El texto “Vacío” de Guillermo Vanegas parece decir lo suficiente sobre la obra «Art IN theory» de Santiago Reyes. Tal vez escribir más sobre ésta obra es caer en una trampa: es una obra que satiriza la teoría pero a la vez tiene un potencial inmenso para generar más teoría (al parecer el impulso de destruir el arte sólo genera más arte). Ante esa artimaña todo escribidor debería guardar un silencio semejante al que se hace al entrar en una sala oscura —como lo era la sala de ésta exposición. Pero siempre un silencio cargado de palabras: la obra iba más allá de generar un silencio lelo, pasmado de asombro, como el que genera un espectáculo o una agrupación consistente de obras hechas con sombra, vapor o humo, que parecen más cercanas al truco que produce un mago de Disney que al desencanto veraz del Mago de Oz (al final de esa película se ve como el Mago de Oz sólo hace trucos, pero al mostrar como hacerlos contamina a todos de una magia que carece de ilusión). El fantasma de la teoría es una idea condenada a vagar eternamente por el aire; los artistas, curadores, críticos, profesores y estudiantes han sido incapaces de darle una forma física (pero no mediante la ilustración sino a través de la poesía). La fantasmagoría es el uso religioso —como credo— de la teoría para justificar la presencia y actividad de los programas de arte en la universidades y en otras instituciones. Por fortuna “Art IN theory” muestra que el contenido del libro, a pesar de estar vacío, no se ha desvanecido entre las retóricas de la diletancia —tan propias de muchos de los mercaderes que nos ganamos la vida hablando de arte. “Art IN Theory” mata el tigre pero no se asusta con la piel o con los espectros de la teoría.
—Lucas Ospina
“Lo misterioso de la forma mercantil consiste sencillamente, pues, en que la misma refleja ante los hombres el carácter social de su propio trabajo como caracteres objetivos inherentes a los productos del trabajo, como propiedades sociales naturales de dichas cosas, y, por ende, en que también refleja la relación social que media entre los productores y el trabajo global, como una relación social entre los objetos, existente al margen de los productores. Es por medio de este quid pro quo [tomar una cosa por otra] como los productos del trabajo se convierten en mercancías, en cosas sensorialmente suprasensibles o sociales. De modo análogo, la impresión luminosa de una cosa sobre el nervio óptico no se presenta como excitación subjetiva de ese nervio, sino como forma objetiva de una cosa situada fuera del ojo. Pero en el acto de ver se proyecta efectivamente luz desde una cosa, el objeto exterior, en otra, el ojo. Es una relación física entre cosas físicas. Por el contrario, la forma de mercancía y la relación de valor entre los productos del trabajo en que dicha forma se representa, no tienen absolutamente nada que ver con la naturaleza física de los mismos ni con las relaciones, propias de cosas, que se derivan de tal naturaleza. Lo que aquí adopta, para los hombres, la forma fantasmagórica de una relación entre cosas, es sólo la relación social determinada existente entre aquéllos. De ahí que para hallar una analogía pertinente debamos buscar amparo en las neblinosas comarcas del mundo religioso. En éste los productos de la mente humana parecen figuras autónomas, dotadas de vida propia, en relación unas con otras y con los hombres. Otro tanto ocurre en el mundo de las mercancías con los productos de la mano humana. A esto llamo el fetichismo que se adhiere a los productos del trabajo no bien se los produce como mercancías, y que es inseparable de la producción mercantil.”
El Capital / Tomo I: “El Proceso de Producción del Capital”
—Karl Marx