A pesar de que corrí, entaconada como de costumbre, para llegar a tiempo a la prometedora conferencia con Hans Ulrich Obrist, Tanya Barson y Maria Inés Rodríguez en el auditorio León de Greiff de la U. Nacional, de nada me sirvió. Y no porque haya llegado tarde sino porque al contrario, el evento comenzó, por lo menos, treinta minutos tarde. Una media hora perfecta para ver como entraban al auditorio todos aquellos personajes propios del cóctel de arte, e incluso, aquellos que usualmente le huyen al circuito. Al parecer el co-director de la Serpentine de Londres y ex curador del Georges Pompidou en Paris es una figura tan emblemática que convocó hasta a los más huraños. Supongo que todo el mundo quería dejarse ver en tan especial evento. Galeristas, artistas, coleccionistas, estudiantes, gestores, profesores, curadores y groupies se reunieron justo allí en donde Antanas Mockus no pudo soportar la humillación ante un grupo de estudiantes de arte precisamente, y mostró su reluciente trasero en señal de protesta. En esta ocasión todos los ropajes permanecieron en su sitio. Gracias a Dios. Cosa que no evitó que igual se viviera una situación vergonzosa.
¿Pero por dónde empezar?
Por un lado la demora injustificada del inicio hizo que de entrada se sintiera un ambiente incómodo. Luego, y a pesar de la lucidez y mirada crítica de Mara Inés, conservadora jefe del Musac, quien fue la única que sacó la cara del panel de ponentes, el resto fue un absoluto desastre. Hans, con quien al parecer se acordó hablar español para hacerse entender por un público en su mayoría hispanoparlante, en realidad atropelló el lenguaje con una irritante e incomprensible mezcla entre francés, italiano, inglés y un muy proletario nivel de español. Al parecer la idea de un traductor o intérprete no fue contemplada, lo que hizo que quienes se quedaran, fuera solo por cortesía con tan prestigioso invitado, que a pesar de sus bromas e informalidad, no logró cautivar a nadie. Habló de corrido con una presentación de diapositivas que presentó problemas y que no dio cuenta de su excelente trabajo de conversación y relación con los increíbles artistas con los que ha trabajado. Lamentable. Y luego lo siguió una Tanya Barson, curadora internacional de nada más y nada menos que la Tate Modern, a la cual sí se le entendía, exceptuando a quienes no hablaban inglés, con tan mala fortuna que fue una explicación plana y monótona que bien la resume la misma página de Internet de la institución. Ni un rasgo de autonomía, ni un atisbo de proposición personal. Y para completar, la sesión de preguntas se limitó primero a la opinión personal de una asistente que sacó su mejor inglés para comparar el maravilloso sol de Olafur Eliasson en el turbine hall con el festival de artes organizado por Cartel urbano hace un tiempo. Y la segunda, fue una pregunta realmente interesante y coherente con el tema de la conferencia de parte de un representante de los dos únicos museos del sur, y a la cual la moderadora casi hizo caso omiso (asumo que por ser del sur) con una traducción absurda que nada tenía que ver con su interesante problemática. Esto, cuando tan solo permanecían en la sala un 10% de los asistentes iniciales. El otro 90% se había salido poco a poco a hurtadillas. Patético. Ese es el amargo sabor del arte.
Felicito sin embargo a Maria Inés Rodríguez por su inteligencia y disposición, así como a quienes lograron traer a estos personajes así fuera para hacer un gran oso. Cosa que en cambio no han hecho en su largo recorrido en el mundo del arte.
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Lolita Franco
http://lolita-franco.blogspot.com/
(enviado a esferapública por Camilo Atuesta)