Familia

Hola hija. Mira, dos de las categorías que se destacan en lo que va del Salón Regional de Artistas llamado Las Edades son: 1.- Gran parte de los artistas se ubican en un estrato social semejante, y 2.- Hay muchos vínculos familiares…

Wilhelm Wagner, carboncillo sobre papel sin fecha. Mayores informes: aquí.

Hola hija. Mira, dos de las categorías que se destacan en lo que va del Salón Regional de Artistas llamado Las Edades son:

1.- Gran parte de los artistas se ubican en un estrato social semejante, y

2.- Hay muchos vínculos familiares.

Ante lo primero, te cuento que a ese proyecto le habría hecho un cambio. Es decir, más que seleccionar productores entre grupos etarios, habría incluido algo más de variedad recurriendo a la olvidada lucha de clases. Me explico, si en vez de haber reunido trabajos de:

artista joven/ artista adulto joven/ artista adulto mayor/madre + hijo/artista muerto recuperado;

se hubieran mostrado piezas de:

artista indigente/artista pasivo-agresivo/artista trepador (sabes que si fuera artista éste sería mi segmento)/artista consolidado/artista remolón,

… el éxito estaría garantizado. Pero no sucedió así y en arte, desde Greenberg, sabemos que la literatura no debe existir. Bien.

Lo otro tiene que ver con un fenómeno que afecta a la historiografía del arte, en Colombia por lo menos. Mira, hay países donde artistas, críticos y curadores en algún momento deciden -ellos o por interpuesta persona, cuando fallecen-, legar, donar, regalar a alguna institución sus archivos. Esta actitud ha generado un saludable fenómeno de apertura hacia la investigación. Y de provecho económico para la industria cultural. ¿Te has fijado en la amplísima cantidad de biografías resultantes de revisiones de archivos desclasificados pertenecientes a X persona, que antes habían permanecido ocultos en las bibliotecas de X? ¿Sabes el volumen de dinero que mueve este tipo de producción? Inclusive, pregúntate quién habría realizado dicha revisión si los archivos hubieran permanecido ocultos bajo la égida de algún familiar celoso con el semblante público del intelectual de la familia.

Es decir, imagina que el indicador de “funcionarios chinos que leen biografías”, por decir algo, se extendiera a toda la población de tan impresionante país ¿Cuánto dinero no podrías hacer si escribieras en Chino la biografía de un artista colombiano de quien hable todo el mundo, sobre el que se sepan innumerables chismes, anécdotas y chascarrillos y, por supuesto, que hubiera resultado significativo en la producción artística de vanguardia de nuestra adorada república? (Lo sé, con esto que te acabo de decir me acabo de poner la soga al cuello de inscribirte en clases de ese idoma). Ahí habría una mina de oro. Y también lo sé, acabo de ponerme la soga al cuello al decir “producción artística de vanguardia”, ya te diré por qué.

Y, bueno, podrían crearse otras categorías, menos mundanas, más proclives al esteticismo que tanto queremos. Me explico de nuevo: En la exposición dedicada a Wilhem Wagner, fue posible ver series de pinturas realizadas por un autor que siguió una formación visual en un campo artístico marcado por la canonización del impresionismo. Así, en la sala predominaban los paisajes (pinturas donde la lucha de clases tampoco existe, pues la gente -cuando la hay- es manchitas) y los retratos (cuidadosas descripciones de sujetos que posan ante un artista interesado en plasmar el espíritu de sus modelos, apegadas a una regla formal establecida).

Entonces, cabría preguntarse por las condiciones de producción de esas piezas para comprender su reiteración dentro del conjunto de la obra del artista. Es decir, ese tipo de revisiones abren lugar a la pregunta sobre si Wagner era un autor de qué nivel de recursos, que vivió en una zona donde llegaban cierto tipo de materiales para la producción artística, y que terminó apegándose a una serie de sesgos que evitaron que experimentase con formatos, recursos, herramientas o temas. Es decir, ese inventario permitiría llevarnos a entender por qué su obra coincide casi exactamente con la de otros artistas que produjeron durante ese mismo período, con soportes de casi las mismas medidas y materiales iguales.

Y en el montaje hay otras vías de interpretación. Recuerdas que te conté que faltaban las fichas técnicas y a cambio se pusieron extractos del plegable que se repartía al ingresar a la muestra. En uno de ellos, a la derecha del carboncillo que ilustra este post, podía leerse:

“En un día caluroso principios (SIC) del verano, volvió mi papá de la guerra. Muy flaco, pálido, sucio y barbudo. El uniforme le colgaba como un trapo alrededor del cuerpo. Sus botas eran un desastre, casi sin suela y llenas de hoyos.” Y en el soporte del carboncillo había una notoria perforación, en la punta del bastón. Y el anciano miraba fijamente al artista cuyo autorretrato de 1948 pareciera querer eludir su auscultación. ¿Ves que cómo esta clase muestras dan para el psicoanálisis silvestre enrevesado?

Es decir, el desarrollo de la exposición plantea que más que encontrarnos ante un autor imprescindible de la Rigurosa Enciclopedia del Arte de los Artistas Migrantes en Colombia (que no se ha hecho), la cuestión es ese diálogo entre obras que, como la pieza del soporte roto, permitan divagar. Es decir, esta exposición nos acerca a ese sillón de orejas de Matisse; donde nosotros somos el burgués cansado -o el contratista que vive a destajo, cansado-; y las obras, el motivo de deleite. El asunto entonces tiene que ver con otra pregunta: ¿Qué deleitan? ¿Van más allá de una buena decisión museográfica?

Es decir, al relato emocionado de Baerbel Wagner, a la decisión curatorial de Carolina Pizano y al contexto planteado por Natalia Mahecha, le faltó fundamentar la razón de ese rescate. Hace algún tiempo, alguien decía que en las tesis de pregrado en artes de la Universidad de Los Andes predominaban tres temas: el Yo, el Género y los abuelos. Desatendiendo la extremada generalización, este trabajo podría ubicarse en el último renglón. Y eso está muy bien. Todos los abuelos merecen nuestro recuerdo agradecido. Sin embargo, de qué manera se podría cumplir con ese mandato de cordialidad filial en la esfera pública de una exposición, sin notar una imposición caprichosa.

En otras palabras, ¿qué diferencia introdujo la recuperación de Wagner? ¿Cómo estaba el campo artístico colombiano antes de que se enunciara su obra? ¿Cómo quedará después? Además de haber tenido una vida interesantísima, como todas ¿Cuál fue el aporte que hizo este artista y que valía la pena presentar?

¿Ves hija? De eso se trata. Adiós.

 

–Guillermo Vanegas