Jesús Montes realizó, a finales del siglo XIX, durante un corto periodo de tiempo en el que estuvo fuera de sí, una serie de pinturas en torno a la figura del prócer, del poder Real y de la gran cultura europea; ostentando con orgullo ese carácter cultivado de la oligarquía de la zona cafetera que dio lugar al adjetivo «grecocaldense», Jesús Montes anticipó desde su práctica acciones y modos de producción que, años después se reproducirían en Europa construyendo la historia de las vanguardias.
Las obras, fechadas por el autor un siglo después de su fecha real de producción, nos harían preguntarnos por la naturaleza del tiempo, por el carácter regresivo y a la vez premonitorio del arte, y por las formas monstruosas, desdibujadas y muchas veces poéticas que asumen las representaciones del poder en la mente de los individuos a través de los años.