Desde un lugar específico en el malecón de Barranquilla, se ve a diario un espectáculo particular: un grupo de garzas blancas pescan insistentemente cientos de cucarachas que flotando vivas, llegan al Magdalena a través de un caño – el cual, seguramente antes también fue río-. La lógica del sitio, un lugar turístico, contrasta con este espectáculo de forma especial[2]: ver muy de cerca pescar cucarachas, pone en duda la representación que sobre la naturaleza nos hemos fabricado. Con esta imagen en mente y frente a las expectativas que genera la ‘por fin’, pronta inauguración del 46 SNA Inaudito Magdalena, propongo reflexionar de forma breve sobre algunas dinámicas recurrentes alrededor del Salón Nacional de artistas. Dinámicas a las que después de décadas de existencia del salón, al parecer nos hemos acostumbrado.
El interés por el río Magdalena, telón de fondo del actual Salón Nacional, coincide con distintas agendas y proyectos institucionales. Algunos articulados en coherencia con intereses de la economía naranja. El pasado 29 de abril el Sistema de Medios Públicos RTVC estrenó el documental Voces del Magdalena[3], como parte de la estrategia denominada: La ruta del Magdalena, 1540 kilómetros de historia: “Las historias, sonidos, personajes y tradiciones que ocurren en las riberas del Magdalena te las contamos a diario con un equipo de cuarenta periodistas, documentalistas y videógrafos para que te conectes con el río.”[4] Recordemos que la inauguración del 46 SNA debería haberse realizado en el mes de abril, seguramente coincidiendo con el macro-proyecto del Mintic, Mincomercio y Fontur Colombia, alrededor del río. Las razones que justifican el cambio de fecha de la inauguración (de abril a junio), y la ausencia de actualización en la información sobre exposiciones, lugares y demás temas relacionados con su realización, hasta ahora no son públicas, es decir, no aparecen en el sitio oficial del salón.
Pensar-realizar un Salón Nacional de artistas alrededor del Magdalena sin duda es un proyecto de enorme envergadura. Más aún si además de un espacio de diálogo entre artistas, curadores, lugares e historias, se suman, como siempre, intereses y políticas gubernamentales, distantes de los propiamente culturales. La historia del Salón es también la historia de las políticas públicas que lo hacen posible; históricamente determinado por el ‘ambiente político’ del momento, ha saltado entre lapsos desiguales de tiempo, ajenos –casi siempre-, a los artistas que en él participan. Sin embargo, ¿Por qué en Colombia continúa aún con vida un Salón Nacional de Artistas? La respuesta es sencilla: por necesidad. Al respecto lo que Camilo Calderón Schrader dijo:
El salón no produce arte. Es solo un marco, y a lo sumo un estímulo. Aunque ha tenido mecanismos para exigir calidad, no la puede producir. Al final, si un salón es mediocre, lo es porque en ese certamen la participación no ha demostrado talento. Independientemente de los jurados y de los premios, de la crítica y del público, la materia prima sigue siendo el Arte, y este no es susceptible de reglamentación.[5]
Sea como sea, el Salón continúa siendo necesario, en parte debido a que aún después de tantas décadas de historia del arte en Colombia, distintos escenarios institucionales que garanticen condiciones necesarias para la exhibición, producción, discusión, y demás asuntos, alrededor de las prácticas artísticas, continúan siendo insuficientes.
Históricamente, alrededor del Salón, -antes, durante y después-, se generan diversos tipos de crítica institucional. Algunos se limitan al rumor, otros pretenden en cambio, acercarse a modelos de discusión académica. Independiente del modelo utilizado, lo que allí ocurre, olvida a propósito discutir sobre las obras que en esa versión particular -cualquiera que sea- se presentan[6]. Lo cierto es que, en esta recurrente dinámica social (verbal, corporal, espacial y simbólica), protagonizada por personajes que integran el campo del arte, podría existir una práctica artística. O al menos un modo particular -acontecer- del arte en Colombia, uno al que hasta ahora, no se le ha prestado la atención necesaria, limitándose, luego de tantas versiones del salón, a entenderlo como costumbre. Como lo menciona Calderón Schrader, “el salón no produce arte”, en él, se escenifican vívidamente, aspectos fundamentales de nuestra historia del arte.
Pese a la costumbre y a la historia de expectativas siempre pendientes, ¿deberíamos celebrar la inauguración de su próxima versión? Deberíamos. Y no como efecto de alguna solapada ingenuidad, o complicidad, como algunos creen, sino como oportunidad ante un nuevo y recurrente espacio para la escenificación de esas distintas versiones de lo aquí es arte, incluyendo obviamente lo curatorial. ¿Olvidamos entonces la necesaria sospecha, mientras brindamos en su inauguración y miramos para otro lado, cuando algo ciertamente no funcione[7]? De ninguna manera. En la imagen de las garzas que pescan cucarachas también hay una poderosa escena de sobrevivencia, de adaptación, en esa medida ¡Salud!
El paisaje del río Magdalena, escenario del actual salón, y su representación, ha sido históricamente objeto de estudio. El Enfoque Curatorial del 46 SNA, integrará -de un modo u otro-, la interesante lista, de quienes por siglos se han esforzado intentando imaginar este escenario; en ocasiones, recorriéndolo hasta cartografiar su recorrido, o por el contrario, extraviándose en él, como consecuencia de la inexperiencia. Algunos invierten su vida en producir una imagen verosímil, incluso certera, de esta inmensidad llamada El Magdalena; para otros, en cambio la experiencia con el río se limita a una imagen atractiva y estratégicamente turística. Sobre el enfoque dice el equipo curatorial:
Desplegarse ante el Magdalena es también abrirse a prácticas de visión, de escucha, tacto y ficción. En ese sentido, narrar a través del Magdalena solo es posible si hacemos un ejercicio de escucha detenida antes de volver a las imágenes que ya tenemos de este. Es un ejercicio que busca descentralizar el poder de las imágenes y que inicialmente plantea otra experiencia, intentar escuchar el río que a veces se torna inasible, inaudito e inaudible.[8]
El tiempo disponible para estas prácticas, empieza ahora. Ante esta invitación también podemos cruzar los dedos, observar con atención -a distancia en la mayoría de los casos-, a la espera del paisaje que del río, produzca esta curaduría, a través de sus afluentes, accidentes y destinos previstos. En el libro La Escuela de Humboldt en América: el barón Gros y los artistas viajeros del XIX, de Halim Badawi[9], se narra la historia del estudio preparatorio para Tropical Landscape de Frederic Edwin Church (1826-1900), quien, según el autor fue “uno de los paisajistas más influyentes de cuantos visitaron Colombia durante esa época. Ante la exigencia de nuevos temas por parte del mercado del arte estadounidense, entonces en crecimiento, e interesado en encontrar nuevos contenidos para sus obras, se convirtió en un viajero dispuesto a descubrir el mundo, lo que lo llevaría a visitar América del sur en dos oportunidades, en 1853 y 1857.[10]” En el título del pequeño cartón: Tropical Landscape[11]–acuñado posteriormente por historiadores de la obra de Church-, el cual no da mayores pistas o información sobre el lugar que utilizó como base o inspiración, se “concreta la intención el artista de alejarse de la representación verista de la realidad o de identificar sus obras con un lugar específico.” Razón por la cual “(…) la presencia de accidentes geográficos reales podría resultar demasiado literal, en contravía con los esfuerzos de un pintor que vindicaba la libertad creativa y la autonomía del lenguaje artístico frente a la realidad, la ciencia o la geografía, libertad que la crítica contemporánea esperaría de un pintor moderno.[12]” Frente a esto finalmente ¿Cuáles son las expectativas del Enfoque curatorial del 46 SNA? Algunas, al leerlas se parecen a la imagen producida por Church, en su paso por Honda.[13] Escapar de la lógica del paisaje, geográfico y cultural, parece imposible cuando se aborda un territorio cargado de tantas narraciones, e intereses míticos e históricos. Sin embargo, otras logran distanciarse, dice el Enfoque Curatorial:
También nos preguntamos sobre cómo hablar de la idea de lo nacional desde un territorio imaginado, no en el sentido de recién fundado, descubierto o indómito, sino más bien inaudito. Queremos entenderlo al mismo tiempo que lo proyectamos, lanzándolo hacía otro tiempo donde podamos desbordar esas realidades para hacer visibles distintas formas de vivir en el mundo.[14]
La historia visual y escrita que logre proponer el 46 SNA –durante y después- de su paso por el río Magdalena, probara, o no, porque además de la necesidad también gubernamental, el salón merece continuar con vida.
Notas
[1] Imagen tomada de https://artsandculture.google.com/asset/south-american-landscape/wwE_G4ElFyy6nA
[2] Adelante, por el mismo malecón, un grupo de gallinazos devora un cadáver flotante, al parecer son los restos de un caballo.
[3] Según el sitio web de RTVC: “El documental Las voces del río estuvo a cargo de un equipo de realizadores audiovisuales encabezados por los directores Wilson Giraldo y Vladimir Dacol. Su misión fue recoger el sentir de los pobladores de las riberas del principal afluente de Colombia y condensarlos en este documental de una hora de duración.” https://www.rtvc.gov.co/estreno-documental-ruta-del-magdalena
[4] https://www.rtvc.com.co/especiales/ruta-del-magdalena
[5] En: Calderón Shrader. Camilo (1990). 50 años, Salón Nacional de Artistas. Colcultura.
[6] Ejemplo de esto la discusión en torno al 45 SNA: “¿Se puede reflexionar del Salón Nacional a partir de sus obras?, ¿por qué despierta mayor interés la crítica institucional que la crítica de arte?, ¿es posible hablar de las obras sin recurrir a la reductiva lista de «obras destacadas»? A partir de estas preguntas se generó una discusión muy interesante sobre el 45 Salón Nacional de Artistas.”
https://esferapublica.org/nfblog/de-obras-y-curadurias-del-45-salon-nacional-de-artistas/
[7] Al tiempo que escribo este texto, María Camila Montalvo Senior, denuncia al Ministerio de Cultura y al equipo curatorial del 46 SNA https://www.instagram.com/p/CeRZJ__pYF7/
[8] Puede consultarse completo en: https://artesvisuales.mincultura.gov.co/sna46/enfoque-curatorial/
[9] La investigación del libro hace parte de la VII edición del Premio de Curaduría histórica de la Fundación Gilberto Álzate Avendaño, de 2014 https://bogota.gov.co/que-hacer/cultura/la-escuela-de-humboldt-en-america-presente-en-la-fuga
[10] Badawi, Halim (2017) La Escuela de Humboldt en América: el barón Gros y los artistas viajeros del siglo XIX. Bogotá, Fundación Gilberto Álzate Avendaño. Página 129-139.
[11] El autor narra el episodio que rodea la elaboración del estudio preparatorio del que luego saldría la pintura que acompaña este texto. El cartón Tropical Landscape o Vista del río Magdalena (ca. 1854-1873), propiedad del Proyecto Bachué en Bogotá, difiere en algunos aspectos visuales y técnicos a la imagen que aquí se presenta.
[12] Badawi, (2017), páginas 129-139.
[13] Según el sitio web del Museo Nacional de Colombia: “El municipio de Honda, a la orilla del Magdalena, fue el epicentro para el lanzamiento del 46 Salón Nacional de Artistas (SNA) que para esta versión lleva como título ‘Inaudito Magdalena’ y tendrá una inversión superior a los 9.000 millones de pesos, como resultado del aporte del Ministerio de Cultura, las autoridades locales y el sector privado. A lo largo de su desarrollo se espera recibir a 800.000 espectadores, y tener un importante impacto cultural en las regiones donde se desplegará el evento con la participación de 250 artistas, la generación de al menos 1.300 oportunidades de empleo sobre oficios asociados a las artes, la cultura y el patrimonio, además de 20 publicaciones en fanzines y catálogos de las obras entre otros resultados.” https://museonacional.gov.co/noticias/Paginas/46%20_Salon_Nacional_de_Artistas.aspx
[14] https://artesvisuales.mincultura.gov.co/sna46/enfoque-curatorial/