«Usted podrá decir «yo estuve»”
Goethe
¿Cómo se rememora el pasado?
¿De qué forma conectamos el pasado con el presente?
¿Recordar es un acto político?
¿En qué se diferencian Historia y Memoria?
¿Qué representa un Sitio de Memoria?
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Historia y Memoria son ideas distintas. Entender que la construcción cultural y social de la Memoria se opone diametralmente a la idea de Historia puede ayudar a desenmarañar lo que ocurrió recientemente en el Morro de Tulcán en Popayán.
Entendemos la Historia como ese “consenso de representatividad” del pasado: ese guion ligeramente unificador de los hechos más representativos que conforman una identidad cultural. La Historia es el pasado escrito en piedra; sin embargo, entender el pasado no como dialogo o transformación, es sustraer su valía cultural y por ende su dimensión política.
La Memoria en cambio, contrapone la estaticidad del relato histórico con un proceso transformador, dialéctico y cultural del pasado. La Memoria dialoga con el presente, lo reivindica o lo cuestiona, es cambiante y por ende genera crítica:
“La Memoria es la vida, siempre llevada por grupos vivientes y a este título, está en evolución permanente, abierta a la dialéctica del recuerdo y de la amnesia inconsciente de sus deformaciones sucesivas, vulnerable a todas las utilizaciones y manipulaciones, susceptible a largas latencias y repentinas revitalizaciones. La Historia es la reconstrucción, siempre problemática e incompleta, de lo que ya no es”[2].
El escenario Historia-Memoria ha estado en la agenda de debates muchos más amplios dentro de disciplinas como los estudios culturales o los estudios coloniales. Entendiendo como se constituyen e interactúan entre sí distintas identidades – colectividades, aparecen Memorias femeninas, indígenas, campesinas, LGBTI, religiosas, etc.
Esta dicotomía también sirve para conceptualizar la idea de “Sitios de Memoria”[3]: espacios físicos donde convergen los conflictos propios del dialogo pasado-presente en el que se cristaliza la memoria colectiva. Sitos como museos, estatuas, plazas y monumentos se entienden más allá de la idea de espacios público como escenarios de contestación.
¿Qué ocurre en un Sitio de Memoria? Ocurren actos políticos: No “se destruye un monumento” sino la representatividad del colectivo-identidad que representa; no se “tumba una estatua” se tumba el discurso de poder monolítico, cerrado y estático de una memoria colectiva (para el caso del Morro del Tulcán y la estatua de Sebastián de Belálcazar, una memoria triunfante, de poder). A pesar que estos ejercicios se acuñan de “violentos”, socialmente deberían ser entendidos como un dialogo, acaso fracturado, entre dos memorias en choque. Cualquier identidad colectiva requiere ejercer su derecho a construir su relato de Memoria y el rol que juega en su relación con el pasado-presente.
Foto: Radio Santa Fe |
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Esta construcción de identidad colectiva (la del pueblo Misak) requiere por antonomasia salir reivindicada o por lo menos mencionada; en este sentido ¿Podría entenderse como un acto de redención lo que ocurrió en Popayán? El dialogo fue tan fracturado por que institucionalmente, la construcción pública de las distintas memorias en Colombia ha sido diametralmente precaria, a “raja tabla”. La Memoria hegemónica del poder, convertida o queriendo ser convertida en historia, no entiende el conflicto como oportunidad de conocer y dialogar con el “otro” sino más bien como elemento que mancha la pureza de la Historia (acaso realidad) única y cerrada; sin embargo, “lo otro” no se deja eliminar, subsiste, persiste: es el hueso duro de roer en que la razón se deja los dientes.
Un Sitio de Memoria por excelencia son los museos y su rol en la contextualización en los conflictos culturales. El museo es y debe ser el sitio a priori para dialogar y problematizar las identidades colectivas locales o nacionales.
La rica y pluriculturalidad de la zona sur de Colombia y los conflictos sociales complejos y vigentes deberían estar enmarcados en una red de museos que se encargue de contextualizar memorias indígenas, coloniales, de esclavitud, de distintas religiones, de sincretismos, etc. Por ahora en Popayán, como ocurre en todas las ciudades intermedias en Colombia, solo existen un puñado de museos que nada tienen que ver con Sitios de Memoria, más bien con Sitios de Historia: cerrados, clásicos, inmóviles, antiguos. Personajes tan complejos como Sebastián de Belálcazar, y su relación con los pueblos originarios deben estar contextualizados, debatidos y criticados en los museos locales. Dudo mucho que la curaduría del Museo Guillermo León Valencia, nombrado en honor a uno de los expresidentes más conservadores que tuvo el Frente Nacional se preste para semejante empresa.
Dudo aun muchísimo más que el Ministerio de Cultura como rectora de la política cultural del país se encargue si quiera de alentar el debate Memoria-Historia. La ministra, Carmen Inés Vásquez, comienza el único pronunciamiento que ha dado frente al tema, rechazando el “acto violento” del derribamiento de la estatua, comentando que “Los monumentos públicos son un museo abierto que le pertenecen a toda la comunidad”[4]. NO ministra. Los monumentos NO son un museo abierto y en este caso la estatua NO le pertenecía a toda la comunidad. Primero, un monumento des-contextualizado, autoritario y silenciador de otras identidades en conflicto, es un sitio de memoria impuesto, una exaltación a un discurso reinante y un querer convertir la Memoria en Historia: un monólogo cultural. El museo dialoga, la estatua de Belálcazar no. Dejando a un lado su valor meramente estético dentro de la historia del arte latinoamericano[5], la estatua impone, da un portazo al debate con “el otro”, discrimina.
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En otro de mis artículos, llamaba la atención sobre la falta de liderazgo que han tenido las instituciones públicas que dirigen la cultura en Colombia. Quiero volver a hacerlo para este caso. Lo mínimo que se podría esperar de nuestro Ministerio o por lo menos de alguna secretaria de cultura local, sería concertar un espacio donde se problematice sobre lo acontecido desde una óptica social; donde se ponga en relieve la importancia de las Memorias “del otro”, donde se contextualice el rol de la Memoria del pueblo Misak en la construcción de la identidad pluricultural del Cauca. Un “webinar” junto con algún representante del pueblo Misak, acompañado con un historiador del arte, por ejemplo, hubiese sido interesante. Ni si quiera eso ocurrió. Un video por redes sociales de menos de un minuto con una vaga superficialidad en las afirmaciones[6] de nuestra “rectora cultural” bastó. Muy triste panorama. Ni hablar de la Secretaria de Cultura de Popayán.
Espero que el debate se siga dando en redes sociales y en espacios de discusión sobre la manera de abordar la Historia-Memoria y los espacios que cuentan las distintas identidades en el país. Es imperante comenzar a tejer sitios de Memoria y replantearnos nuestro sentido de lo público, ya que las Memorias del “otro” y sus choques no van a desaparecer…
Por más que queramos tapar el sol con los dedos.
Andrés G Chaur[1]
[1] Comunicador Social, Magister en Estudios Culturales. Chaur_andres@hotmail.com
[2] Erlij, E (2018) “El historiador es un árbitro de las diferentes memorias: Entrevista a Pierre Nora”. Revista Letras Libres. disponible en: https://www.letraslibres.com/espana-mexico/revista/entrevista-pierre-nora-el-historiador-es-un-arbitro-las-diferentes-memorias
[3] Andrés Chaur, «A drop of hope in an ocean of impunity: An analysis from the Memory Studies of the Parque Monumento in Trujillo, Colombia = Una gota de esperanza en un mar de impunidad: Un análisis desde los estudios de memoria del Parque Monumento en Trujillo, Colombia», Trujillo (Valle del Cauca, Colombia):-, 2014. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/2084153/), el día 2020-09-24.
[4] Pueden escuchar el comunicado completo: https://twitter.com/mincultura/status/1306423026884448284
[5] La estatua fue erguida por el escultor español Victorio Macho (1887-1966) considerado uno de los precursores de la escultura contemporánea española
[6] “Todos tenemos la obligación de preservar nuestros “monumentos”; lamentamos los “actos violentos”; acompañamos al alcalde en la restauración; invitamos a todos a manifestarse de forma “pacífica””.