Iniciamos una serie de entrevistas sobre la crítica en torno a prácticas artísticas e institucionales. Nuestro primer invitado es Fernando Escobar, curador y artista bogotano radicado en Medellín, donde ha trabajado una serie de proyectos como es el caso de Moravia, prácticas artísiticas en comunidad, e hizo parte del equipo curatorial del último Encuentro Internacional de Arte de Medellín (MDE15)
En esta época donde los grandes medios y la crítica son descalificados por parte de políticos populistas y el conservadurismo de algunas instituciones ¿qué aspectos o prácticas críticas cree que se deben fortalecer y cuales replantear?
Antes de responder, quiero replicar el supuesto de la pregunta según el cual “los grandes medios y la crítica son descalificados por parte de políticos populistas y el conservadurismo de algunas instituciones”. Si fueran sólo esos los agentes e instituciones refractarias a las prácticas críticas o a las columnas de opinión de los grandes medios impresos, diría que es lógico que sea así, por eso son populistas y/o de talante conservador.
Lo que me inquieta es que esa ecuación deja por fuera algo que puede ser más delicado y definitivo en el avance de ideas repletas de prejuicios y valores homogenizantes sobre distintos aspectos sensibles en la actualidad: los derechos culturales, los derechos de las minorías sociales, el derecho de lo vivo, el papel y alcance de lo artístico en medio del avance del mercado y diseño globales, la dimensión política de las prácticas artísticas, el recurso de la crítica en la formación de artistas profesionales, entre otras.
Lo que la ecuación deja por fuera, es que la descalificación de la crítica muchas veces ha ocurrido por acciones veladas, – y también directas -, de las instituciones que forman artistas y profesionales en la producción de discursos e investigación sobre el arte, las que gestionan la circulación de obras de arte, e incluso las que promueven la apropiación social de las prácticas artísticas. Algo similar se puede decir de algunos de los agentes de tales instituciones. Esto, creo y ya respondiendo la pregunta, es importante de entender y discutir pues lograría redimensionar el problema para animar otras formulaciones. Esta simple inflexión, creo que puede sugerir aspectos urgentes para abordar en el ejercicio actual de las prácticas críticas.
¿En su opinión, qué debates en torno al campo del arte le parecieron relevantes en los últimos años y porqué?, ¿Dónde cree que deberían concentrarse las discusiones y los debates sobre arte hoy en día?
Considero que la perspectivas críticas y las ideas centrales de los debates sugeridos en torno a los últimos Salones Nacionales; a la Guía de Impuestos para Artistas del Ministerio de Cultura; a la iniciativa de diplomacia cultural ARCO Colombia (incluido el eco innecesario a la participación de último minuto de Oscar Murillo); a la intervención Sumando Ausencias en la Plaza de Bolívar; a los eventos ubicados en lugares regionales alrededor del Programa Salón Nacional previos a Aún; y los cambios que se anuncian en el MAMBo, tuvieron alguna pertinencia pero no fueron realmente debates con una amplia participación. Quizá el asunto que suscitó mayor movilización crítica fue la figura de Avelina Lesper. Nombrar sólo estos temas de debate también deja la sensación de que quedan por fuera de esta lista varios eventos y hechos relevantes para el campo del arte del país, que tampoco fueron registrados por los debates en esferapública.
Reiterando lo anterior, creo que todos los debates mencionados tocaron aspectos sensibles hoy en las prácticas del arte contemporáneo en Colombia, pero no podría decir que alguno haya mantenido una participación crítica por parte del público/usuarios de esferapública. Tampoco que hayan tenido una especial recordación. Imposible afirmar que nos atraviesa un aburrimiento generalizado, o que la apatía sigue avanzando en todas las generaciones de artistas e investigadores, o que el nuevo país que anuncia el post-acuerdo ha capturado de tal forma la atención de la mayoría de los agentes del campo, que ha detenido la crítica sobre lo que se hace, se exhibe, se escribe, se cura o se gestiona en nombre del arte contemporáneo.
Dicho esto, imagino algo simple a cambio: los ejercicios críticos pueden centrarse en esos lugares que insistentemente quedan fuera del registro de los debates por cuenta del uso de categorías genéricas y planas, tales como “el establecimiento cultural”, “el mercado”, “los curadores y artistas del sistema”, “la corrupción del campo del arte”, “el facilísimo de los espacios independientes”, para mejor, conducir la energía y los ánimos a los numerosos lugares concretos en donde ocurre lo artístico. Insistir.
Con el impacto de las redes sociales ¿en qué medida se fortalece la práctica crítica y la producción de lo público?
Es una pregunta compleja y que no creo poder responder a cabalidad.
Para quienes, como yo, participamos de algunas redes sociales como Instagram o Twitter, la inmediatez de la información, la diversidad y la ligereza de buena parte de la misma que compartimos por esos canales, son, si no su atractivo tal vez sí, su condición y su encanto.
Creo que el impacto de las intervenciones está limitado por el tamaño de la red del que tuitea o instagramea y por la efectividad en el uso de estrategias como los hashtags para atraer la atención o ganar likes, por ejemplo. Y en este punto, no sé si esos sean los objetivos propios de la práctica crítica o una característica de la reflexividad necesaria para la construcción colectiva de lo público.
Aunque nada de esto disminuya la potencia de su funcionamiento como herramientas para la construcción de redes ciudadanas y para el tramite de acciones directas, los códigos que exigen las redes sociales no son los más adecuados para un ejercicio crítico como se ha entendido convencionalmente. También, priman las más de las veces las afectividades y el valor agregado de la empatía en las posibles interacciones, que el rigor supuesto en el ejercicio de la crítica.
Así que el lado flaco de la crítica no radica en la existencia de las redes sociales, y tampoco estas redes pueden sostener críticamente el ejercicio de ciudadanía necesario para construir y defender lo público, no es su función.
Como curador del pasado MDE y por el hecho de residir desde hace un tiempo en Medellín ¿qué percepción tiene de su escena artística y los espacios de crítica?
Distintos agentes del campo del arte de la ciudad han (hemos) identificado el vacío de una práctica crítica, expresando en distintos foros, la necesidad de implementar acciones en esa dirección, teniendo presente que Medellín cuenta con varias escuelas que forma artistas profesionales, y con posgrados tanto en creación artística, como en investigación y producción de discursos sobre las prácticas del arte.
Al igual que en otros contextos del país, la crítica entendida y situada en sus términos y circuitos más convencionales, pero también involucrada en la apertura de nuevos circuitos y producción de artefactos editoriales y otras estrategias de circulación y publicación, se echa de menos. Si bien aparecen con cierta regularidad columnas de opinión sobre algunos eventos artísticos en la ciudad, esto no logra llenar el vacío de una masa crítica involucrada en distintos escalas de lo artístico, que intenten quebrar cierto consenso formal y temático que se percibe en buena parte de la producción de los artistas locales, que haga preguntas pertinentes a las iniciativas un sistema de mercado de arte en emergencia, a la renovación y surgimiento de nuevos proyectos autosugestionados en cabeza de colectivos de artistas, y que mantenga en alerta a los dos museos vinculados con la modernidad y contemporaneidad del arte en Medellín.
Aunque esta condición se entendió y asumió en términos lógicos y de experiencia por parte del equipo de curadores del Encuentro Internacional de Arte de Medellín. MDE 15 Historias Locales / Prácticas globales, no me deja de sorprender hasta hoy el silencio de la crítica antes, durante y después de esta exposición de escala metropolitana y resonancia internacional, única en el país. No me refiero a menciones en la prensa, su difusión en distintos medios de comunicación, la aparición en la agenda artística del país, o su recepción en circuitos internacionales, sino el silencio público de artistas, curadores, investigadores y académicos de la ciudad y del país, sobre vacíos, dificultades, omisiones, contenidos, estrategias, entre otros, tanto del componente artístico como del educativo y del académico (MDE Expandido), incluida esferapública: En estos términos, la retroalimentación posible en manos de la crítica fue inversamente proporcional al tamaño de la exposición y de los recursos humanos, institucionales y financieros invertidos en ella.
Por lo general se piensa que el arte tendrá un papel importante en el postconflicto. En Medellín se han dado experiencias con comunas y sectores en conflicto. ¿Cree que es viable un trabajo para propiciar practicas críticas con comunidades a partir de experiencias como la de Moravia?
Líneas atrás mencioné el nuevo país que comienza a emerger por cuenta del post-acuerdo. También lo hice con innumerables hechos relevantes para el campo del arte y la cultura del país, que no son adecuadamente registrados ni seguidos por los expertos del campo del arte nacional y local. En este orden de ideas, no se puede perder de vista que Antioquia es uno de los departamentos con mayor índice de expulsión de población, y a la vez el departamento con mayores indices de recepción/adopción de población desplazada en el país. Medellín es la capital de este departamento y arroja una serie de indicadores poblacionales que merecen ser revisados en detalle, para entender la escala y los términos en los que está involucrada y afectada por este fenómeno político, económico, social y cultural.
En esta situación, en el marco de un proceso de organización social diverso y disperso, el discurso artístico-cultural ha resultado estratégico para la consolidación de distintas organizaciones, para el empoderamiento de sujetos individuales y colectivos, para el reconocimiento de franjas de la población urbana como actores del conflicto y del proceso de paz, y a la vez para la marca ciudad de Medellín y los intereses del establecimiento político. Con esto quiero decir que en la apropiación social de lo artístico, de sus imaginarios, prácticas, espacios y discursos, participan no sólo “comunidades”, sino el gobierno de la ciudad, el empresariado, y claro, los artistas. Al mismo tiempo, esta apropiación social ha sucedido, sucede y sucederá con o sin la participación activa y directa de artistas e instituciones de formación superior en artes, por ejemplo. El caso de Moravia es un buen ejemplo de lo que acabo de mencionar, pero esto hay que abordarlo considerando las estrategias institucionales de control territorial, la jerarquía administrativa de un municipio que como Medellín, es el centro de un área metropolitana conformada por 9 municipios más y capital de departamento, lo que hace que no se asemeje a Bogotá Distrito Capital, ni a Leticia o a Tunja.
Así que el campo de trabajo está abierto, y depende de la voluntad y claridad política de la institucionalidad artística y cultural (nacional, regional y municipal), que el grueso de los agentes expertos y profesionales del campo cultural propicien prácticas pertinentes y responsables en territorios concretos del post-acuerdo colombiano.
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1 comentario
Primero una pregunta categórica ¿Qué es la crítica? Es decir, qué necesita un texto para asumirse como «crítico» y mejor aún, quienes necesitaba que lo escribieran. Porque desde nuestra plataforma por ejemplo se realizó un seguimiento al evento y no fueron justamente notas de prensa. Creo que se generaliza en demasía. Dejen de estar diciendo que «no hay crítica’ porque ni la aguantan, ni la asumen, ni la desean leer.