No me interesa hablar de Banksy[1]. Ni discutir si su arte pertenece a la calle o al mercado, o si acaso existe alguna diferencia entre ambos lugares. Me aburren profundamente las dinámicas que disimulan la realidad del arte contemporáneo en relación al mercado. Una parte de mí está de acuerdo con Hito Steyerl cuando dice: “El arte contemporáneo es una marca sin producto, disponible para etiquetar cualquier cosa, es un rápido lifting facial que vende el imperativo de la creatividad a aquellos lugares necesitados de una remodelación urgente, la incertidumbre de una apuesta combinada con los placeres sobrios de la educación superior de clase alta, un parque de juegos autorizado para un mundo confuso y derrumbado por la desregulación vertiginosa. Si el arte contemporáneo es la respuesta, la pregunta es ¿Cómo embellecer el capitalismo?”[2]. Otra parte de mi en cambio, aquella que conoce de cerca artistas contemporáneos que difícilmente viven de su trabajo, entiende que en este contexto también toda generalización es odiosa. Y aunque la estrategia de marketing de la exhibición en Colombia Banksy Genius or vandal no es arte, ni pretende serlo (¿o sí?) si se parece mucho al modo desafortunado en que en ocasiones opera el arte contemporáneo.
¿Qué tienen en común en este momento Van Gogh y Banksy, aparte de la obviedad de ser artistas? El hecho de que sus obras han sido masticadas visual y conceptualmente hasta hacerlas una suave papilla que luego de ser regurgitada se vende en forma de ‘experiencia inmersiva’ o “Una instalación artística multisensorial y una experiencia de VR (realidad virtual), según los empresarios de conciertos que las organizan. Los mismos que la semana pasada publicitaron la muestra en medio del contexto electoral, paseando el inflable de una enorme rata por algunas zonas de Bogotá hasta llegar al Movistar Arena. En algunos momentos del recorrido la rata se detenía, en ocasiones acompañada por una dócil policía, frente a la mirada expectante de los peatones, y la confusión interpretativa que, a propósito, la situación generaba. Se detuvo e instalo parcialmente -sin que a nadie le incomodara-, frente al Museo Nacional, allí me la encontré, rodeada de un grupo de personas, las cuales, uniformadas con sacos negros de capucha, pantalones color café, y gafas de sol, desabridamente levantaban letreros –también uniformes- con frases como: No somos nada, o futuro cancelado. Lo que allí se representaba como estrategia publicitaria pretendía y pretende parecerse a los modos visuales de la protesta social, solo que, al hacerlo, aquello que consigue es otra versión de la misma papilla que ahora se ofrece como espectáculo. ¿Cuál es la imagen de un movimiento de protesta? ¿Es la suma de las “cabezas parlantes” de los grupos singulares? ¿Es la imagen de sus confrontaciones y marchas? ¿Sus nuevas formas de representación? ¿El reflejo de las formas de un movimiento de protesta? ¿O la invención de nuevas relaciones entre elementos individuales de encadenamientos políticos?[3]
Si usted piensa que este tipo de estrategia es inocente y que contribuye medianamente en legitimar la experiencia compleja de la protesta social, entonces abandoné la lectura de este corto texto. Si, por el contrario, sabe o le interesa saber cómo suena la siguiente estrofa, continúe leyendo:
Aaaay! Yo aquí parchada
Y todo tan mordido
Tan desaparecido
Tan por debajo e la tierra
Nos embutieron la guerra
Hasta el fondo de la tráquea
Y los pájaros se comieron
Los huesos encima del monte[4]
La secuencia en cadena de las formas de la protesta social
Banksy Genio o vándalo, luego del estallido social, la relación entre estos términos debería incomodarnos. ¿Acaso en Colombia se puede hablar de genialidad en el vandalismo propio de la protesta? Ni vándalo, ni genio. No es la obra de Banksy lo que se vende por cabeza a $75.000 pesos en TuBoleta, es la versión empaquetada de una marca. “Un componente esencial de este problema es cómo las imágenes y los sonidos se organizan, editan, disponen. Una articulación fordista organizada de acuerdo con los principios de la cultura de masas reproducirá ciegamente el patrón de sus amos, será acorde a sus tesis, de manera que tiene que ser desmantelada y problematizada.”[5]
Mientras la estrategia de algún grupo de genios del marketing desfila en redes, otro tipo de imágenes y significados también circulan: en esta vemos a un grupo de jóvenes -protagonistas directos de la protesta social- que aparecen judicializados. Ni héroes, ni criminales, aquí también toda generalización es odiosa. Recordemos que la frase ‘Primera línea” pasó de referirse a un modo de organización física y estratégica frente a los abusos policiales -aún sin condena-, a criminalizarse. La imagen del encapuchado, de quien recurre al muro, del que raya, lanza, destruye, y reclama, continuamente satanizada y criminalizada en Colombia, ahora se presenta positivada como producto comercial, claro está, asociada convenientemente al nombre de Banksy, en una exposición ‘no autorizada’, un homenaje no pedido, que se realiza con apoyo del Ministerio de Cultura en el recién inaugurado Centro Nacional de las artes, del Teatro Colón. ¿Por qué en este espacio? ¿Qué se pretende legitimar exhibiéndose ahí? Seguramente, justificar el alto valor de las boletas, o atraer a un público ajeno a la protesta social. Uno al que le interesa ver una versión- Bansky, poco incomoda. En Chile, actualmente, la muestra se presenta “en una gran carpa detrás del edificio del GAM, al lado de la Torre Villavicencio, cuya estructura se asemeja más a una feria de novios que a una exhibición.”[6] En Bogotá se presentará en el grandilocuente ‘escenario cultural, más grande del país.’
El tema finalmente no es Banksy, ni la posibilidad de ver su trabajo en la versión que ahí se propone, bienvenida la muestra en ese sentido; es la monetización de la protesta social convertida – según estrategia de marketing -, en signos que se articulan desarticulados del fondo que los hace posibles, como en una cadena de producción, hasta retornar en forma de billetes o ganancia económica lejos de cualquier valor simbólico colectivo; tal como acontece en ocasiones, en algunas propuestas artísticas en las que se extraen contenidos sociales complejos y se los organiza productivamente. El tema de fondo es que aplanen los incontables pliegues de la memoria o la protesta social, y que se desconozca la experiencia local, cercana y pendiente del abuso policial durante el estallido social. El tema es que se nos subestime como público. Vendan a Banksy, a Van Gogh, o a cualquier otro artista taquillero, ¡adelante! Hace rato que los museos convirtieron en souvenir la historia del arte, pero no pretendan que una estrategia comercial se parezca en algo a la digna rabia.
Notas
[1] María Fernanda Llanos, estudiante de historia del arte opina al respecto de Bansky: “Banksy el vándalo del arte elitista, Banksy artista político acuñado a las causas sociales del mundo. Es necesario reconocer su genialidad no como un artista vándalo o político, sino como una mente maestra detrás del mercado que hace uso del anonimato – cuestión que en estos tiempos vende una realidad que incrementa su valor – más allá de hacer ‘justicia’ a las causas sociales, políticas y culturales que rodea un país, todo está pensado, no es gratuito el sabotaje a sus propias obras.” https://www.instagram.com/hamanthana/
[2] En: Steyerl, Hito. (2014) Políticas del arte: el arte contemporáneo y la transición a la posdemocrática. Caja Negra Editora. https://cajanegraeditora.com.ar/libros/los-condenados-de-la-pantalla-0/
[3] Steyerl, Hito. (2014). La articulación de la protesta. Caja Negra Editora. Colección: Futuros Próximos. Traducción: Marcelo Expósito. Prólogo: Franco «Bifo» Berardi. Isbn: 978-987-1622-31-3. Páginas: 208.
[4] Así suena: https://www.youtube.com/watch?v=3n6nR6o6fzM, La Muchacha, Sentada, 2021.
[5] Steyerl, Hito. (2014) Los Condenados De La Pantalla, Colección: Futuros Próximos. Traducción: Marcelo Expósito. Prólogo: Franco «Bifo» Berardi. Páginas: 81-94.
[6] Sobre la exhibición de Bansky en Chile, el interesante texto de Diego Parra Donoso: Arte callejero sin calle del 2 junio, 2022, en: https://palabrapublica.uchile.cl/2022/06/02/arte-callejero-sin-calle/, al respecto menciona el autor: “El 24 de mayo pasado abrió en el GAM la exposición The Art of Banksy: Without Limits, un blockbuster compuesto por 160 piezas que ha recorrido una serie de ciudades del mundo compitiendo con otros eventos como la exposición inmersiva de Van Gogh, de Rafael o la Capilla Sixtina, es decir, su objetivo es el más amplio público. La muestra cuenta con la curaduría del mexicano Guillermo Quintana, quien a lo largo de las actividades públicas ha portado siempre un visor que impide ver su rostro, donde se puede leer “orgullosamente feminista”. Esta negación del rostro es una emulación al propio Banksy, quien hasta el día de hoy permanece como un autor anónimo, a pesar de todas las teorías conspirativas que han tratado de adivinar quién es el sujeto detrás del artista. Que el curador coquetee con la idea de anonimato no deja de ser un tanto absurda, pues sabemos su nombre y es cosa de ponerlo en Google y ya, fin del misterio.”