El mercado de lo «marginal» es parte importante dentro del mundo simbólico de la «Fantasías de Transgresión y Derrumbamiento» que hacen parte del folklore de la estética neoliberal, el mercado del arte y el arte contemporáneo.
Recomiendo los trabajos del crítico marxista británico Julian Stallabrass en la revista «Art Monthly». Para Stallabrass, como para Adorno, la rebelión a las instituciones desde las mismas instituciones es aporística y no es más que una nueva forma de espectáculo que solo busca crear nuevas formas de mercancía con una atractiva y rentable «aura de marginalidad» y una imágen del artista institucional como «enemigo» de las instituciones y «furia de marginalidad». Así, «Nuevo combustible es constantemente necesario para la máquina del mundo el arte contemporáneo y, mientras que, como como en el caso del aceite, que debe ser refinado en los primeros momentos de su extracción, su crudeza puede ser una ventaja. Desde el fin del modernismo los cambios en el arte contemporáneo no pueden ser ya más descritos como progreso sino que están fundamentados en la domesticación de lo marginal, lo peligroso y lo alienado. Una de las maneras más fáciles de crear marginalidad (especialmente para aquellos artistas que por accidentes de nacimiento no les es permitido jugar a la Política de la Identidad) es flirtear con los segmentos bajos de la sociedad. En el valiente nuevo mundo de arte posmoderno, los tabúes son por siempre rotos y los bordes constantemente traspasados, y aún más, (salvo bien pocas honorables excepciones) cuando nos devolvemos y miramos de nuevo, todo está mágicamente puesto de nuevo en su sitio. El mercado del arte necesita lo marginal para saciar su apetito por la novedad; la manufactura de lo marginal es su negocio.»
En Julian Stallabrass. «Manufacturing Marginality»
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