Más de diez artistas, críticos y curadores responden semanalmente un único cuestionario sobre arte, política y vida. Hoy, Francesca Bellini le hace estas preguntas al artista Fernando Uhia, ganador del IV Premio Luis Caballero 2007 y la Beca Jóvenes Talentos del Banco de la República de Colombia 1997 entre otros.
¿Para qué sirve el arte?
Para unos el arte es una actividad política capaz de cambiar mentalidades y pueblos. Para otros es una diversión burguesa para decorar paredes. Todo lo que los estetas europeos del siglo XVIII y XIX consideraron “Arte” ha sido absorbido por los medios de comunicación masivos, y estos últimos por las multinacionales de la imagen. El arte ahora es una herramienta de control conductual y de indolora promesa de felicidad: desnudos “artísticos” en carátulas de revistas; mercancías como carros o relojes feminizadas al extremo; películas donde el espía Aliado mata, viola y contamina el cuarto mundo; listas de gadgets electrónicos de última generación que prometen facilitar la vida y otorgar más tiempo para consumir aún más gadgets; celulares o portátiles para llenar el déficit emocional hablando sin parar. En fin, la divertida terapia psicoanalítica de los infelices.
Casi todo lo que consumimos ingenuamente como “cultura popular” es en realidad el reflejo visual del esquema neoliberal que ya impuso la macroeconomía sobre la política mundial pero es obvio que ese esquema de ingenua promesa de felicidad momentánea para infelices debe cambiar. Lo primero es conocer el problema, lo segundo actuar desde una racionalización del consumo de mercancías, lo tercero conocer las cifras, y así se va volviendo un movimiento sin centro geográfico definido. Por ejemplo, una valiosa forma de ayudar es enseñarlo a los más necesitados: a las niñas y niños de la Universidad de los Andes de Bogotá. El arte en este contexto serviría para tomar conciencia, como alternativa espiritual.
¿El arte y la política deberían mezclarse?
Toda estética es simultáneamente política. En un mundo poco ético y altamente estetizado, el arte debe orientarse hacia el desmonte del exceso de belleza y diseño, y a la implementación de éticas de conducta duraderas.
¿Ha llegado la hora en que los políticos sean reemplazados por los artistas?
No, pero se está trabajando en ello. El problema es que la política está actualmente soportada en el capitalismo salvaje del esquema neoliberal. La lucha del arte actual está orientada a señalar lo perjudicial del matrimonio capitalismo-política pero pronto los artistas comenzarán a hacer efectivo el divorcio: actuar más que señalar.
¿Cree usted que el arte es una forma válida de activismo?
Si. Pero ¿hay formas inválidas de activismo? Si las hay, las que funcionan al revés y le llevan la corriente a regímenes que insisten en el machismo, el militarismo, la unidad económica, religiosa y de lengua; en el sectarismo, la discriminación y el paramilitarismo; en la libre empresa entendida como lamberle indignamente al 2% de los empresarios que tienen el 92% del capital mundial; en los capitales flotantes que empobrecen los países ya pobres del cuarto mundo. Cualquier manifestación hablada, escrita, impresa, artística o performativa que esté contra todo lo anterior es activismo en el sentido humanitario del término. Si esa manifestación provoca un cambio mínimo ya se convierte en arte. La mayoría de artistas ni siquiera está consciente de los problemas básicos y hacen activismo al revés, alimentando la emergencia mundial que llevará al colapso terráqueo en el año 2040.
¿Debe haber ética en el arte?
Siempre la hubo. Cuando los artistas eran académicos soportaban visualmente los regímenes monárquicos europeos. En la época del rey maya Pacal el artista sólo hacía relieves que destacaran sus proezas amorosas y guerreras. El Ethos del arte siempre fue promovido por un régimen político. La diferencia entre los artistas académicos, mayas y contemporáneos es que estos últimos han logrado –todavía no totalmente- separarse del Ethos artístico del mundo neoliberal de carátula de revista de variedaes con vieja empelota contorsionándose para el pobre pendejo que cree que va a ser un empresario influyente.
¿Qué no es ético en el arte?
No saber en pro o en contra de qué se hace arte. No hay arte inocente y como dirían los tinterillos, el desconocimiento de los fines no deja libre de pecado a quien no los conoce.
¿El arte es una forma de lucha?
Alguien dijo: “las imágenes llegan antes que las palabras”. Actualmente en la ubicuidad de imágenes manejadas por multinacionales de la imagen, el arte se vuelve lucha política cuando es capaz de interferir en los canales sobre los que esas multinacionales operan. Por eso el arte se da hoy como transmisiones clandestinas, interferencias en la señal de cable, pantomimas publicitarias en museos, ferias de arte, galerías y periódicos, etc. El arte político no hace proclamas tipo Aló presidente sino que sabotea desde adentro el flujo mediático que emite chicas operadas, machitos que estrenan camionetas gigantes y telenovelas que insisten 24 horas al día que el poder lo ostentan los empresarios y que ése es el “orden normal” de la vida. Es lucha si logra efectivamente combatir, sin agredir físicamente a ningún animal o persona, la monotemática mediática actual: el placer ofrecido como mercancía democrática.
¿Se considera un artista político o un artista crítico?
Ambos, aunque reconozco mis limitaciones de ser un artista políticamente influyente.
¿Para qué hace su obra?
Trato de señalar que el exceso de diseño y belleza está tapando otras porciones de la experiencia humana que deben resucitarse.
¿Para quién hace su obra?
Para todos, aunque siempre tengo en cuenta la audiencia colombiana más que a un supuesto observador objetivo y universal.
¿A qué artistas admira?
En Colombia me interesan Juan Camilo Uribe, Simón Hernández, Elizabeth Vollert y colectivos como Papabomba. El tailandés Rikrit Tiravanija tiene un centro de arte que funciona como una república independiente dentro de ese país. El vienés Franz West hace escultura pública fente a casas de gobierno europeas con la técnica infantil del papel maché. El estadounidense Cory Arcangel le da un carácter contemplativo al videojuego comercial distinto al jugador adolescente adicto que convulsiona por mover tanto los pulgares. Nunca me cansaré de admirar al brasileño Cildo Meireles y su capacidad para hibridar supuestos “lenguajes universales” del arte de vanguardia dentro de un tipo de obra totalmente local, brasileña…
¿A quién censuraría si pudiera?
Extraditaría al presidente Uribe y a los uribistas pero nunca los censuraría.
¿Qué le molesta del mundo en el que vivimos?
El ruido, la contaminación visual, la dependencia del petróleo y de los microchips. Es un mundo sin carácter y adicto a felicidades pasajeras, lo que no está mal para un sábado por la tarde. Sin embargo, en el proceso de sostener ese mundo se discriminan personas y lugares, se les tapa el rostro y se borran del mapa para que TÚ puedas disfrutar libremente de la ilegítima democracia neoliberal sostenida por la esclavitud de las maquilas made in China.
¿Tenemos esperanzas de salir del atolladero?
Sí. Si uno no creyera eso, pues se suicidaría inmediatamente. Pero si quiere hacerse eso tenga cuidado de que el revólver que vaya a usar no sea made in Guatemala, pues su descanso eterno ya mató miles de personas en alguna maquila del cuarto mundo.