Más de diez artistas, críticos y curadores responden semanalmente un único cuestionario sobre arte, política y vida. Hoy, Francesca Bellini le hace estas preguntas a Ivan Rickenmann. El pintor colombiano ha expuesto en “Nuevos Nombres” en la Biblioteca Luis Ángel Arango y en varias versiones del Salón Regional de Artistas.
¿Para qué sirve el arte?
Más que alimento para el alma como en alguna época se sugirió, el arte genera expectativa. Actualmente, el arte sería una plataforma en la que podemos vernos de manera objetiva; el arte nos ayuda a mirar los eventos desde otro ángulo. Pero si esa plataforma, ese medio, no son bien manejados, no sirve para nada.
¿El arte y la política deberían mezclarse?
Siempre han estado mezclados, algunas veces de manera activa y otras propositiva porque el arte tiene que ver con el ser y con el grupo; así divague por universos existenciales y personales, el arte está íntimamente ligado al grupo social. Ahora bien, hoy en día están más ligados que nunca porque el arte necesita de la institución y sin ella el arte queda en la sombra.
¿Ha llegado la hora en que los políticos sean reemplazados por los artistas?
Espero no vivir ese momento. Si la incertidumbre y la auto-negación sumada a la excesiva teorización de cada acción definen ese pequeño e intangible universo que es el arte ¿qué tipo de administradores podrían ser los artistas? En la década de los noventas, algunas prestigiosas empresas de los Estados Unidos decidieron contratar artistas en puestos directivos por su gran creatividad e intuición (decían ellos). Nunca se volvió a oír hablar del asunto. El artista puede y debe exigirle al político, al igual que cualquier ciudadano.
¿Cree usted que el arte es una forma válida de activismo?
Válida, si. Eficaz, tengo mis reservas.
¿Debe haber ética en el arte?
Claro que sí. La ética es una noción ya establecida por el grupo, por las relaciones y conflictos que lo identifican como tal. No es una noción divina ni una fuerza universal. Sin embargo, esa noción puede variar, evolucionar y el artista puede tener cierta responsabilidad en ello… al igual que cualquier otra persona.
¿Qué no es ético en el arte?
El hecho de llamar la atención del incauto espectador en aras de “sonar” o supuestamente estar generando una plataforma que nos catapulte hacia una visión objetiva de algún evento, una situación, mientras se “permite” la morbosidad y la crueldad. El supuesto arte social de hoy en día es poco ético.
¿El arte es una forma de lucha?
Sí, y en general es una lucha contra la ignorancia y la estupidez.
¿Se considera un artista político o un artista crítico?
Crítico y político; todos debemos serlo. Todo tiene que ver con la sociedad.
¿Para qué hace su obra?
Para satisfacer mis inconformidades y mi curiosidad, para tratar de tener ante mí una vida y un mundo distinto todos los días. Para romper la noción de masas, de rebaño y para que otros sientan también esa necesidad.
¿Para quién hace su obra?
Para aquellos que logren ver esas necesidades o para aquellos a quienes pueda sugerírselas.
¿A qué artistas admira?
Muchos, entre ellos Oscar Muñoz, Jeff Koons, Dirk Skreber, Damian Hirst y Guillermo Kuitca.
¿A quién censuraría si pudiera?
A este Guillermo V. Habacuc, por ser un artista incapaz de plantear su “mensaje” de forma inteligente, y recurrir a lo más fácil y obvio. Su espectáculo se queda en algo cruel y repugnante que carece de todo asomo de inteligencia (ató un perro en una galería y lo dejó morir de hambre). Sin llegar a los extremos del anterior personaje, Jill Greenberg logró algo muy parecido: una clara incapacidad de hacer propuestas inteligentes y eficaces. Así mismo muchos artistas contemporáneos que hacen lo mismo con la miseria y el sufrimiento de la gente para ganarse la absolución del norte.
¿Qué le molesta del mundo en el que vivimos?
La inconsciencia y estupidez del ser humano en general. El pensar que somos seres superiores, cuando lo que hacemos es auto eliminarnos (aunque al mismo tiempo es algo fascinante).
¿Tenemos esperanzas de salir del atolladero?
Pienso que el atolladero es nuestra condición natural. Más bien, nuestra condición sería la de salir de un atolladero para entrar en otro. Necesitamos de la adversidad y las crisis para poder existir. Por suerte existe el amor, aunque lo confundamos a menudo con la necesidad. Pero, en realidad, el amor es otro atolladero.