El Arte Político como Cocaína

buy.art.not.cocaine.

 

«Merely a new frisson.»    Michael Gold. Proletarian Realism. 1930

 

 

«Los efectos son inmediatos y consisten en una elevación de la autoestima y la confianza en uno mismo, acompañado de una gran locuacidad, excitación (pudiendo llegarse a una irritabilidad extrema). El efecto dura relativamente poco tiempo (unos 30-60 minutos) y, en cuanto empieza a declinar, el sujeto experimenta ansiedad por recibir otra dosis.»

¿Porqué por alguna razón la descripción de los efectos de la cocaína nos recuerda sorprendentemente la de los efectos que el arte poltico produce en los espectadores en éste tipo de eventos? El arte poltico, la droga legal, es distribuida a en cambio gratuitamente y es financiada por la Corporación, el Estado y la Universidad. Al igual que la cocaína, realza en quien la consume su yo heróico y le hace creer que es la solución a los problemas de su entorno social. El arte poltico como la cocaína es una droga social y relacional.

Entre distribuir cocaína y distribuir «política» en un festival de performance solo hay una diferencia de tipo moral. Y éste, condenando a aquella, un ejemplo de doble moral e hipocresía. La cocaína fué la droga recreativa de la Era Reagan por excelencia. El Arte Político es la droga recreativa de la burguesía contemporánea. El Mainstream crítico y docente su dealer. Las bases políticamente analfabetas – a las que éstos dirigen hacia la dictadura de la «Plástica Social» para establecerla como monopolio de mercado – sus víctimas. En el caso de Bruguera, el desprestigio proviene del mismo medio que ha propiciado su existencia. Un síntoma de que la naturaleza circense  que el arte ha dado a la política no es un estigma que provenga de críticas exteriores a éste, la «derecha» fantasma que lo acecha para sabotear su «rebelión». El camino hacia su desprestigio pasa por la naturaleza enferma de su propia dependencia hegemónica y los efectos en sus consumidores: su narcosis ideológica. Nadie más tiene la culpa.