«Con el sacrificio se cura el sacrificio. Lo digo para que no creáis que huir del sacrificio sea fácil. En cada sacrificio mora la incertidumbre de un viaje sin destinación conocida.»
Temor y temblor, admiración y espanto, es lo que Kierkegaard siente al reflexionar sobre el incomprensible pedido que Dios hace a Abraham: sacrificar a su hijo. El filósofo insiste en que gracias a la fe, y solo por eso, Abraham soportó la dura prueba. Este hombre de la fe es “el caballero de la fe”, un hombre sencillo que no duda en obedecer los designios de su Dios, aún si le parecen excesivos. Todo por la fe. La fe hizo que ese acto sacrificial fuera diferenciado de un simple asesinato. “La suspensión teleológica de lo ético” es la expresión de Kierkegaard para señalar ese estado de excepción donde dar muerte sería para Abraham un acto sagrado.