Foto que no tiene nada que ver con este post.
Recuerdo que durante la campaña relámpago por la alcaldía de Bogotá, un amigo me contó que lo habían llamado a las tres de la mañana a su casa para recomendarle votar por un candidato bruto que no sabía que pedir votos de esa forma le iba a acarrear una que otra pérdida electoral. Pobre mi amigo y pobre candidato. Mientras lo escuchaba quejarse, recuerdo que dejé de prestarle atención para pensar que a veces también le hacen encuestas a uno en los lugares donde trabaja, generalmente esperando que la respuesta que uno dé hoy sirva para apuñalarlo mañana: que “qué opina del libro Orígenes del arte conceptual de Álvaro Barrios –que es tan pretensioso como parece, y mal escrito está-”; que “si votó por Gustavo Petro cómo espera que remate de hambre el campo de las artes que mató de hambre el gobierno anterior”; que “si escribe en esferapublica, por qué no cobra por el premio que recibió ese site”; que “por qué se queja del estado del campo artístico bogotano si en Argentina no sucede nada”; que “por qué se queja del nivel de la protesta universitaria si ya no tiene trabajo”, etc. Hay encuestas de muchas clases.
La que copio más abajo me fue remitida por uno de los sitios de donde devengo y que no está en paro, para enmarcar la presentación de un panel en torno a la estética y demás asuntos relacionados con lo bello. Pensé en tanto egresado de maestría que arriesgarría lo que fuera por hablar sobre el tema, pero no me importó. Respondí y como no tengo criterio, pensé “si todo el mundo se luce hablando de lo que no sabe, ¿por qué debería renunciar yo a esta sociedad del espectáculo académico? De pronto me invitan a otras charlas”.
Van las respuestas:
1.- ¿Qué entiende usted por «estética»?
Habría que eliminar las comillas de la pregunta. Creo que la estética no es un concepto que exista por separado de otras categorías de conocimiento. No debería estar subsumida ni destacada. A partir de ahí, sigo la idea de que la estética es una manera de articular una relación con el mundo, donde el sujeto adquiere una percepción sobre la apariencia de lo que le rodea y a partir de ahí construye una interpretación. Así mismo, creo que el uso de la estética se amplía hacia otras esferas, como las de la política o la ética: si se piensa, por ejemplo, en la belleza de un acto moral la estética es una noción que permite esa interpretación.
De otra parte, el empleo de juicios estéticos no se presenta por sí solo. Su aparición va de la mano con la creación y consolidación de unidades de valor. Aquí la estética es una herramienta fundamental en la construcción de un modelo para medir el mundo. Dentro de las artes visuales y la arquitectura, ese modelo se denomina canon. Y a partir de él se piensa un tipo particular de universo. Esto es altamente problemático, pues el aprender a manejar un canon implica negar la validez de otros modos de comprensión. Si se piensa, por ejemplo, en la manera como ha sido juzgado todo tipo de arte no europeo mediante la utilización de cánones, se verá que lo que está en juego es un ejercicio de dominación. En este sentido, hacer uso de la estética para acercarse a producciones culturales ajenas determina una acción interesada.
No obstante, desde que se la formuló como práctica de conocimiento ilustrado, se ha buscado perfilarla como una práctica desinteresada, lo cual resulta bastante difícil de admitir. Sea que se utilice un canon para juzgar a partir de él toda producción cultural o que se relativice la existencia de cualquier tipo de canon o que se descrea de los cánones y se denuncie su singularidad, considero que desde esta perspectiva la estética como una práctica interesada no deja de aparecer. Es una categoría de amplio uso que cumple con múltiples fines.
2.- ¿Es indispensable el estudio de la estética para la formación integral de los estudiantes de educación superior?
Si. De hecho, creo que debería ser una exigencia mucho mejor formulada desde los estudios básicos, no sólo en ciertos espacios de formación escolar, sino de manera universal. Parece una pretensión política, y lo es: el estudio y comprensión de las complejidades de la emisión de un juicio estético son materias que deberían hacer parte de todo proceso de formación académica. En este sentido, la redacción de la Ley General de Educación es, por lo menos, inepta.
3.- ¿En qué sentido puede la estética acentuar las diferencias de status social? ¿Puede ella operar, al contrario, cambios o revoluciones que afecten al conjunto de una sociedad?
La estética no acentúa las diferencias de status social. Quien las acentúa es el sujeto que emplea ciertas formulaciones estéticas para expresar su desaprobación o –por qué no decirlo-, su desprecio, hacia ciertas producciones culturales o prácticas sociales. El chiste corriente donde una persona se burla de la apariencia de otra, o de su modales, apunta en este sentido. Desde esta perspectiva, habría que hablar mejor del manejo que hace una persona de las percepciones estéticas que ha aprendido a utilizar. Un sujeto puede aprender a percibir una forma específica del comercio social y con base en esa educación extiende su evaluación hacia otro tipo de formas. A partir de ahí, la formación estética y la educación se comprenden como dos acciones simultáneas. Por esto, es indispensable tratar de mostrarle a ese sujeto un amplio espectro de posiciones estéticas, para que cuente con un mayor acervo de modelos y sea capaz de emitir un mejor juicio.
Sin embargo, cuando la educación misma se convierte en un factor de jerarquización social, el simple manejo de un amplio repertorio de manifestaciones culturales ya es considerado un indicador de desbalance. Volviendo a la pregunta anterior, insisto en que se hace indispensable la popularización de la formación estética, no sólo con los valores propios de la corrente principal (el modelo ilustrado eurocéntrico), sino de procesos cotidianos e incluso no canónicos de la cultural académica. ¿Existe un único método para aprender a tocar un instrumento musical? ¿Se le debe imponer ese método a quien aprendió a tocar siguiendo otro camino?
En relación con la siguiente pregunta de este numeral, sí. Es posible construir una forma especial de comprender las formas y a partir de allí tratar de promover cambios que incidan en toda la sociedad. Para utilizar un ejemplo manido, la escuela Bauhaus tuvo una aspiración a mejorar la vida del sujeto urbanizado, tratando de hacerle más fácil la existencia por medio del diseño de sus espacios o de sus objetos más cercanos. Esto tiene que ver con la producción de objetos; sin embargo, desde la filosofía, incluso desde su formulación como aparato teórico para las artes en la filosofía alemana, se suponía que un sujeto debería utilizar la razón y la sensibilidad para efectuar una correcta actuación política. En este punto, la cuestión no es tanto de alcanzar la comprensión de un tipo de interpretación sensible, sino de prefigurar “la más perfecta de las obras de arte, la construcción de una verdadera libertad política”, en palabras de Friedrich Schiller.
Es por esto que me gusta tanto la conclusión que nos brinda Carmen Neira Fernández cuando habla de las consecuencias morales y políticas de la educación estética siguiendo la lectura de las Cartas sobre la educación estética del hombre, que firmaba el dramaturgo alemán. Según Neira:
“… para alcanzar un estado de derecho y libertad, donde los sujetos seamos capaces de dar y obedecer la ley y de convivir como especie humana, se requiere previamente haber alcanzado cierto grado de cultura, cierta madurez de los individuos que no actúen solamente para satisfacer sus necesidades físicas e imponerse por la fuerza, sino que hayan logrado en sí mismos la síntesis del impulso sensible y del impulso racional, de tal manera que sean una fuente de armonía. Personas que estimen los detalles, que aprecien las formas de las cosas, que valoren el lenguaje del arte. En una palabra, personas con educación estética.” (1)
Me gusta esa conclusión, pero no dejo de preguntarme por el tipo de consumo cultural que involucra la expresión “haber alcanzado cierto grado de cultura”. Puesto que, como se ha mencionado antes, hoy en día la educación funciona más como un mecanismo de diferenciación que de mejora social, existen entornos donde “valorar el lenguaje del arte” puede ser el equivalente a un acto de discriminación.
4.- ¿En qué consiste el aspecto estético de las artes? ¿Cómo se relaciona este aspecto con la dimensión estética de todo lo que no es estimado como obra de arte?
No entiendo muy bien la expresión “aspecto estético de las artes”. De hecho, las nociones de apariencia, aspecto, forma, hacen parte del lenguaje artístico. En ese sentido se trataría de una redundancia. Sin embargo, en la respuesta a la segunda pregunta trataré de entender mejor esta valoración. No creo que haya una dimensión estética exclusiva para los productos artísticos. Considero que todo producto cultural posee una dimensión que le permite existir en un universo simbólico. Me explico, un ladrillo de cerámica elaborado sin cumplir con ciertos principios estéticos (su forma y su resistencia, por ejemplo), simplemente no podría servir como ladrillo, quizá como herramienta arrojadiza para quebrarle la cabeza al semejante, pero no como elemento para la construcción; una mesa de madera debe cumplir con un plan estético, debe servir para funcionar como mesa, de lo contario será desechada. Una pintura, tras ser realizada, sigue un riguroso proyecto estético demarcado –consciente o inconscientemente-, por parte de su autor. Incluso si esta persona negara la pretensión de promover un cálculo del efecto sensorial que tendría su trabajo, lamentablemente para él, la apreciación por parte de un observador terminaría por someterlo a una interpretación y resultaría siendo valorado como objeto estético (bueno o malo, pero estético al fin y al cabo).
De otro lado, hay que señalar que la categoría “arte” es, como toda producción humana, una creación deliberada. Hay un investigador alemán de arte medieval, Hans Belting, que afirma que la idea de “obra de arte” apareció en el año 1400. Para él, a partir de ese siglo se empezó a comprender la obra de arte como el resultado de un trabajo ejecutado por una persona identificable, con pretensiones particulares, modos de hacer y responsabilidad por la realización. Luego, otro autor, Arthur Danto, señaló que en la época actual (actual de él, la década de 1980), una obra artística simplemente era cualquier cosa que un artista señalara como arte. Esto es un problema. Y como problema ha encontrado fuertes detractores en múltiples escenarios de la crítica cultural. La estética ha sido invocada entonces como el arma que podrá ayudar en el propósito de defender un tipo de producción visual contra otro, aun en contra de quienes ven con pavor la proliferación de manifestaciones donde lo último que hacen sus autores es producir un objeto artístico o bello.
5.- Plantee someramente un problema o un conjunto de problemas de carácter estético, que remita al papel de los medios de comunicación masiva y al rol de las TIC en la civilización contemporánea.
Luego de la aprobación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y a la espera de que se firmen procesos similares con Europa, creo que se podría pensar en problemas de carácter estético en el manejo de los contenidos presentes en medios de comunicación y de difusión de información, como los siguientes:
– La administración de los derechos de difusión de un producto cultural.
– El control del monopolio de las imágenes puestas en circulación en una plataforma web.
– La gestión del manejo de regalías por parte de autores cuando se utilicen sus producciones en espacios goegráficos distantes.
Creo que ante este nuevo panorama de circulación de recursos y de ampliación de fronteras fiscales, se hace imprescindible conocer la mejor manera en que los productores culturales desearían garantizar sus intereses, permitiéndoles configurar un entramado de normas que les permita definir y defender sus necesidades y así terminen siendo ellos los responsables de mostrar la que consideren una mejor manera de manejar ese nuevo escenario. Retomando la afirmación de que la estética sirve para comprender sensiblemente los fenómenos del mundo, ante la situación que plantea el TLC, se debería discutir ampliamente sobre el tipo de manejos que están dispuestos a admitir los productores culturales y que estamos dispuestos a pagar quienes consumimos sus propuestas.
Guillermo Vanegas
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Notas
1.- Fernández Neira, Carmen, “Federico Schiller. La educación estética como condición para una buena política”. En Castellanos, Pablo (ed.), Educación Estética, No 1., págs. 135-150. Consultado en: http://eéucacionestetica.com/PDF/num01/01_07.pdf