupados en sacar las obras de bodegas en riesgo, sino en transportar un buen número en ellas.
La publicación de los precios es la nueva bodega inundada. En este momento muchos coleccionistas están buscando liquidez poniendo sus obras a la venta, algunas con el descuento necesario. Con la publicación del precio se afirma el gran “secreto” a voces, estableciendo oficialmente un valor en el que es posiblemente el punto de inflación más alta. Esta estrategia tiene dos objetivos. Primero, establece un monopolio: Si alguien quiere vender su obra, iría de nuevo donde la galería que aparenta ser el mejor postor. Al concentrar las obras, evita la galería que el precio sucumba, a su vez que evita que varias obras del mismo artista terminen en la misma subasta al mismo tiempo. Con el monopolio puede controlar que el precio se mantenga estable.
Segundo, tranquilidad para los otros coleccionistas. Oficialmente, con la publicación del precio, la galería asegura a los coleccionistas, por lo menos públicamente, que los precios no han cambiado y ni han divergido por la crisis. Es decir, que no hay oportunismo del descuento. De esa manera, regula indirectamente las transacciones de venta de las obras de arte en dónde no esté comprometida,
El mercado del arte celebra su nueva corona moral. Más el costo puede salirles demasiado alto, y para mantener la burbuja que ellos mismos crearon van a necesitar en esta ocasión de un capital mayor del que había utilizado para movilizar la maquinaria del circo.
Interesantes tiempos los que se vienen.
Addenda. A propósito de la moral del mundo del arte.
El horror del asesinato en plena calle, por parte del aparato del estado, como lo es la policía, revela las malignas semillas del racismo en una sociedad. Estados Unidos ha motivado el racismo como discurso del estado. Sus intervenciones militares han sido violaciones de los derechos humanos, sus motivaciones, han sido siempre racistas. La inferioridad del otro. Rachel Libeskind me contaba, como desde los ataques del 11 de septiembre ocurrió una militarización de la policía, un hecho grave, cuyos ademanes se revelan con la frialdad en la que la ejecución extrajudicial ocurre frente a una cámara. De la misma manera, han muerto muchos más. Su agente, portaba otro uniforme.
Al mundo del arte le sirven estos conflictos para su expiación moral. Es curioso, como mucho de los que hacen postings revelando su compromiso con los afroamericanos, son los mismos que he visto entrando en exhibiciones en lugares, como el Palais de Tokio en Paris, donde la mayoría de los guardas son africanos, a los que ni siquiera saludan o dirigen una sonrisa cortés. La empatía, según Hume, es el principio del sentido común.
Yo por mi parte acuso. Desde mi orilla latina he visto a los capitanes del arte alemán dirigiendo el barco de la injusticia social a las aguas negras y profundas del racismo.
Jorge Sanguino