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Con la participación de Mauricio Cruz, Natalia Gutiérrez, Lucas Ospina, Jorge Peñuela y Guillermo Vanegas.
El panel de crítica tuvo lugar el lunes 3 de marzo de 2008 en la Universidad de los Andes.
2 comentarios
Estimados amigos:
No creo que nadie tenga nada contra jose roca como pretende natalia gutiérrrez hacernos creer en su extensa intervención. el asunto no es contra nadie personalmente y mucho menos contra el señor roca -de los pocos buenos curadores que hay.
ldr
Natalia Gutiérrez realizó en la Universidad de Los Andes una apología de la curaduría Objetivo Subjetivo, de José Ignacio Roca. Así haga parte de otro problema, el argumento más socorrido es que el pensamiento de Roca está subordinado a una Junta, en mis palabras, que lo tiene enajenado, que le impide pensar en libertad: Roca no tiene libertad para realizar proyectos de arte contemporáneo. ¿Qué puede hacer alguien en una institución que impide pensar en libertad una actividad que tiene como condición indispensable el mismo estado de ánimo que estimula a las artes plásticas y visuales? Pareciera que la Junta considera que un Museo es un Mausoleo, –que repudia la vigorización que traen consigo las ideas que piensan los artistas. ¿Hace parte de otro problema, o es el mismo problema? Si lo primero, Roca debe responder por sus decisiones. Si lo segundo, Roca sólo sería el vocero de la Junta, lo cual sería poco digno para su cargo de cara a los pensadores de formas artísticas.
Heroicamente, Gutiérrez resistió las observaciones críticas de los panelistas, sin mucho éxito. Consideró que el nombre de la curaduría es por sí mismo bello, que este aspecto rescata el trabajo de Roca. Como respuesta a las críticas de Mauricio Cruz, Guillermo Vanegas y Lucas Ospina, les propuso aprovechar la coyuntura y reinventar la exposición. Por supuesto, sin los recursos del Museo del Banco de la República. En este contexto, «¿Por qué no lo hizo usted?», no es una pregunta legítima. Ahora, en mi opinión, las curadurías no pueden ser poéticas, esta es una prerrogativa restringida al artista y en menor grado a los críticos de arte; al contrario, deben ser esclarecedoras, iluminadoras. Las iluminaciones resultan vitales en esta noche contemporánea.
La elaboración de ideas estéticas marca la diferencia entre el arte moderno y el arte contemporáneo. Aunque muchas universidades ya forman con este propósito, el artista no tiene por qué realizarla, el pensamiento del artista gira fundamentalmente en torno a perceptos: el concepto en arte es a posteriori. Esta circunstancia legitima la actividad del curador. En mi opinión, en el catálogo de Objetivo Subjetivo, Roca muestra la dificultad que tiene para presentar y elaborar ideas iluminadoras. Todos le reconocen su experiencia, no se pone en duda; no obstante, considero que hace falta más: un complemento: pensar ideas estéticas y sus conceptos.
Lucas Ospina quiere rescatar la actividad del curador que ha sido reducida a la gestión cultural. Pienso que la diferencia entre una y otra actividades es que la primera piensa los caminos conceptuales que rescatan el pensamiento del artista, no sólo del pensamiento sedimentado. Además, estos caminos también lo salvarían de sí mismo. El artista piensa mucho y puede terminar en un abismo. El curador que cura es crítico, el curador que gesta, organiza espectáculos, entretiene y, en el mejor de los casos, divulga una manera de pensar artísticamente, lo que llamamos la actividad pedagógica. Ésta es deseable; no obstante, sólo se pueden realizar pedagogías de pensamientos sedimentados; el vigor del pensamiento en acción es inasible en pedagogías; no obstante, es perentorio estimulárselo para que mantenga esa condición, así ocasione perturbaciones al pensamiento sedimentado.
Dada las pocas instituciones con recursos económicos en Colombia que pueden estimular el arte colombiano, Ospina considera que una manera de rescatar, dicho en mis palabras, a Roca de sí mismo y de la maladada Junta, es buscar que el Museo invierta más en el talento artístico colombiano y cree un equipo de curadores, que complementen experiencias y puntos de vista, que enriquezcan la experiencia del arte en Colombia: el malestar surge cuando las instituciones de valen de los curadores para organizar los eventos de su predilección, tal y como divulgan la información los medios masivos de comunicación: considerando que la totalidad de la población padece de limitaciones neuronales.
Gutiérrez recuerda a Richard Rorty: una actividad creativa e iluminadora es aquella que es capaz de reinventarse a sí misma permanentemente, a partir de las descripciones del mundo ya sedimentadas. Creo que todos concordamos en esta idea de Rorty. Por mi parte, considero que Roca desaprovechó la oportunidad de rescatar a Rojas de sí mismo, –de reinventarlo. Después de todo las curadurías también pueden ser poéticas, –suscitar emociones libertarias. Ante el fracaso de la tesis del artista-bisagra, Vanegas propone considerar a Miguel Ángel Rojas como el último moderno, yo agregaría que el último moderno vigente en Colombia. Si Rojas es capaz de reinventarse, tiene todo a su favor, puede afianzarse en una contemporaneidad que lo ve con buenos ojos, pese a Objetivo Subjetivo.
A manera de hipótesis una última conclusión. El giro logocrático y curatorial del arte occidental centra su interés en las instituciones de las cuales parece depender, principalmente las instituciones museísticas; fastidiar a la burguesía, epater le bourgeois, es asunto de los modernos. Ésta circunstancia ha fortalecido la función de las curadurías, las instituciones se habrían blindado con esta figura de gestión cultural disfrazada de curaduría, en apariencia independiente e ilustrada. La discusión pública, entonces, se centra en las actividades del curador o de la curadora. El arrojo del pensamiento del artista, domesticado por el curador, pasa a un segundo plano.
En este nuevo orden, la crítica de arte cobra relevancia artística y social; –seguirá desempeñando sus funciones no coyunturales; principalmente centradas en las construcciones de los artistas y en menor grado en las curadurías. La siguiente pregunta nos ha salido al encuentro: ¿podemos seguir llamando crítica de arte a la discusión sobre las curadurías? Si no, ¿cómo llamarla? La crítica institucional es demasiado genérica. Ahora, ¿no sería oportuno volver a las cosas mismas, como decían los fenomenólogos, es decir, a las construcciones que piensan los artistas? Si se justifica volver a las cosas mismas y traer al artista a un primer plano, la crítica de arte tiene relevancia para el arte contemporáneo; si no, debemos cambiar la denominación, y comenzar a hablar de crítica curatorial; por lo dicho, considero que son dos cosas distintas. Si consolidamos el giro logocrático en el arte, habremos propiciado una modificación del tejido humano.
Las inquietudes planteadas en el foro no se limitan a la crítica de la curaduría de Roca: expresan un temor: que el interés por la pedagogía cultural desplace el deber que tiene el estado de estimular el pensamiento artístico. Tememos que la reconfiguración reciente de otras instituciones públicas propicie seguir el ejemplo del Museo de Arte del Banco de la República. Los bogotanos y las bogotanas aún no tenemos claro cuáles serán los criterios que regirán a partir de este año los estímulos artísticos. No sería extraño que se optara por la gestión y la pedagogía culturales para pensamientos sedimentados; –que estímulos tan importantes como el premio Luis Caballero no se refuercen en la próxima versión, mantenerse en lo mismo es retroceder, perder.
Jorge Peñuela