En el marco de los salones regionales, pero esta vez de la zona del eje cafetero, se presentó en el día de ayer en el Museo de Pereira una charla del artista Elias Heim. La disertación enfocada al análisis de dos exposiciones alemanas, cuido al extremo el recurso de las palabras y supo aprovechar -aunque con nerviosismo y falta de información- imágenes de algunos proyectos acusados en ciudades de Europa, desarrollados a partir de ideas de recorrido, urbanismo, memoria entre otros. Como fase final a su exposición él compartió imágenes de uno de sus últimos trabajos realizados a partir de su experiencia en un campo de concentración nazi, que como se dijo posteriormente harán parte de una muestra individual del artista en la capital de Risaralda.
Al final una asistente al encuentro pedagógico cuestionó al artista sobre la escasa información relacionada con obras o autores latinoamericanos, o bien locales tomados como referentes, esto, precisamente justificado en el marco de la propuesta curatorial de un salón regional colombiano. Entendiendo el sentido de la pregunta fue evidente no pensar en una mirada europeista del marco referencial para la charla, excusable por pertenecer como se dijo arriba a un acotamiento preciso a dos eventos europeos; sin embargo la respuesta de Heim olvidó esta sencillez y develó una circunstancia premeditada y dolorosa: aquella que se dirige al presupuesto de la desclasificación procesual y propositiva del arte gestado en Latinoamérica, sin un argumento sólido de sustento. Se habló de arte tercermundista, remedo, seguir a los fundadores, exhibir en el extranjero como la posibilidad de triunfo y validación, entre tantas cosas no cabría ningún artistas «local» en ese circuito cerrado y de elite internacional. Respeto los posicionamientos y aprecio la valentía de expresar cosas tan inapropiadas a discreción. Sin embargo, no comparto la posición de Heim y me parece nocivo que un artista que nos ha representado en eventos internacionales, tenga esa mirada nostálgica -nuevo colonialismo- y servil; a todas luces una óptica obtusa, prepotente y cosmopolita que lo único que logró instaurar en el auditorio fue la imagen de impotencia y resentimiento por el nacimiento; además la realidad nos enseña que son otras las miradas del artista y su eje de influencia, quizás nuevo minimal, quizás Glocales, pero sin temor a equivocarnos alejadas de la unicidad y unidireccional allí expresada y que tanto daño ha hecho al arte moderno y tardo moderno.
Oscar Salamanca