sobre el festival malpensante

foto Ruven Afanador

 

F11: invitaciones con rumbo fijo 

Dando por descontado que muchos de quienes lean esto sientan que sería “divertido”, “útil” o “banal” inscribirse al Festival F11, no deja de resultar igualmente ameno, productivo e insignificante perder el tiempo revisando la oferta de panelistas que asistirán a algunos de sus foros de discusión y cruzarla con las pretensiones que abriga la revista El Malpensante al proponer ese encuentro, en virtud de la juiciosa aplicación del refrán apropiado por ese medio editorial como leit motiv: “piensa mal y acertarás”.

Como es costumbre en la tradición intelectual colombiana, la atención del evento se la llevan los literatos, los periodistas y los científicos sociales, cuestión que no deja de recordarnos que El Malpensante es una revista que se ha distinguido por tratar de difundir algunas de las más importantes transformaciones de la práctica del periodismo, la literatura, la economía y la política en la sociedad contemporánea. La lista de invitados que cumplen con estas expectativas es atractiva y lujosa (Alberto Anaut, Philipp Blom, Daniel Coronell, Aída Martínez Carreño, Luis Ospina(1), Gay Talese o Renán Silva.

De otra parte, la nómina de invitados que trabajan en las artes visuales se destaca por un evidente conservadurismo, falta de atrevimiento o ignorancia respecto a la evolución de la producción visual reciente en el universo intelectual de Occidente. De ahí que se apueste por presentar fotógrafos como Ruven Afanador, dibujantes como Jim Amaral, reseñistas y biografistas impenitentes como Juan Gustavo Cobo Borda o Mario Jursich, artistas y cheffs exitosísimas como Leonor Espinosa, humoristas como Rudolf Hommes o el conjugador de “elementos pictóricos”, esculturas y sonidos Brian Nissen. Dado el carácter de esta selección, se extrañan artistas como Giangrandi o Alcántara, acompañados por críticos como William Ospina (que de hecho hace parte de la competencia), Santiago Mutis, Fernando Toledo o Juan Manuel Roca.

Esta notable falta de nivel, o mejor, el paradójico desbalance entre una brillante nómina de pensadores y una languidecente representación de artistas o críticos de arte demuestra que el compromiso de la organización del F11 está con una clase de cultura contemporánea que atiende el problema de incrementar una población dispuesta para el consumo de literatura, pero que contempla a las artes visuales con cierta displicencia, al tomarlas como una actividad menor, cuyos representantes sólo pueden localizarse entre una población de artistas con carreras fuertemente afianzadas en la tradición del modernismo colombiano tardío, escritores que observan la producción artística como resultado de un hobby bien dirigido o críticos que no suelen criticar casi nada.

No obstante, queda la duda de si éste asunto hace parte de una dirección planificada o si simplemente obedece a una distracción. De hecho, no debe descuidarse que la ambivalencia y la veleidad son también un rasgo distintivo de ésta revista, cual puede apreciarse al leer reseñas como la dedicada a la exhibición de réplicas de bestias de paso en las calles de Bogotá. Diatribas como esa llevan a pensar que en sus salas de redacción no sólo se cuecen habas en torno a la adoración de obras de arte que se ajusten al canon, sino que también existe una preocupación por la política cultural de la ciudad y sus intermitentes descalabros.

Guillermo Vanegas

Notas

1.- Respecto a este autor se indica en el comunicado de prensa del evento que “su último documental, Un tigre de papel, se estrenará oficialmente en Colombia en el F11, después de su exitoso paso por la Documenta Kassel 2007.” En este sentido, hay que indicar, en un registro menos pretensioso, que existe la versión de que dicha película tuvo un estreno poco menos que humilde en el lugar sede del denominado “síndrome de Kassel” y que la circunstancia de que fuera en la sede de la XII Documenta no le agrega ni le quita en nada. Ya antes se había presentado en la Universidad de Los Andes.

 

Respuesta a Guillermo Vanegas

Agradezco a Guillermo Vanegas, a quien no tengo el gusto de conocer en persona, la atención prestada a aviones intrusos como el F-11 (el festival anual de El Malpensante ) y paso a comentar algunas de sus mezcolanzas, llenas de esas comillas incomprensibles que se usan en el ambiente posmoderno.

Dice nuestro crítico que los invitados al F-11 se destacan en materia de artes visuales por su “evidente conservadurismo, falta de atrevimiento o ignorancia.. .”, y luego pasa a embadurnar a Ruven Afanador, a Jim Amaral y a Brian Nissen, tres artistas que no le llegan al tobillo del alma. Pues bien, ante almas inaccesibles como las de don Guillermo no hay de otra que pasar de lado, aunque tal vez sí convenga comentar los sustantivos que utiliza. Para Vanegas, a quien debo presumir un participante privilegiado en el mundo de la plástica debido al inconfundible discurso encomillado, el burócrata que asigna presupuestos y que “cura” fenómenos que no solían estar enfermos es de avanzada y liberal y revolucionario, mientras que quien mira las cosas desde fuera de la burocracia, como quien dice desde la intemperie asfáltica, es un conservador. Ya decía yo una vez que estos revolucionarios institucionales me recordaban al PRI, porque al igual que los dinosaurios mexicanos, nuestros burócratas son de avanzada en la palabra, pero conservadores a ultranza en los hechos, con
servadores de privilegios, conservadores de puestos, conservadores de canonjías. Y es que no hay nada más atrevido que firmar cheques y orientar carreras desde una poltrona, al abrigo del mundo real. Las palabras, por lo demás, se han devaluado hasta perder todo sentido: así, quien no está de acuerdo conmigo es un ignorante. ¿Por qué? Porque sí. Todo, en fin, muy orwelliano en la inversión de los valores, aparte de inofensivo, porque debe saber don Guillermo que ciertos epítetos, lanzados desde los falansterios del poder plástico, a estas alturas no hieren a nadie. La pólvora en ellos está mojada por la retórica y por las contradicciones copiosas de quien los lanza.

Conclusión: el abominable síndrome de Kassel sigue vivito y coleando.

Andrés Hoyos

para leer resumen del debate, pulse aquí

7 comentarios

Las comillas ya no asustan

Agradezco a Guillermo Vanegas, a quien no tengo el gusto de conocer en persona, la atención prestada a aviones intrusos como el F-11 (el festival anual de El Malpensante ) y paso a comentar algunas de sus mezcolanzas, llenas de esas comillas incomprensibles que se usan en el ambiente posmoderno.

Dice nuestro crítico que los invitados al F-11 se destacan en materia de artes visuales por su “evidente conservadurismo, falta de atrevimiento o ignorancia.. .”, y luego pasa a embadurnar a Ruven Afanador, a Jim Amaral y a Brian Nissen, tres artistas que no le llegan al tobillo del alma. Pues bien, ante almas inaccesibles como las de don Guillermo no hay de otra que pasar de lado, aunque tal vez sí convenga comentar los sustantivos que utiliza. Para Vanegas, a quien debo presumir un participante privilegiado en el mundo de la plástica debido al inconfundible discurso encomillado, el burócrata que asigna presupuestos y que “cura” fenómenos que no solían estar enfermos es de avanzada y liberal y revolucionario, mientras que quien mira las cosas desde fuera de la burocracia, como quien dice desde la intemperie asfáltica, es un conservador. Ya decía yo una vez que estos revolucionarios institucionales me recordaban al PRI, porque al igual que los dinosaurios mexicanos, nuestros burócratas son de avanzada en la palabra, pero conservadores a ultranza en los hechos, conservadores de privilegios, conservadores de puestos, conservadores de canonjías. Y es que no hay nada más atrevido que firmar cheques y orientar carreras desde una poltrona, al abrigo del mundo real. Las palabras, por lo demás, se han devaluado hasta perder todo sentido: así, quien no está de acuerdo conmigo es un ignorante. ¿Por qué? Porque sí. Todo, en fin, muy orwelliano en la inversión de los valores, aparte de inofensivo, porque debe saber don Guillermo que ciertos epítetos, lanzados desde los falansterios del poder plástico, a estas alturas no hieren a nadie. La pólvora en ellos está mojada por la retórica y por las contradicciones copiosas de quien los lanza.

Conclusión: el abominable síndrome de Kassel sigue vivito y coleando.

Andrés Hoyos

bueno, no veo sentido en el toma y dame de critica con comillas (o
sin comillas)

de este tipo de argumentacion solo me deja un comentario…

On Sep 13, 2007, at 11:13 PM, andrés hoyos wrote:

> Conclusión: el abominable síndrome de Kassel sigue vivito y coleando.

«un burro hablando de orejas?»

unas de mayor y otras de menor escala (kassel o la 93?)…el mismo
rabo de paja…

se que esto no es un buen comentario, pero en terminos del chat en
internet dicho tipo de argumentancion se considera como flames y lo
hacen normalmente trolls (vease: troll en wikipedia). Molesta este
tipo de discusion aburrida en juegos de poder retorico….

/nmp

No entiendo porque tanta alharaca por parte del Señor Malpensante si lo que dice Guillermo es completamente válido. Ya es bien conocida por todo el mundo la miopía progresiva que sufre Hoyos cuando de mirar el arte contemporáneo se trata. Aún así, y si Guillermo estuviera equivocado, por qué tanta roncha en la epidermis de Hoyos? Será que el comentario da en el objetivo? … de pronto… no?

Gina Panzarowsky

El problema en la respuesta de Andrés Hoyos consiste en desviar la atención de mi mensaje hacia el semblante de los artistas involucrados en el Festival F11 (por los cuales, es cierto, no hago mayores genuflexiones) y no hacia el asunto de fondo: el hecho de que un festival, una bienal, una documenta, un encuentro de intelectuales o un salón de arte, son mecanismos de orientación del pensamiento que se produce en un contexto determinado. Reducir la cuestión a ilustrar una expresión de prejuicios estéticos es lo mismo que considerar que las políticas administrativas que apadrinan, estimulan o impulsan dichos eventos y sus promotores, no son cuestiones susceptibles de ponerse bajo análisis. De igual manera, el mensaje de Hoyos destila la venenosa idea que una discusión sobre un evento cultural debe hacerse más en términos de caricaturizar a los ponentes que en evaluar los presupuestos que alientan el marco donde se presentan. Por esta razón, resulta interesante notar que en su retórica habitual (es decir, en comunicados de prensa y editoriales de su revista) Hoyos persista en defender una localización dentro del campo artístico local como actor marginal, cuando con eventos como el F11 lo único que hace es demostrar su interés por instalarse en el centro de la administración cultural, para entrar a decidir (en igualdad de condiciones con esos burócratas que tan bien le vienen como sinónimo visual), qué tipo de discursos y actitudes deben valorarse como prevalecientes en la cultura y en el arte visual.

Del mismo modo, me interesa hacerle saber a Andrés Hoyos que su festival replica un mecanismo tradicional de introducción de algunas distinciones disciplinares en la actividad artística, privilegiando unas (la literatura, por ejemplo) y desatendiendo otras (las artes visuales, por ejemplo). En su caso particular, Hoyos presta mayor importancia a la presentación ante el público de valores literarios reconocidos en la sociedad contemporánea y de artistas que no lo son tanto. Los primeros, por su evidente actitud de renovación del campo donde se desempeñan; los segundos por su anquilosamiento y falta de propuestas capaces de revitalizar un campo de producción que, para el caso colombiano, muy pocas veces puede ponerse en discusión más allá de valores afianzados y apuestas seguras.

Ahora bien, luego de ver la forma en que Hoyos destaca su prevención hacia la apropiación y la reinterpretación como actividades poco valederas para construir un relato crítico (y que no se sabe a ciencia cierta dentro de su misiva por qué ubica del lado del pensamiento posmoderno), me interesaría saber de qué forma entiende él ese tipo de estrategia en el campo de las artes visuales, sobre todo para no dejar en el aire una intención de parte suya por revelar a medias otras cuestiones que le afectan sobre sus desavenencias con los artistas no (tardo) modernos y ante los trabajos que ellos desarrollan. Pero, igual, sé que ante una pregunta formulada por un alma inaccesible como la mía pasaría de largo, aunque de pronto puede que quiera comentar las invectivas que utiliza.

Guillermo Vanegas

No puedo creer que todavía existan personas como Guillermo Vanegas, en este país el gran problema de los «intelectuales» es que hablan mucho y no hacen nada, ¡por Dios! ¡quién demonios es este señor! ¡que se invente su propia bienal y luego hablamos! Por mi lado, solo tengo que decir que Andrés, como organizador, haga lo que se le de la gana (entre otras cosas debería prohibir la entrada de este tipo de gente), ¡están locos!

Este señor habla de prejuicios y es lo único que destila. Es una verguenza que la clase intelectual, sobre todo «la clase» intelectual a la que pertenece Vanegas, critique lo que hacen los demás cuando ellos definitivamente no hacen nada, ¿o será que es el presidente de una ONG demente? Eventos como el F11, por sus invitados, por sus caracteristicas, solo pueden criticarse en pendejadas como precio de boletas, chichoneras por las entradas, ¡que sé yo!, pero buscarle «peros» ideológicos es realmente una pérdida de tiempo canalla y de desocupados.

Fernando Gómez

PD: igual, creo que Andrés sería mejor ministro de cultura «marginal», que este señor.

Como la cuestión se ha concentrado en determinar de dónde salen tales personajes para decir semejantes cosas (lo cual, creo que lleva a personas con las calidades de Fernando Gómez a preguntarse si casi una década de asedio neoconservador –vía textos de Apuleyo Mendoza, Vargas Llosa (padre e hijo), Andrés Hoyos y otras lindezas- no ha servido para nada y todavía siguen saliendo de debajo de las piedras algunos aparecidos “que no se sabe muy bien a qué grupo o sector pertenecen”), me puse en la tarea de buscar en el invauable (y en ocasiones estúpidamente organizado) motor de búsqueda de Yahoo y encontré que la primera entrada de 3.270.000 correspondientes a “Fernando Gómez”, es la de una empresa de talabartería en Argentina (http://www.fernandogomez.com.ar/), luego sigue un fotógrafo publicitario que, según se lee en el renglón de presentación está “especializado en decoración, vino, comida y reportajes” (www.fgomez.cl), y continúa con una página dedicada al cineasta peruano Fernando Fernán Gómez (http://es.geocities.com/lorovaz/DIRECTORES/F/Fernangomez.htm). En fin, tiempo perdido.

Sin embargo, mientras hacía esa búsqueda y pensaba en cómo diseñar mi propia bienal y preocuparme por construir torniquetes que impidieran la entrada de sujetos interesados en “ponerle peros ideológicos a todo” (porque, seguramente el esfuerzo de hacer “todo” ya implica una actitud altruista, bienpensante e impoluta), también reflexionaba sobre la manera como se ha ido perfilando la mecánica de acceso, circulación y estímulo de la producción artística, hasta llegar a quitarle (poco a poco pero con una avidez imparable) a los productores de arte los mecanismos para diseñar sus propias estrategias de circulación. A principios del siglo XX, en una época que a ideólogos como Gómez, Hoyos y Cía. les puede resultar entrañable, los artistas no esperaban que apareciera un festival surcando el firmamento para saber que hacia donde éste se dirigiera ellos también debían seguir, ni endulzaban sus relaciones con un crítico para que éste configurara su producción, ni, mucho menos, esperaban a que alguien que pudiera identificarse hoy en día como el curador del momento, les dijera qué era lo que estaban haciendo y si eso correspondía con sus ideales de representación. Antes los artistas se gestionaban a sí mismos, ahora, deben acomodarse a las condiciones que múltiples eventos les imponen como meta última.

Para terminar, si Hoyos fuera elegido como ministro de cultura, su nominación continuaría el ciclo de despropósitos gubernamentales iniciado con el reciente nombramiento de una ministra cuyo proyecto para el campo cultural colombiano no sabía muy bien ella misma cuál era. Sólo que en el caso de la generosa postulación que hace Gómez de ese nombre, un escritor bogotano de mediano perfil con revista y festival propios difícilmente podría representar los intereses de algún sector y, en últimas, resultaría una ficha inútil al momento de calmar, por ejemplo, tormentas políticas en el exterior.

Guillermo Vanegas

TIGRE POR LIEBRE

«El malpensante» es una copia mal hecha de «EL PASEANTE» (eds. siruela) . no se habian dado cuenta? les dejo ese datico.
jejeje.
glorita.