Portada de la página web del proyecto L.A.R.A Latin American Roaming Art. Las iniciales de su nombre se mueven en fade in-fade out. Lindo.
Como la novela de Stevenson, en su prueba piloto LARA Latin American Roaming Art, tuvo dos caras. Por una parte, los comunicados dispersos en la página web y los folletos de sala ofrecían un repertorio de buenas intenciones con la idea de dejar en claro que se trataba de una residencia artística con todas las comodidades “para leer, escribir e investigar” en un lugar turístico lleno de historia. Entre el inventario de lugares por visitar se ofrecían excelentes oportunidades para entrar en contacto con los nativos:
“Visitar la plaza de mercado es una excelente forma de conocer a los habitantes de Honda, y probar los productos regionales. Es también un sitio excelente para comprar materiales e insumos para cierto tipo de obras.”
Hay que apreciar el esfuerzo, no sucede eso en los paseos. En los tours sí, pero a Honda salen pocos. Quizá ahora se cree el hábito.
De otro lado, la exposición en NC-Arte presentó otros problemas. Estos tenían que ver con las obras realizadas y su lugar de exhibición. En un gesto de sinceridad que es de agradecer, nunca se dejó de insistir que era un evento pagado por agentes privados aficionados a las mayúsculas capitales. (No digas “Interbolsa”, malpensado lector.) En medio quedó colgada la curaduría. Y en el cuelgue de la curaduría, los artistas. Hablemos de dos de ellos, que están cerca, han demostrado continuidad y, fijo, nos quitarán el saludo después de ahora.
Desde hace tiempo, Rosario López nos muestra un progresivo abandono de la ciudad. Lejos de la actitud turísticocaspardavidfriedrichiana en que se la ha querido poner, la artista postula una mirada sobre la desaparición de nuestra especie. Por dos vías: además de no aparecer nunca, en sus piezas los humanos somos productores de nocivos efectos climáticos vía contaminación industrial. Si bien una obra como Insufflare puede ser la exploración-escultórica-de-los-límites-de-la-fotografía, antes que nada es la documentación de membranas sintéticas que flotan incluso con enormes chimeneas de fondo. No es sólo paisaje, son fotos de bolsas volando. Entonces es un paisaje sucio por cuenta nuestra. López va más allá de sus curadores.
Siendo así, y teniendo en cuenta el cuidado que pone en la pre-producción de sus trabajos, resulta interesante encontrar en LARA una versión menos lograda del proyecto que presentara en 2012, en una de las sedes de la Cámara de Comercio de Bogotá. Es decir, una ecuación “topografía/río/red”, no tan clara. O no tan bien resuelta. Menos en el contexto donde se presentó. En otras palabras, el acompañamiento curatorial pudo ampliar el alcance de la obra para que fuera más allá de la similitud visual entre redes puestas a secar y tules colgando con pesas de plomo. Rosario López ha demostrado que lo suyo es más que formalismo. Que no se le haya entendido es otro asunto. Y afirmar que sus redes partían de la observación de una práctica en vía de extinción (amiguitos, la subienda es un mito de rolos), es, por lo menos, “paracaidismo curatorial”, con tul.
La obra de Nicolás Consuegra ha sido enmarcada como una constante de perfección técnica. Siempre se ha resaltado en él su obsesión por el acabado impecable y la teorización permanente (un productor que piensa mientras hace mientras piensa). En ese sentido es un sujeto extraño en nuestro medio. Sin embargo, se le hace un flaco favor mejor al tomarlo como la versión bogotana de Hal 9000. Por el contario, es un artista tan humano que deja ver los imperfectos de su producción. ¿Recuerdan cuando presentó por primera vez Uno de nosotros, entre nosotros, con nosotros, en el XII Salón Nacional de Artistas Jóvenes, de la Galería Santa Fe? Allí no tuvo la posibilidad de anexarle el carro real a la pieza, entonces debió hacer una escultura en cartón paja. Y como experimentación, el resultado fue un ejercicio fenomenal: los cortes estaban mal hechos, los sobrantes de pegante salían por las junturas, había secciones completas torcidas. En ésa época se daban premios a los artistas jóvenes –no becas-contentillo como ahora. Por mostrar eso, por declararse errático debió haber ganado. Pero no.
En LARA hace lo mismo. Presenta dos piezas ambiguas. La primera tiene dos títulos Uno no sabe la sed con que otro bebe –según aparece en el periódico Arteria- y Nadie sabe la sed con que otro bebe –según el folleto naranja fluorescente de la muestra. Parece un statement de nuestros tiempos: la más apropiada decoración para la recepción de la sede de un Fondo de Inversión (¡que no de Interbolsa, carajo!). Dos espejos se reflejan entre sí mientras en la parte inferior se alegoriza la sed de inversiones con que viven estas empresas, mostrando vasos de cristal cortados transversalmente y pegados al vidrio. Pareciera decir: “¿tienes sed? Ilusión de ilusiones, aquí no se te va a quitar”. Recuerda la reproducción al infinito de las curvas de especulación y las burbujas financieras que se reflejan en sí mismas/en sí mismas/en sí mismas/en sí mismas, hasta que estallan llevándose países enteros por delante, y sin que pase nada. También hay quienes ven en ella “el calor y sed de la tierra caliente”. Pero eso es otro cantar, uno ahistórico.
La otra pieza tiene un solo título: El agua que tocas es la última que ha pasado y la primera que viene. Es un panorama semicircular que muestra un río tal como se ve desde una calle que termina en sus orillas. Contemplativa. Demasiado para “un agudo observador de lo cotidiano”. Y pasiva. Tanto que pareciera haberse quedado suspendida en el movimiento del agua. La referencia a la hipnosis que lanza José Roca en el texto de presentación del proyecto acierta en parte: retorna sobre la planitud del enfoque de Consuegra en este trabajo, a la vez que señala sobre la potencialidad del tema que decidió abordar. De quedar bien hipnotizado quizá hubiera llegado a algo más que a erguir pesadas pantallas LCD en el centro de la galería. Tal vez algo más emergiera a la superficie. Como sucedió con la obra de los vasos cortados.
Vale la pena ver cómo Asiaciti Trust le da continuidad a esta iniciativa. Ojalá la crisis de capitales, repos, zonas comerciales inviables, bolsas de valores de aire se detenga, a la vez que el boom del arte latinoamericano le siga sirviendo de apoyo al señor Graeme W. Briggs y sus amigos. Desde Bogotá, les envío un caluroso saludo. Vuelvan, por favor, y traigan programas de residencias y eso.
–Guillermo Vanegas
1 comentario
Guillermo, me parece una crítica interesante, especialmente porque se centra en las obras y en la curaduría y no en el contexto (aunque se le teje claramente un repetitivo «interbolsa»). Sin embargo los dos párrafos que hablan de Rosario López me parecen difíciles de entender. Es decir, no entendí. Lo que gira en torno a su obra está presentado como algo que es de saber general. Para mí no es así: ¿por qué va más allá de sus curadores?