Terminé de leer el proyecto de fortalecimiento a la ley general de cultura radicado en el Congreso el 7 de mayo (lo pueden leer aquí)
En el texto se nota la apertura democrática y el ejercicio de escucha que realizó el Ministerio con agentes del sector, por ejemplo en la inclusión de sectores que antes no aparecían en el entramado institucional. Resalto también la preocupación por el mapeo estadístico del sector a partir de la actualización anual de la cuenta satélite del Ministerio que haría el DANE; la fijación de descuentos en la venta de libros y la no destinación de recursos públicos para agentes que sean meros operadores de la IA. Hay muchos más aspectos positivos. Su principal propuesta, como lo dice el título del proyecto, es el reequilibrio e inclusión en el sector cultura. Celebro eso.
Sin embargo, me preocupan los mecanismos de financiación. Noto una dependencia extrema de la caridad tributaria (exenciones a donantes y a privados que apoyen proyectos culturales, que de alguna manera ya se materializó con CoCrea). Ese mecanismo no es malo per se, pero debería haber mayor ambición por parte del Ministerio en cuanto a recaudo. Es decir que debería combinar todas las formas de lucha fiscal. El único mecanismo directo de recaudación aparece en el artículo 38 y es la estampilla Procultura, que los entes territoriales determinarán a quién exigirla y cúanto en un intervalo de entre 0,5% y 2,5%. Los otros mecanismos son indirectos y puede que ni los entes territoriales ni los privados tengan los incentivos para entregar los recursos. Por ejemplo, en el artículo 19 aparece la posibilidad de que las autoridades municipales o departamentales exijan a los hoteles una contribución de máximo el 2% sobre sus ingresos, que no supere los 30 días, durante ferias y festividades principales. Este mecanismo es optativo.
Para mí, el exceso de mecanismos indirectos de recaudo tiene dos causas: el discurso de la fragilidad (financiera) de la cultura y la vergonzante posibilidad de exigir recursos directamente para el sector. Hay que repensar el discurso de la fragilidad para darle la vuelta y generar condiciones que permitan que la cultura se reproduzca a sí misma desde lo público.
Antes y después de leer la ley me han surgido preguntas y comentarios sobre el fomento del ecosistema del libro. Las dejo aquí como apuntes para pensar el futuro o por si alguien ya tiene las respuestas:
1. Sostengo que quienes han alcanzado cierto grado de notoriedad y han construido una obra más o menos sólida entran en una burbuja que les impide ver las condiciones generales de producción en una literatura como la colombiana. Enfrentados a la precarización, los escritores deberíamos activar una zona de la imaginación política para mejorar nuestras condiciones.
2. La gente del cine señala a Claudia Triana como la gran impulsora y artífice de la ley del cine. ¿Qué escritorx o editorx con poder tomaría la vocería en la urgente reforma del sector del libro? Para que por una vez el poder en la literatura colombiana sea útil a una demanda colectiva.
3. ¿Qué retribución monetaria obtiene Colombia de editoriales extranjeras que participan en ferias y fiestas del libro?
4. ¿Cuántos de los ingresos generados en la FilBo van a un fondo que garantice que se sigan produciendo y promocionando libros en Colombia?
5. ¿Cuánto tributan gigantes editoriales como Planeta y Penguin Ranodm House?
6. El cine, industria más joven, cuenta con una política pública más estructurada y beneficiosa para su sector. ¿Por qué la industria del libro no? ¿No deberían los ingresos generados por la propia industria sustentar los procesos de creación y promoción? Si existe el FDC, debería existir el FDL.